уσυ αяє мιиє |completa|

® Capítulo VI ®

CAPÍTULO VI

Al llegar a la casa no encontré rastro de ____, la verdad así lo prefería ya que no tenía ni las más mínimas ganas de discutir nuevamente con ella, Chris me había dado un sermón bastante largo sobre todo lo que posiblemente pasaría ahora por la mente de ella sobre mí o todas las cosas que dirían sus ojos al mirarme, este chico sí que sabía cómo hacer que mi mente se ahogara en preguntas.

Quería despejar un poco mi mente así que me dispuse a ver varias películas en la comodidad del sofá, justo a mitad de mi segunda película se abrió la puerta y entro aquella chica con la que ahora no puedo tener una conversación que no incluya insultos.

Ella me ignoro por completo y se dirigió hacia la cocina, cosa que me extrañó, yo me dispuse a ponerme de pie y seguirla para observar que hacía al verme tras ella.

—¿Que quieres? —pregunto con un tono bastante odioso.

—¿Te sucede algo? —pregunte.

—Haz de cuenta que vivimos en casas distintas —me pasó por al lado para dirigirse hacia el piso de arriba.

—¿Que? —dije con mi mayor tono de confusión.

—Escucha, a ver si así me entiendes —se acerco bajando algunos escalones hasta llegar al que le seguía al mío.

—ignórame, simplemente haz que no existo, no quiero tener nada que ver contigo, ¿lo entiendes? — me apunto.

—¿Es enserio? Por dios, deja la inmadurez — ella rió.

—¿Inmadurez? Te das cuenta de el acto de poco cerebro que cometiste hace unas horas —preguntó indignada.

—Pues sí, pero....

—¿Pero que? —me incito a seguir hablando.

—¿Que mierda quieres de mi? –pregunté ya molesto.

—No puedo tratarte como una princesa después de todo lo que me has hecho —exclame.

—!¿Yo?! —reí.

—Por dios, porque no mejor te callas y me dejas tranquila, hazme caso, es mejor ignorarnos —sugirió.

—Sabes que eso es imposible —dije.

—¿Imposible por que? — exclamo.

—?Como hago para ignorar esos hermosos ojos y esa sexy boca? —sonreí.

—Si lo que buscas es intimidarme no lo vas a lograr —dijo nerviosa.

la acorrale contra la pared, nuestras respiraciones chocaban y nuestros labios estaban a pocos milímetros de distancia.

—No es lo que busco, te estoy siendo muy sincero —suspire.

—No quiero que tus labios toquen los míos después de que fueron probados por miles de zorras —gruño tratando de apartarse de mi.

—Voy a salir, tengo.. una pequeña reunión —reí separándome.

—Una pequeña reunión significa ir a un bar, ¿ponerte ebrio y acostarte con rubias falsas con plástico e inyecciones en cada zona de sus cuerpos? —dijo irónica.

—Puede ser —sonreí.

—Eres un mujeriego Bieber —afirmó con cierto dolor.

—¿Te duele? No debería, la verdad yo no te importo y tu no me importas —mentí.

—¿Sabes qué? Pasala bien —dijo con la voz algo quebrada y con su mayor cara de disgusto para luego darse vuelta y subir hasta su habitación.

—¿Estuvo mal decirle aquello? —susurré para mí mismo.

—No, Por favor Bieber –respondí internamente.

—ella te convirtió en esto, lo merece —suspire.

CINCO HORAS Y MUCHOS TRAGOS DESPUÉS.......

Eran las 3 de la madrugada y no había logrado pegar un ojo en todo este tiempo, me senté en el sofá a ver algo de televisión y vi llegar a Justin tarareando una canción y balanceándose, era bastante obvio, estaba ebrio.

—Voy a mi habitación —dijo a duras penas.

Al segundo escalón calló dándose un leve golpe en la cabeza y comenzando a reír.

—¿Estás bien? –dije preocupada ayudándole a levantarse.

—Si —afirmo.

Al terminar de subir lo guíe hasta su habitación.

—¿Dormimos? —dijo acostándose.

—Si, tu en tu cama, yo en la mía —dije.

—No, no, no —me haló del brazo haciendo que callera encima de él.

—Tienes suerte de estar ebrio —dije tratando de pararme cosa que no pude lograr ya que me sostenía fuertemente por la cintura.

—Joder —me miro a los ojos.

—cualquiera que ve esos ojos se vuelve loco —sonrío.

—Justin, tengo que irme —dije en tono de suplica.

—Ok, te dejaré, mandale saludos a tu madre —susurró antes de dormirse.

Esa última oración me había hecho reír realmente no tenía idea de lo que decía, el ebrio era una versión parecida a lo que era hace unos años, tenía bastante tiempo sin escuchar una de esas frases que lograban hacer que mis mejillas tomaran color.
"Cualquiera que ve esos ojos se vuelve loco"—recordé y por alguna razón negué con la cabeza y reí— como lamentaba que se convirtiera en algo así, como lo que es ahora.

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