-Si luchamos, podemos perder...-

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El fatídico día estaba llegando lentamente a su fin, los últimos rayos del sol iluminaban los edificios llevados a ruinas de la casi vacía ciudad.

Y bajo el incipiente crepúsculo Adam y Rea se movilizaban en busca de sus amigos, guiados por el cuervo que graznaba vigoroso en el aire sobre sus cabezas.

Nos estamos quedando sin luz –indicó Adam mientras corría entre jadeos, casi al límite de su resistencia–. Y no sé tú pero yo no traigo fósforos conmigo.

Esto es un problema. –Rea no estaba mucho mejor.

Oye... antes, cuando nos enfrentamos a Alricaus, dijiste que Joshua había destruido el mundo. –Mientras hablaba los recuerdos de aquella confusa batalla se repetían en su cabeza–. Nombraste a alguien..."Zael"... ¿Es él quien tiene a tu hermana?

Si –contestó la ladrona con desgano–. Ese tipo es un monstruo.

Tienes que contármelo todo, Rea. –Adam moría de ganas por arrojar un poco de luz sobre tanta oscuridad que los cubría. Ella dudó unos momentos antes de contestas cuando el cuervo que los guiaba comenzó a graznar alocadamente.

Tal vez cuando estemos todos. ¡Vamos! –animó sonriendo al joven de gafas negras.

Ambos se adentraron en un túnel formado por dos edificios que habían caído el uno contra el otro, sosteniéndose apenas.

Alcanzaron al cuervo que ahora estaba tranquilo sobre un escritorio partido al medio por un enorme peñasco de concreto.

Observaron más allá, en una especie de claro repleto de restos de edificios Adam consiguió ver a sus amigos, la sonrisa en su rostro se transformó en una mueca de preocupación al verlos rodeados por una enorme multitud de entes oscuros tambaleantes sin salida alguna.

Rea estaba igual de perpleja, no por los enemigos sino por la cantidad que había de ellos.

¿Qué son? –preguntó Adam totalmente estupefacto.

Son demonios –respondió la ladrona apretando fuertemente sus dientes con frustración.

¿Pero co...? –Él no tuvo tiempo a terminar su pregunta.

¡No es el momento! Si no hacemos algo será su fin.

Apretando con fuerza la empuñadura de su arma Adam apoyó la culata contra su hombro y acercó su rostro a la mira; Cecile de rodillas junto a un joven rubio, Jenn sosteniendo un estoque de cara a la multitud y Joshua con la mirada en el suelo sosteniendo su brazo bañado en sangre.

Al fin un enemigo al que no puedes hacerle frente, tonto narcisista –dijo para sí.

¿Y bien? –preguntó Rea desenfundando su hoja corta–. Tenemos a treinta y nueve de ellos, es un maldito regimiento.

Adam respiró profundamente, apoyando el arma contra lo que quedaba del escritorio quitó el seguro y jaló hacia atrás la corredera, amartillando el arma.

Tengo treinta balas, confío en que te encargaras del resto. –Apuntando a través de la mira contuvo la respiración antes de apretar el gatillo.

Corrigiendo levemente su posición la bestia en sus manos rugió nuevamente.

Queda treinta y siete. –En un abrir y cerrar de ojos dos demonios habían caído.

Cada vez me caes mejor. –Rea sonrió antes de echarse a correr hacia la multitud de seres con su espada corta en el aire.

Cien metro la separaban de su objetivo, y mientras corría reflexionaba sobre lo que estaba haciendo. Podría dejar que los demonios los destrozaran y luego encargarse de Adam; así terminaría su trabajo y recuperaría a su hermana. Entonces... ¿Por qué los estaba ayudando?

Tiempo MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora