-Cecile-

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El aire entraba a duras penas en su pecho. Estaba exhausto, pero seguía corriendo. Sus lentes se desacomodaban continuamente pero no le daba importancia más allá de acomodarlos torpemente.

Era veloz, pero humano. Por fin llegó a su límite y no pudo seguir persiguiendo a la sombra frente a él, que desapareció de su vista sin dejar rastro.

¡Maldición! –exclamó Adam mientras recuperaba con dificultad el aliento a grandes bocanadas.

Se le había escapado, no dejaba de maldecirse. Estaba exhausto, las piernas le pesaban y ya no soportaba el punzante dolor en su costado. No solo por el esfuerzo reciente, sino por todo lo ya vivido. Trataba de recordar algún momento de su vida en la cual no se viera a si mismo corriendo, o luchando.

Joshua no sentía ese cansancio pues no era completamente humano. Él lo era, y tanta lucha lo agotaba. Envidiaba eso de él.

Había momentos en los cuales deseaba nunca haber conocido lo que había detrás del velo de la noche, la realidad de este mundo. Con diecisiete años había luchado el equivalente a guerras, esto debía terminar alguna vez.

Pero no podía. Lo encontrarían y obligadamente tendría que pelear. Ya lo había intentado y solo consiguió envolver a su amiga en aquella guerra sin fin.

Pero recordaba lo bueno de esto, la cantidad de vidas que salvaba tras cada pelea. Él y Joshua habían combatido mucho tiempo, y se enfrentaron ferozmente cuando decidió abandonar esta vida.

Y ahora se encontraban nuevamente hombro a hombro luchando una guerra perdida. Una guerra que la humanidad podría perder en cualquier momento, se sentía como el titán griego Atlas al sostener ese peso sobre sus hombros.

Era una carga que llevaría hasta que no pudiera pelear más, pero eso estaba lejos de pasar.

Todos esos pensamientos daban vueltas en su mente mientras se reponía. Ahora debía regresar y reagruparse, era necesario un nuevo plan.

Maquinaba una forma de tenderle una trampa a aquel asesino, pero no se le ocurría otra forma más que buscar a otra persona con una marca al igual que Joshua.

Pero eso significaba poner a alguien más en peligro, alguien con familia y amigos, alguien con una vida. La herida de la muerte de Amelia era aún muy nueva. Ella también era su amiga, sentía pena al pensar en sus padres.

Sus pensamientos se vieron distraídos por dos rayos que surcaron el cielo sobre él, y luego un tercero. La negrura de la noche destelló del color del atardecer por unos míseros segundos.

Un suave murmullo lo exaltó de sobremanera, un tenue llanto sonaba cerca, muy cerca de él. Subió su guardia al instante, ambas armas al frente.

Con paso lento y su dedo en el gatillo se acercó al origen del sonido, ubicándolo agudizando el oído. No le tomó mucho encontrar su procedencia pues esta se hizo presente por sí misma.

Desde la oscuridad surgió una pequeña figura encapuchada con una larga túnica negra que arrastraba por el suelo.

Adam amartilló ambas armas mientras no dejaba de apuntar, pues entre sus brazos cargaba una enorme guadaña totalmente desproporcionada en comparación con el tamaño de quien la portaba.

La figura se acercó lentamente al verse descubierta. No dejaba de sollozar, y no parecía una amenaza pues ni siquiera sostenía su arma apropiadamente. Pero Adam no se dejaría engañar.

¿Tú eres Joshua? –La figura hizo una pausa buscando aliento entre sus sollozos–. ¿O Adam?

Adam, ¿Quién eres? –preguntó duramente el pistolero al verse confundido–. ¿Cómo sabes mi nombre?

La figura jaló de sus ropajes, descubriendo su rostro infantil y empapado en lágrimas. Era una niña de cabello corto y tez pálida, sus mejillas estaban teñidas de rojo y sus ojos castaños se veían cansados de llorar. No aparentaba más de once o doce años.

Mamá me dijo que te buscara, que tú me pondrías a salvo cuando ella se fuera. –La niña amenazaba con romper en llanto nuevamente, abrazando el mango de la guadaña contra su pecho.

¿Quién es tu madre? –Ante la pregunta los ojos de la niña empezaron a verse más y más húmedos.

Se llama...Juno. –Al pistolero se le hizo un nudo en el estómago, ¿Esto era una trampa?

No te entiendo. ¿Eres hija de Juno?.

Mamá se fue, y no va a volver. Me dio esto y se marchó. –Su llanto fue en aumento a medida que relataba su historia–. Me dijo que te buscara.

Adam no sabía qué hacer. La niña ahora se estaba desarmando en lágrimas y no respondía a sus preguntas. Tenía que buscar a Joshua, él debía de tener alguna explicación. ¿Pero qué le ha pasado a Juno? No es que le importase algo lo que le pasase, pero hacía nada se había reunido con ella. Y vamos, ¡es la puta parca!

Se tragó sus inseguridades y guardo sus armas. Atrajo hacia él a la pequeña, abrazándola y tratando de consolarla. No había de otra, tendría que llevarla con él.

Dime, ¿Cuál es tu nombre?

Cecile...soy Cecile –dijo mientras se secaba las lágrimas que no dejaban de caer.

Bueno, Cecile, ¿quieres venir conmigo?

Sí, mamá me dijo que fuera con ustedes aunque tú o Joshua no quisieran.

Vaya respuesta, la muerte misma los había escogido de canguros de su hija. Ahora tenía una carga más en sus hombros. Pero no era su culpa, es solo una niña. Adam tomó su mano y comenzaron a andar mientras él pensaba como había pasado de perseguir a un asesino a ser niñero.

Por cierto, tengo hambre. –Adam selimitó a sonreír forzosamente ante aquel comentario. Él no lo sabía pero lanoche estaba lejos de acabar.


Tiempo MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora