7. BOLAS DE NIEVE

614 71 9
                                    

No todas las thysiatis eran como había pensado: bordes, malas y que me querían ver muerto, al menos ya no eran todas así. Logré que Aske, Zoya, Shina y Kendra no me odiasen. Ragna seguía queriendo mi cabeza clavada en un palo. Yo seguía sin poder ver siquiera a Dido y Elly, gracias a los dioses mantenían las distancias y no se acercaban a mí, seguían dándome miedo.

Tras la noche de los espíritus, Shina habló con Magissa e intentó convencer a todas sus hermanas para hacerle llegar el ramo de Thytos a mi padre. Zoya y Kendra me trajeron decenas de ramos más, pero de nada me servían si Shina seguía sin convencer a la más importante de sus hermanas, Ragna. Ya hacía una semana y sus únicas palabras habían sido: "No".

―Dejadme hablar a mí con ella ―les dije a Shina y Viola―. Tengo argumentos para convencerla.

―No puede ni verte ―contestó Viola―. Cuando una idea se le mete en la cabeza... no la cambia.

―No pierdo nada por intentarlo, por favor ―rogué una vez más. Shina asintió con la cabeza a Viola y ésta al final asintió también―. Gracias.

Salí corriendo del tipi de Shina, no me importó que Viola no me diese su permiso porque no me iba a escapar. Ya había empezado a dejar de desconfiar de mí y yo sabía que las thysiatis eran los ojos de su hermana pequeña. Si yo salía solo, siempre había alguna de ellas que me estaba observando, me hacían sentir inquieto, como si hiciese algo malo, por eso siempre intentaba salir con Viola. Pisé con fuerza la nieve, había cuajado tanto que me llegaba por los tobillos. Todos los días quitaba la nieve del para-nieves de Kendra, me daba miedo que el peso de la nieve se le cayese encima y se despertase con un ataque.

Caminé deprisa hasta el único tipi rojo escarlata, sabía que no estaría dentro de él, pero como eran decenas de ojos los que me observaban, alguno de ellos le haría saber que estaba fuera de su tipi. Vendría, porque odiaba que me acercase a su casa. No tardó en venir a buscarme. La pude ver a lo lejos, solo le faltaba echar humo por la nariz, tenía su puño cerrado e iba directa a por mí. Salí corriendo hacia un enorme árbol que había cerca de del tipi de Magissa. No había mirado hacia atrás, sabía que me seguía. No dudé en subirme al árbol como si fuese un cobarde, no lo era. Ya no me daba miedo, le tenía respeto, pero sus puños parecían de hierro cuando se trataba de golpearme.

―¡Demonio cobarde! ―me gritó desde abajo del árbol―. ¡Baja ahora mismo! ¡Lucha como aquellos que se hacen llamar hombres!

―No quiero ―dije subiendo un poco más alto―. No quiero pelear contigo, solo quiero que me escuches.

―¡Yo estoy deseando a travesar tu pecho con la misma lanza que usas para matar a los peces!

―De donde yo vengo los hombres no pegan a las chicas ―casi reí deseando ver su cara con aquello que le iba a decir―: Y tú eres una chica aunque te cueste creerlo.

―¡Serás...! ―me lanzó una piedra que me dio de lleno en la cara―. ¡Baja aquí te he dicho, demonio cobardica!

―Prometo no volver a acercarme a ti, prometo no mirarte, ni hablarte nunca más si mandas a mi padre la planta Thytos, por favor, te lo suplico ―prometí.

―No.

Salté del árbol cuando Ragna dio media vuelta para irse. Me agaché, cogí nieve del suelo y la apreté hasta hacerla una bola para después lanzársela a la espalda.

―¿Y tú te haces llamar thysiati? ―casi le grité―. Me llamas demonio a mí cuando no he matado a ningún hombre, no he quitado vidas humanas porque soy incapaz de hacerlo cuando tú estás deseando quitarme la mía. Yo daría la vida que me quieres quitar por mis padres, por mis hermanos y por mis amigos, mientras tú te limitas a decir "no". Cuando te niegas a ayudarme te niegas a salvar la vida de cientos de personas que han sido obligadas a ir a una guerra que no es suya.

Demonio de aceroWhere stories live. Discover now