14. EL FRENTE

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Regresamos al bosque aunque no fuese de día como habíamos acordado horas atrás, pero después de la pérdida de Oliver a ninguno nos importó volver. Cyril no se alejaba, permanecía junto a mí porque muchos de los vampiros de Aryun nos miraban y seguían, pero solo él y yo los podíamos ver. No podían hacernos nada porque mis ojos habían llorado la sangre de la vampiresa Cassandra, aquello era como tener vía libre, como llevar un cartel en la frente que dijese: ‹‹Criatura protegida, no comer››. Geluk había explicado en su libro que todo hombre que tuviese la marca de sangre de Cassandra saldría con vida de la ciudad y aquellos que acompañaban a aquel hombre también lo harían. Pero solo si permanecían unidos, porque cuando uno de los hombres se descuidase sería pasto de los vampiros, un saco de sangre que se quedaría seco por haberse rezagado.

Hasta que no estuvimos entre ciertos árboles del bosque, no pude ver una torre que parecía humo, solo entonces supe de qué bosque se trataba. Un libro anónimo de hacía cientos de años contaba el misterio de una torre rodeada de cientos de árboles, se decía que en ella vivía un espectro que hacía que todo hombre o mujer que pisase aquella tierra maldita, viese sus peores miedos, se hacían reales y si no lograbas salir a tiempo morías a manos de tus pesadillas. Ningún mapa marcaba el lugar exacto de aquel bosque ya que nunca permanecía mucho tiempo en el mismo lugar. Nadie sabía cómo se movía o si desaparecía sin más. Pero conforme nos adentrábamos en la espesura los árboles parecieron desaparecer e incluso la torre que al principio había parecido humo, dejó de estar allí y casi sin darnos cuenta, no había ni rastro de la niebla oscura ni de los árboles grises. Casi de forma mágica aparecieron nuestro carro con los bueyes y el caballo. Los animales estuvieron tranquilos cuando los revisamos. No tenían rasguños ni heridas, pero el carro estaba volcado y todas las estacas que no habíamos podido coger antes de echar a correr estaban partidas por la mitad.

―Mi brújula se ha vuelto loca ―renegó Vladimir. Sacudió un par de veces una brújula de la que nunca me había percatado y después nos la enseñó―. No deja de girar y girar, ¡maldita sea!

―No se preocupe ―dijo mi padre acercándose a unas rocas―, no nos hace falta una brújula para saber dónde se encuentra el Norte, con el musgo podemos averigu... ―se calló de golpe al ver que todas las rocas y los troncos de los árboles cercanos tenían musgo por todas partes―. O quizá no...

―Es magia ―dije―. Cassandra sabe cómo proteger su ciudad, avisa a las personas con sus carteles, pero nunca te dice cómo llegar a no ser que le interese.

―Tonterías ―escupió Vladimir.

―Después de haber visto cómo una bruja vampiro se comía a uno de sus hombres, después de pasar por un bosque maldito... ¿sigue pensando que son tonterías? ―dije incrédulo.

―Hammel... a Zonder le ha rebanado el cuello una mujer durante un acto sexual yo no he visto ningún colmillo fuera de lo normal entre sus dientes, ni su cara deformada ni nada de nada. Ninguno de nosotros excepto tú, ha visto que esa prostituta practique brujería ni nada de eso ―dijo Vladimir acercándose a mí con un tono impertinente―. Y todos los bosques han tenido niebla alguna vez. Eres demasiado mayorcito para creer en cuentos.

―Si son solo cuentos, ¿cómo puede explicar la sangre de mi cara? ―señalé mis mejillas, las toqué y por si fuese poco le mostré la sangre de la yema de mis dedos.

―¿De qué estás hablando? ―de verdad parecía estar confundido―. Yo no veo ningún rastro de sangre.

Entonces miré a Snorri y a mi padre, ambos me negaron con la cabeza y me volví para mirar a Cyril, supe que él sí lo veía, pero también negó con la cabeza. Supuse que por miedo a que también lo llamasen loco. Saqué la daga de su funda y me miré en el acero de la hoja, pude ver la sangre en mi reflejo.

Demonio de aceroWhere stories live. Discover now