20. MI FINAL

627 68 15
                                    


Pasaron los días, quizá dos, quizá tres, no lo sabía con exactitud porque el sol había permanecido oculto todo aquel tiempo. Creía que me iba a volver loco si pasaba un minuto más sin dormir. Había parado a descansar incontables veces para que Lud durmiera y reposara porque la nieve casi sobrepasaba el metro de altura y se endurecía por segundos. Había hecho tanto esfuerzo con sus patas sobre el hielo que incluso llegamos a caernos varias veces. Tenía miedo de dormirme, de no ver a los cudovis u otra criatura se acercaba y nos matase a Lud y a mí. Todas las veces que paré no fui capaz de cerrar los ojos más de dos segundos.

Había intentado encender una hoguera cientos de veces, pero la nieve caía tan fuerte que igual que las encendía se apagaban, hasta que desistí y dejé de intentar encender, aunque fuese una pequeña llama. Lo único que había comido en ese tiempo fueron unas bayas congeladas y el poco cereal que me quedaba. No había visto ningún animal para poder cazarlo y comerlo, ni siquiera una miserable hormiga. Encontrar comida para Lud también era difícil, la poca hierba que quedaba bajo la nieve estaba marrón, pero ella parecía aguantar el hambre mejor que yo.

La garganta me empezó a arder, sentía dolor y la mucosidad de mi nariz bajaba hasta ella por haber comido y lamido la nieve, o mejor dicho, el hielo, porque todo lo que nos rodeaba era hielo desde el mismo instante en el que los copos de nieve se posaban sobre otros. Jamás había tenido tanto frío, tenía tres mantas de piel que me cubrían, pero nada era capaz de hacerme entrar en calor. Me había adentrado en una zona donde los árboles escaseaban y no podía resguardarme del aire. Así que en el momento en que vi un enorme pino frente a mí, casi corrí hacia él tirando de Lud.

‹‹¿Cómo son capaces de vivir los hombres del desierto de hielo? ¿Cómo se resguardan del frío?››. Aquellas dos preguntas que habían pasado por mi mente me llevaron hasta una única palabra: "Iglú". ¡Claro! ¡Qué estúpido había sido! Casi me puse a escavar entre la nieve hasta que mis manos tocaron suelo. Me fui abriendo paso poco a poco hasta que hice un espacio lo suficiente grande para que Lud pudiera tumbarse. Fui construyendo a su alrededor una espiral de bloques de hielo que iban de más pequeño a más grande hasta que llegué a construir una cúpula, bueno, más o menos, me había quedado algo chapucera, pero me servía y eso era lo que me importaba. Me costó horas y horas construirlo, no sentía los dedos bajo los guantes y me había dado dolor de cabeza pensar en cómo debía construirlo. Lo único que tuve claro desde el principio era que debía ser de hielo; una cúpula y dejar un espacio para poder salir, que había dejado a medio metro de distancia del tronco del pino para que ningún animal pudiese entrar.

Satisfecho con mi trabajo me acurruqué junto a Lud, nos tapé a ambos, por primera vez en casi un mes cerré los ojos sin preocuparme del tiempo que dormiría, de que ningún grito de auxilio me iba a despertar, ni siquiera de que un bárbaro pudiese encontrarme y degollarme. Todas mis preocupaciones se desvanecieron por una noche.

ef

Cuando abrí los ojos me encontraba mejor que hacía mucho tiempo. Hubiese seguido durmiendo, pero el olor de las heces de Lud era insoportable, al mirar el hueco de salida y entrada me di cuenta de que la nieve lo había cubierto. La empujé para intentar salir, pero se había helado mientras dormía, me había quedado encerrado. Intenté derribar la cúpula, pero al parecer la había construido mejor de lo que creía. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue que debía encender un fuego, pero ni era tan idiota para hacerlo para asfixiarme por el humo ni tenía el material necesario allí dentro.

Me tapé la nariz con una manta, porque la peste de las heces de Lud me impedía concentrarme. ¿Qué hubiese hecho Snorri? Seguro que no habría construido el iglú. ¿Y Varik? ¿Qué hubiese hecho él o Vladimir? Seguro que derribarlo a golpes o con el monstruoso mazo. Pensar que estaba allí atrapado por culpa de ese cabeza hueca... estaba buscando la planta para que ese idiota asesino sin escrúpulos no se muriera por las heridas que yo le había hecho. Ojalá perdiese una pierna o las dos. ¿Derribar el iglú? ¿Cómo podía hacerlo? Apenas tenía fuerza en esos momentos, me encontraba débil, tenía hambre, estaba cansado y la peste de allí dentro me acabaría matando si no lo hacía antes la falta de oxígeno.

Demonio de aceroWhere stories live. Discover now