7 TERRIBLES CICATRICES

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La semana siguiente fue similar a los días anteriores. No nos volvieron a llevar a aquella poza, las comidas no habían cambiado, pero ninguno nos quejamos. Los adiestramientos con las espadas habían aumentado de horas e intensidad y nos habían enseñado nuevas técnicas. Yo había mejorado muchísimo, se me daba bastante bien, había encontrado mi destreza, el cuerpo a cuerpo con espada y escudo. Snorri era bueno en todo, manejaba lanzas, el tiro con arco y golpeaba con los mazos, pero esto último se le daba bien, de manera alarmante, a Varik.

Aquello no me había hecho ninguna gracia, menos mal que las verdaderas armas se guardaban bajo llave después de cada entrenamiento, si no me hubiese sido imposible dormir, solo de pensar que las sandías y calabazas que espachurraba con el mazo podrían ser cabezas me ponía malo, aquello le quitaría el sueño a cualquiera. Vladimir tenía especial afecto hacia Demetry y Varik, ambos eran sus discípulos personales. Les enseñaba cosas diferentes, trucos sucios por hablar claro y no le había hecho ninguna gracia ver como yo mejoraba. El día que nos enseñaron la destreza del arco, me volvió a dejar en ridículo delante de todos.

―Más te vale mejorar con las flechas o te meteré esta misma por el culo antes de que salgas por esas puertas dentro de un mes, Hammel-Go.

Me dijo aquellas palabras cuando me resultó imposible colocar la flecha entre la cuerda y la madera del arco. Entonces me cogió del cuello, puso el filo del acero de la punta de la flecha bajo mi barbilla y me las susurró. Saber que cumpliría su amenaza me hizo estar durante el resto de aquel día mejorando hasta cumplir mi propósito: tensarla, soltarla y que se alejase de mí al menos tres metros.

En aquellos momentos solo me preocupaba una cosa, ver que mi padre no había mejorado. Se pasaba los días agotado, apenas comía y dormía. Lo justo respiraba y lograba mantenerse en pie. Había adelgazado muchísimo y aunque la señorita Shannon lo mimaba un poco dándole a escondidas algún que otro dulce, no conseguía coger peso. El tatuaje no se le había curado ni un poco, es más, se le había infectado. Y por si todo eso no fuese suficiente tenía que aguantar los insultos, las burlas y algún que otro golpe del asqueroso tirano de Vladimir.

Yo sabía que mi padre de verdad se estaba esforzando, que hacía todo lo que estaba en sus manos para seguir adelante y mejorar, pero no era yo quien debía saberlo, sino Galder Bierbaum. El administrador era quien se encargaba de seleccionarnos antes de salir de la séptima fortaleza y partir a nuestros destinos. Yo sería capaz de afrontar ir a las filas como peón si mi padre era escogido como escudero, pero de no llegar a servir a otro guerrero... ni siquiera podía imaginármelo.

Snorri y yo éramos como uña y carne. Habíamos descubierto que no éramos los únicos con los que Demetry y los suyos se metían. Los pillamos colgando al pobre Cyril de los pies con una cuerda atada a una biga de madera. No podíamos dejarlo allí colgado, así que para poder descolgarlo tuvimos que enfrentarnos al grupo de matones de Ovis, entre ellos Varik. Por suerte solo había habido dos buenos contrincantes, Sullivan e Ivanov. Al resto los vencimos con los golpes de unos simples palos y a los otros dos con la ayuda de los palos, golpes con los puños y con patadas. Desde aquella tarde, Cyril se había unido a nosotros, los tres comíamos y entrenábamos siempre juntos, nos habíamos hecho buenos amigos.

Vladimir nos encerró juntos en los nauseabundos calabozos. Según él, lo había hecho porque nosotros, tres jóvenes delincuentes, le habíamos dado una paliza a un pequeño grupo que solo se divertía en una conversación subida de tono. Mentiras... le había dado igual ver todavía la cuerda entre los pies de Cyril. Con tal de proteger a sus dos queridos discípulos era capaz de todo. Eso y tener la oportunidad de fastidiarme a mí.

Demonio de aceroKde žijí příběhy. Začni objevovat