5. VIDA

662 64 5
                                    


Me llevé las manos a la cara, aquella sensación era como si miles de arañas correteasen por ella. No pude evitar sacudirme con las manos para intentar quitar aquello que hormigueaba mi piel, pero no tenía nada, era por dentro de ella, no por fuera.

―¿Qué me pasa? ―pregunté con miedo―. ¡¿Qué me estáis haciendo?!

―Solo te estoy curando las heridas de tu cuerpo ―me respondió una voz grave―. Deberías tranquilizarte, no te pasa nada malo.

Miré a todos lados, estaba nervioso, tenía miedo. A mí alrededor solo había flores y una pequeña camada de los mismos animales que Maggisa tenía en su regazo. Respiré hondo y solo entonces miré con claridad a la thysiati musculosa. Tenía una cara dulce a pesar de tener un cuerpo tan fuerte, su nariz era chata, sus ojos eran expresivos y de color dorado. Era Zoya, aquella que amaba tanto la vida que podía revivir a las plantas muertas y curar a los animales enfermos sin ni siquiera tocarlos. La única que no había pedido mi cabeza ni quería verme muerto. Nunca me la hubiese imaginado de aquella forma, porque por la manera en que Viola hablaba de ella parecía una chica pequeña y frágil. Había sido un idiota en pensar que me iba a hacer daño y todavía más al haber creído que Viola me llevaba a un lugar para hacerme daño cuando solo quería curarme.

―Zoya, te agradecería mucho si llevases a Ulric contigo a uno de tus paseos ―rogó Viola―. Quiero que vea de lo que eres capaz de hacer.

―Estaré encantada de llevármelo, pero antes ―dijo acercándose más a mí. Me vi obligado a mirar hacia arriba―, voy a curar su herida interna un poco para que deje de sentir que alguien aprieta su corazón.

Tocó con cariño la parte izquierda de mi pecho con su enorme mano. Sentí de nuevo ese molesto hormigueo, pero aquella vez aprecié mejor su efecto. Noté como la presión que me ahogaba y me hacía sentir mal desaparecía. Aquella mancha de oscuridad que las llamas del fuego de las gemelas me habían dejado, desapareció. Ya no me dolía ni un solo músculo, las heridas y moretones de mi cara ya no estaban, pude verlo en los ojos dorados de Zoya, porque eran tan grandes y cristalinos que me reflejaba de manera perfecta en ellos. Toqué mi labio para comprobarlo con mis propias manos, ni las postillas de la daga de Snorri ni el golpe de Ragna estaban allí.

―Gracias ―suspiré atónito.

―Ha sido un placer―salió fuera de la caseta, pero se giró tras salir para mirar a Viola―, ahora ven conmigo.

―Hermana, que no se te olvide que Ulric es mío ―dijo con tono autoritario―. No lo pierdas. Tienes mi permiso para hacer ya sabes qué si es necesario.

―No te preocupes, conmigo estará seguro.

―¡De acuerdo! ―sonrió―. ¡Divertíos!

Viola se alejó dando saltos, de vez en cuando se giraba para saludarnos con la mano, estaba emocionada. Yo no sabía qué iba a enseñarme Zoya, pero su emoción me dijo que era muy bueno. No pude evitar sonreír mientras se alejaba, me recordaba tanto a mi hermana Emma que no quería pensar que no era ella la que se alejaba. Las fuertes pisadas sobre la escarcha de la hierba me hicieron girarme hacia Zoya que me llevaba algo de ventaja. Miré bajo sus pies, la hierba que se marchitaba al ser pisada volvía a ser tan viva y tiesa como antes nada más levantar sus pies. Al contrario de Zoya, la hierba que yo pisaba se moría bajo mis pies, así que aceleré mi ritmo para alcanzarla y que la hierba que yo mataba renaciera con su presencia. Y así fue.

Nos metimos en el bosque de hojas azules y cortezas moradas, tenía nieve y escharcha en sus hojas. Cuando Zoya pasaba, la nieve se derretía dejando ver colores todavía más vivos. No detuvo su marcha hasta ver como una planta de tallos y hojas marrones se marchitaba. Se inclinó, alargó su dedo para tocar la planta para revivirla y volverla de un color naranja vivo. Un segundo después de que Zoya dejase de tocarla, empezaron a brotar flores de colores verdes y rosas.

Demonio de aceroWhere stories live. Discover now