Capítulo 11

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Era imposible ver las estrellas esa nublada noche.

La brillante luna blanca que se apreciaba cercana era ocultada poco a poco por las nubes. Los relámpagos de luz electrizante que cortaban el cielo eran seguidos por estrepitosos truenos. Todo indicaba que una tormenta se avecinaba.

Sherlock estaba frente a mí, esperando una respuesta. Nervioso.

Nunca, desde que lo conocí, lo había visto tan inseguro. Él, que gozaba ampliamente de presumir su habilidad de leer a la gente como libros abiertos, que era todo menos paciente, que odiaba tener que escuchar la opinión de los demás; se veía obligado a contenerse.

Después de un silencio de varios minutos, tenso e incómodo, decidí hablar.

-Dejaste que llorara tu muerte- dije, en un tono de voz bajo, abatido-me manipulaste, abusaste de mi confianza, rompiste mi corazón, y me mentiste incontables veces- hice una pausa, volteé a ver al suelo y mis ojos empezaron a humedecerse cuando volví a ver a Sherlock-si en verdad te importo tanto, ¿por qué, Sherlock? ¿Por qué no me hiciste parte del plan? Cualquier día. -Cualquier. Maldito. Día. -Pudiste darme una señal de que estabas vivo.

-No podía. La situación era delicada y temía que fueras indiscreto.

- ¡Indiscreto! ¿Y quién era parte del plan? Supongo que alguien en quien confías mucho, por supuesto. Alguien que no revelaría el secreto. Alguien que no fuera yo, porque claro, yo no soy de fiar para ti. ¿Quién Sherlock? - Me alteré, pero luché contra mi ira- Olvídalo. No me digas. Sólo harás que me enfade de nuevo.

- ¿Quieres saber por qué hice todo esto, John? ¿La verdad?

-Ilumíname

-Sólo trataba de protegerte. Quizá Jim Moriarty está muerto. Pero sus aliados no. La red estaba intacta, y mientras se encontraba así, tú vida corría peligro. Obviamente, lo primero que harían era buscar venganza. Tenía que terminar con ellos. Uno por uno. Si descubrían que te mantenías en contacto conmigo, si sospechaban de ti... Primero te torturarían para hacerte hablar. Y cuando se dieran cuenta de que alguien tan leal y fuerte como tú no lo haría- no lo digo por halagarte, lo digo porque es verdad- se desharían de ti de la forma más cruel. Es por eso. Es porque...- Sherlock se detuvo, como si la siguiente palabra fuera difícil de pronunciar, como reflexionando si era correcto usarla- Porque... te... amo...-Aquello ultimo me tomó totalmente por sorpresa. Era la primera vez que él me lo decía. Pero no me gustaba que se diera en esa situación tan pesimista, y difícil para ambos. -Pero...las... cosas han cambiado.

-Sí. – respondí-Estoy con Mary ahora.

El labio inferior  de Sherlock empezó a temblar involuntariamente.Me ofreció su mano, para despedirse.

-Con respecto al anillo de compromiso- comentó- Argolla de dos hileras con diamantes en platino, 4 mm de ancho.

-Pero... creo que ese...era para hombre- respondí, riéndome. Había olvidado mi resentimiento por un segundo. Sherlock sonrió al verme hacerlo, suspiró y se dio la vuelta, a punto de irse. Yo lo detuve al recargar mi mano sobre su hombro.

- No te vayas- dije- Cuando te vi fuera de la cafetería, Sherlock... "imposible" fue lo primero que cruzó mi mente. Entonces, cuando desapareciste, podía quedarme bebiendo mi café e ignorar que te había visto. Pero no lo hice, porque no podía explicarme lo que acababa de ocurrir. Eso significaba que había una posibilidad, pequeña, pero la había; de que realmente habías vuelto. No sabía qué hacer. Hasta que recordé el consejo que un sabio detective me dio: "Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad". Y lo seguí. ¿Crees que te hubiera buscado si no quisiera estar contigo? ¿Crees que soy feliz sin ti? Obsérvame, Sherlock. ¿Qué es lo que deduces de mí?

Me contempló de arriba a abajo.

- Tu nuevo apartamento escasea de muebles, tu dieta se basa en comida instantánea, si es posible, eres aún más distraído que antes, aislado, sentimental, solitario, Harry y tú se llevan mal de nuevo, lees el periódico, tu tez me indica que eres un ermitaño, tus ojos que sufres de insomnio, tu ropa que no tienes interés en una relación a largo plazo, las citas no te entusiasman como solían- frunció el ceño- aunque te has planteado la idea de casarte con Mary, lo que es contradictorio...

-Exacto. Mary y yo tenemos lo que se llama una relación de comodidad. Salir con ella al principio me ayudó mucho, y no mentiré, se volvió la persona más importante para mí por un tiempo. Pero los momentos buenos se hacen menos. Olvido fechas importantes para nuestro "noviazgo", las salidas sólo son simples formalismos, a las que asisto por obligación. No tenemos gustos en común. Y la única razón por la que no hemos terminado, es porque ella se ha esforzado en hacer que las cosas funcionen, y yo no quiero estar solo. Mary representa el camino seguro a una vida tranquila. El "correcto". Me engaño a mí mismo al seguirlo. Yo no quiero eso.

Di un paso hacia adelante para acercarme más a Sherlock. Lo abracé.

-Yo te quiero a ti- concluí.

Sherlock recargó su cabeza sobre mi hombro y sus brazos me rodearon. Sentí su respiración, y la manera en que acariciaba y revolvía la parte de atrás de mi cabello.

Las gotas de las nubes cargadas empezaron a caer sobre nosotros. No las sentimos. Los carros y la gente seguían pasando, y los ignoramos. Sólo éramos nosotros dos, y lo demás no importaba. Sólo ese cálido abrazo de personas que se extrañan terriblemente, que después de años de distancia y añoranza, se reencuentran.

Fuimos caminando de regreso a casa. No a mi apartamento. A Baker Street. Sherlock me cubrió con su abrigo para que no me empapara con la lluvia.

Tocamos la puerta. Se escucharon los pasos atolondrados de la señora Hudson, que abrió y la vimos con sus ojos entre cerrados y sus pantuflas rosadas que combinan con su pijama.

Al principio, no reaccionó, pues se había levantado después de tener un sueño profundo. Pero cuando lo hizo... gritó tan fuerte que me tuve que tapar los oídos para no quedar sordo. Me sorprendió que aquello pudiera provenir de una mujer tan pequeña.

Recibió a Sherlock con el cariño de una madre, y nos regañó por mojarnos.

"¡Podrían enfermarse!", "¡Les prepararé té y traeré unos bizcochos!" "¡Vayan a calentarse!" "¡Dios mío, es un milagro!", "¡No había pasado algo tan bueno desde que ejecutaron a mi esposo en Florida!"

Gritaba con una voz chillona, y daba pequeños saltitos de la emoción mientras se dirigía a la cocina y tarareaba una canción.
Lo primero que Sherlock y yo hicimos fue sentarnos en nuestros sillones, con los que tan familiarizados estábamos.
La señora Hudson nos entregó el té.

-Mary es una mujer maravillosa-dije- creo que debería darle una oportunidad

Sherlock empezó a toser, ahogándose con la bebida, y colocó la taza de té a un lado. Me empecé a carcajear.
-¡Debiste ver tu cara!

Fix You Where stories live. Discover now