Capítulo IX - Cuentas Pendientes

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Piscis suspiró —Bueno, vine a que pagues lo que me debes — sonrió con ternura. El hombre se rió a carcajadas junto a sus secuaces.

—Creí que había quedado claro que J. D. no le paga a nadie— esta vez fue ella quién rió, aunque mirando hacia el piso y en voz baja.

—Creí que había quedado claro que Jey-Jey no quere verme enojada— levantó su mirada y observó al tatuado, quien la mirada con cara de pocos amigos — ¿No crees que es hora de dejar los juegos de niños y comenzar las apuestas?— Piscis se acercó al hombre y apenas pude oír lo siguiente que dijo — yo ya tengo listo mi AS bajo la manga— agregó y alzó un poco su brazo con la palma de su mano mirando hacia el oscuro cielo de la noche.

     El calvo la miró con una ceja levantada y metió la mano dentro de la manga del buzo que la teñida llevaba. Cuando vi lo que dentro de ella llevaba y lo que ahora el obeso sostenía se me cortó la respiración por una eternidad.

     Piscis, aprovechando su agilidad y que el hombre estaba anonadado, se alejó un paso de su robusto cuerpo, espacio suficiente como para levantar su bate y darle en el cráneo, este casi muerto se cayó hacía atrás, todos los secuases se acercaron a él, y cuando ella corrió la intentaron perseguir pero era muy tarde. Yo comencé a correr hacia ella para protegerla de lo que segundos después sucedería.

     Logré llegar a ella pero ambos caímos, ya detrás nuestro por fin el estallido había ocurrido. Pedazos de diferentes cosas golpearon nuestro cuerpo y rasgado nuestras ropas, sobre todo las de ellas, quien había quedado más expuesta.

     Tosimos un poco y nos quedamos viendo las llamas que se habían creados, por mi parte las arcadas amenazaban con comenzar al sentir el olor de carne humana quemada.

—¿¡UNA GRANADA!? ¿¡ESTÁS MAL DE LA CABEZA O QUE MIERDA ESTÁ MAL CONTIGO!?— grité furioso, aunque en realidad era el miedo que había acumulado pero no sabía como, o más bien no cedía, demostrar. Ella seguía tirada en el suelo boca acabo, apoyada en sus antebrazos y con la cabizbaja y cabellos en su rostro, riendo entre sus toses.

—Debes admitir que fue mejor que las películas- su comentario absurdo me hizo suspirar de todos modos hay algo que no entiendo— levantó su cabeza y me miró a los ojos– ¿A ti quién te llamó?

     Me crucé de brazos y rodé mis ojos para luego ponerme de pie, mientras que ella solo se colocaba boca arriba y suspiraba de manera extraña, cuando le miré para ver que tenía, distinguí un trozo de una navaja, probablemente perteneciente a un difunto enemigo, clavado en su abdomen. Inmediatamente me arrodille junto a ella, quien había subido su remera y estudiaba con cuidado la herida, tocaba la hoja de metal y el borde de la herida. Sin pánico ni desesperación, ella sabía que debía ser cuidadosa y paciente con esto.

—De acuerdo, no toco ninguna arteria ni tampoco llegó a un órgano,creo que ni siquiera hizo mucho daño al músculo— dejó escapar un suspiro al mismo tiempo que se recostaba por completo en el concreto—pero duele como la mierda. Acaricie su rostro y ella me sonrió, estaba sudada y con el rostro mojado y sucio, pero aún así había belleza en ella. —A la cuenta de tres yo lo quito, tu ataras un trozo de tela alrededor de mi cuerpo y ese será el vendaje provisorio.— yo asentí y ella respiró hondo.
     Luego de estar en silencio unos segundos mientras yo me quitaba la remera que llevaba dejabo del buzo y me colocaba nuevamente este último, llevó a cabo su pedido.

—Cuenta— habló mirando el cielo nublado.

—Uno— llevé mis manos a su cabeza y acaricie un poco su cabello—Dos—le solté y puse mis manos a un costado de las suyas, sin interponerme enzima de las mismas—¡Tres!— exclamé y ella quitó rápidamente el trozo de arma blanca soltando un fuerte grito de dolor, rápidamente coloqué la remera como lo habíamos planeado y en unos pocos segundos todo había terminado.

—Puta madre—murmuró con los ojos cerrador y la respiración agitada. Yo reí por lo bajo y la tomé en mis brazos para luego dejarla en el piso y evitarle el esfuerzo abdominar de levantarse, le alcance su bate y usó este como bastón.

     Antes de comenzar a caminar hacía casa de nuevo, ella me detuvo.

—No me esperes, llegaré luego— y eso fue lo único que dijo antes de comenzar a caminar al lado contrario que yo planeaba.

—¿De verdad Piscis?— pregunté con los brazo abiertos, frustrado por sus acciones. Ella me alzó una ceja.

—¿Perdona?

—¿Te gusta ponerte constantemente en peligro?— no sé en que parte de la oración comencé, pero terminé gritando.—¿ES ESO?— su ceño se fruncio, y alzó su dedo medio para acto seguido darse vuelta y seguir su camino.—Como sea, que te jodan.—agregué en voz baja para luego seguir mi camino.

—Ven y besame el culo pelirrojo de mentira— gritó dada vuelta, haciendo que mi cólera aumentara drásticamente.

M O K I T A // Z Squad SerieWhere stories live. Discover now