Capitulo X

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CAPITULO X

Una hora después de que los sujetos habían desaparecido tras órdenes de su jefe se escucharon pisadas, una que otra carcajada. Himuro casi no se creyó que hubieran sometido a Murasakibara hasta que lo vio de rodillas a sus pies. Estaba golpeado. El azabache desorbito la mirada cuando el gigante quedo postrado con el rostro hacia él, entonces abrió los ojos y le guiño para después volver a cerrarlos. Himuro entendió, pero debía actuar. Intento zafarse una vez más de las cintas que lo ataban a una silla en medio de un estacionamiento abandonado. Su secuestrador rio nuevamente. No lo conocía.

-Domaron a la bestia.

Había dicho en tono burlón dejando una nueva patada al estómago del gigante para que quedara boca arriba. Este se quejó de nuevo pero no pudo protegerse, estaba amarrado con las manos en la espalda así que solo encogió el cuerpo en forma fetal.

-Me tienes encerrado desde hace dos horas y no sé aun qué es lo que quieres.

Atino a decir Himuro evitando que le propiciaran a su compañero un nuevo golpe. Su captor le miro con un pie en el aire a punto de estrellarse en una de las costillas del titán. Himuro sabía que el sacrificio de Murasakibara solo era para que lo llevaran donde él estaba y salvarlo de esa forma, además de ganar tiempo para que obtuviera la información deseada. Era la segunda emboscada en esos días.

El sujeto, el jefe de los otros dos sujetos que estaban ahí, era un tipo alto, no tanto como Murasakibara pero quizás rebasaba a Kagami por algunos centímetros. Quizás un 1.94, su cabello era grisáceo y tenía una mirada felina en tonos verdes, rasgos finos, delgado, larguirucho, extremidades largas como las del titán. No lo conocía, jamás en su vida lo había visto, ni si quiera en sus negocios.

-Creo que es hora de que lo sepas.

El tipo lucía un traje ceñido a su cuerpo en tonos negro y grisáceo, al menos ese era el tono del chaleco que dejaba entre ver el saco desabotonado. Camisa blanca. Zapatos relucientes. En cuando dijo eso hurgo en el bolsillo de su pantalón para colocarse en la boca un Dunhill. Himuro frunció ligeramente el entrecejo. Esos cigarros no se obtenían en Japón.

-Eres un dolor de cabeza. Asumo que no te das cuenta del daño que tus negocios provocan a los demás.

Himuro entendió. Era mafia. No sabía qué mafia, no tenía problema con los ingleses – el azabache llegó esa conclusión al darse cuenta de que fumaba cigarrillos extranjeros que no circulaban en ese país –, los europeos no se paseaban por esos lugares tan cotidianamente como los americanos. Ni si quiera parecía extranjero. El tipo frente a él parecía incluso, japonés.

-No sé a qué te refieres.

-Es fácil, americano. Tus negocios están afectando mi territorio. La única forma de solucionar esto es erradicarlo.

El brillo en los ojos felinos del sujeto hizo temblar a Himuro internamente aunque no se lo diera a demostrar. Los dos tipos tomaron a Murasakibara del cabello para alzarlo. El alto había preparado un afilado cuchillo.

-Comenzaremos por el lame botas.

-No es tan fácil. No con él.

Himuro de repente estaba sonriendo. Cuando el filo del cuchillo se acercaba al cuello de Murasakibara, había soltado un par de codazos a uno de los sujetos que lo sostenía y lanzado al otro contra el alto. Había sido tiempo suficiente para que Himuro supiera de qué hablaba, era hora de salir. El titán peli lila miro al azabache del lunar, dándose cuenta de que estaba golpeado e incluso habían restos de sangre seca en su rostro, barbilla, nariz, cabeza. Le desató de una para tomar una de las armas de los secuestradores y poder amenazarlos. Los secuestradores no le habían amarrado tan bien como creían así que el peli lila se pudo soltar fácilmente para rescatar a su amigo.

Do you have a cigarette?Where stories live. Discover now