Capítulo 16

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Por suerte al día siguiente, tuvo el deleite de poder despertarse por sus propios medios, sin alarmas ni personas molestas.
Posó su vista en el reloj, donde las agujas marcaban casi las ocho de la mañana. Tenía tan pocas ganas de levantarse, que decidió descansar en la cama mientras observaba como una fina llovizna se posaba sobre las flores ubicadas debajo de su ventana, estas se balanceaban levemente al compás del viento.

Un escalofrío le recorrió la espalda. Sin darse cuenta se había asomado a la ventana, dejando al descubierto su espalda. El diminuto pijama que utilizaba para dormir ya había cumplido su ciclo de vida, pero ella se negaba a dejar ir su conjunto de unicornio.
Depositó una de las frazadas sobre sus hombros, tapándola, y poco a poco se fue envolviendo en forma de rollito.

—Buenos días.

—¿Papá?

Giorgio estaba parado en la puerta con un vaso de café. Distinguió el logo de Starbucks; su pueblo era pequeño, pero por suerte tenía locales de Starbucks, Mc. Donalds, y Burguer King. Esas eran las razones por las que aceptaba vivir en un lugar tan reducido como ese.

—¿Qué se supone que haces aquí?

—Puedo llevarme esto —levantó el vaso y una bolsa de papel— de vuelta a la cocina, si es lo que deseas. Luke estará encantado.

—¡No, no, no! —gritó apresuradamente, mientras se paraba. O lo intentaba, ya que cayó al piso con las sabanas enroscadas en sus piernas.

—¿Estás bien?

En una décima de segundo, Giorgio dejó las cosas en el escritorio y se acercó para ayudarla.

—Así no podrás trabajar para mí —bromeó.

Ella lo fulminó con la mirada, y dejó que la ayudara a desenredarse.

—Gracias. Ahora, puedes irte.

Su padre le sonrió y se volvió hacia la puerta, tomando lo que había colocado en el escritorio.

—¡Hey! ¡La comida no!

—Claro que sí, ¿pensabas que iba a dejarla? Por cierto, te aconsejo que bajes rápido si quieres comer algo...

Cerró la puerta detrás de sí, y Alessia se abalanzó hacia el armario. Tomó un pantalones holgados y su camiseta amarilla de Hufflepuff. Cualquier persona que la viera dentro de su casa, diría que parecía una indigente. Pero si observaban bien, por lo menos sería una indigente con estilo.

—¡Voy! —gritó corriendo por las escaleras. A medio camino, tuvo que volver ya que se había olvidado las zapatillas.

Para cuando llegó a la cocina, Luke estaba revisando la bolsa de papel con su café en una de las manos.
Observaba el contenido de la bolsa con tal detenimiento, que parecía estar estudiando una bomba a punto de estallar.

—Luke...

Este levantó la vista y al verla, sonrió.

—¡Hola! Justo estaba por llevarte esto a tu cuarto... Intentaba recordar si preferías las donas, o los croissant, pero ya que estás aquí puedes decidir sola ¿no?

Alessia se quedó estupefacta. En ese momento debatía la idea de una broma, o un acto de bondad. Obviamente, ella apuntaba a la primera, pero decidió darle una oportunidad a esa pobre alma arrepentida.

—Gracias, tío.

Se acercó a la mesa, y Luke le entregó el café. Se sentó y observó fijamente al hombre, con el fin de detectar cualquier movimiento sospechoso.

Sangre Mafiosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora