No. 40

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Solo me duele mi incapacidad para demostrarte mi amor.

Harry

Estoy de espaldas a ella, con ambas manos pegadas a la cerámica. Sus pequeñas manos enjabonan mi espalda con una esponja. Me cuesta respirar con las caricias que me da. No las merezco. No merezco un amor tan puro e incondicional como el que me da esta mujer. No merezco la forma en que me trata o como lo da todo por mí.

Me vuelvo a ella, aún avergonzado e incapaz de mirarla a los ojos. Mantengo los ojos cerrados, la boca entreabierta mientras el agua de la ducha destila por mi pelo.

Es cuando siento las yemas de sus dedos en mi brazo izquierdo que abro los ojos y veo su mano justo donde están las dos rosas.

—Son por ella ¿cierto? —cuestiona con voz cálida. Aún siento el miedo en su voz.

Le arrebato la esponja de sus manos y la acerco a mí. Al momento en que mis dedos tocan su piel desnuda, su cuerpo vibra y su respiración se acelera. Observo cómo sus mejillas se tornan de un color rosado cuando comienzo a pasar la esponja por su cuerpo. Mis ojos miran cada parte de ella, de la mujer que he compartido mucho más que una cama.

La observo con atención, recorriendo con mis ojos sus pómulos, su boca, sus pechos, su vientre, sus caderas. Loco. Me volvía loco de todas las maneras posible. Muerdo mi labio inferior y apoyo mi frente en la suya. Grace traga saliva y levanta sus ojos de mi boca para mirarme a los ojos, con mi mano que sostiene su rostro.

Grace era brillante, asombrosa, luchadora. Era la mujer que amaba ahora y no pretendía dejar de hacerlo. Moría por besarla, por demostrarle que solo existíamos nosotros dos y nadie más. Al ver mis intenciones, entreabre sus labios y me mira con timidez. Capturo sus labios con los míos y la veo rendirse ante mis caricias. La oigo suspirar, gemir contra mi boca para luego sentir como se sostiene en mis brazos.

La única manera de asegurarme que no se escaparía de mi lado era besándola. tenía los labios más suaves que había probado. Una vez que los probabas, no parabas de besarla. Ella era mi locura, mi pasión, mi armonía; y la amaba con desesperación.

Algo parece ir mal. Comienza a alejarse de mí.

¡No! ¡Grace! ¡No, por favor!

—Tengo... Tengo que...

Su cuerpo está a centímetros del mío y me mira con tristeza. Es esa mirada que tiene cuando algo no anda bien en ella.

Se da la vuelta pero me tomo el atrevimiento de sostenerla por su brazo y detenerla.

—Grace... —incluso mi voz suena extraña.

Mi Grace no me puede hacer esto... No por esto. No por el accidente. Tenía que enterarse sobre Eloise, pero no de esta forma. ¿En que mierda estaba pensando cuando me puse a escuchar sus audios? ¿En qué estaba pensando cuando decidí tocar nuevamente las sonatas que había compuesto para Eloise? Realmente, no sé en que estaba pensando cuando abrí esa conversación de hace más de un año. Eloise ya no estaba conmigo y jamás estaría... Soy un idiota.

Solo soy bueno para una cosa y eso es hacer que la gente se aleje de mi lado.

—Necesito pensar. Tengo que asimilar todo lo que me has dicho y...

El agarre en su brazo se afloja y la dejo ir.

—Mierda, Grace... —bisbiseo entre dientes.

Su cuerpo se acerca una vez más al mío, cierro los ojos al momento en que sus dedos acarician mis mejillas y luego siento sus labios pegarse a mi frente quizás por última vez.

Beethoven (au // h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora