Beethoven (au // h.s)

No. 19

"Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo. Algo como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera pero hay una posibilidad" —Mario Benedetti

En mi mano sostengo una copa de cristal con vino espumante, es tan pesada como una pluma. Cuando el líquido frío y espumoso hace contacto con mi paladar enseguida me entrega alivio y siento ese familiar sabor a uva que es característico de aquel vino fermentado.

Estoy de pie junto a la mesa con cocktails. Sola. He llegado a este lugar hace unos quince minutos atrás y ya he saludado a casi todos los presentes. Casi. Hubiese saludado a todos aquí pero no tengo el coraje ni las ganas de saludar a los padres de Carter, Chloe y a Arthur.

Desde niña siempre me impresionó este tipo de vida. Aquella vida donde reinaba la exclusividad, la riqueza y la cocina francesa. Y ni hablar de la música clásica que desde una edad muy temprana siempre asistí a conciertos ya sea en Nueva York o hasta la misma España. En cambio ahora, con veinte años, de alguna manera me hace gracia mirar a mí alrededor y encontrarme con personas que están aquí solo por temas económicos. Temas tan superficiales. Hay hombres hablando muy amistosamente antes de siquiera firmar un contrato, hay mujeres presentando a sus hijas de tan solo dieciséis años con el chico que quizás sea su futuro marido. Y luego más hombres hablando de negocios con nuevos ricos. Recuerdo asistir a eventos como estos con Carter donde nuestros padres se alegraban y enorgullecían al hablar de nuestro futuro compromiso.

Deja de pensar en él.

El pecho se me encoje y cuando veo a uno de los garzones pasando a mi lado tomo otra copa de vino espumante.

Tengo que salir de aquí. Me digo. Tengo que alejarme de esta gente que juega a ver quién es más rico y quien es el futuro heredero. Mientras que las mujeres de mí misma edad hablan de su futuro marido y de lo grandioso que fue la propuesta en tal restaurante de Paris.

Estoy a punto de dar un paso hacia la salida del hermoso edificio The Palace pero cuando veo a Arthur caminando hacia mí levanto la copa y asiento a él.

—Grace. —dice cuando está frente a mí y me devuelvo el asentimiento de cabeza— Pensé que no vendrías.

—Yo también.

Sus ojos me sonríen y yo tengo que mirar al suelo concentrándome en el largo vestido strapless de gasa color coral. Cuando vuelvo a mirarlo llevo mi mano a mi collar de piedras de fantasía.

—Grace sabes que Chloe y yo te queremos como una hija y lamentamos las decisiones de Carter pero...

—No son suficiente sus disculpas, Arthur. —sentencio dispuesta a dejar la copa de cristal en la mesa a nuestro lado pero algo me detiene y continúo diciendo: — Yo todo este tiempo esperé solo una disculpa sincera de Carter. Cuando lo hizo creí que lo decía en serio y he sido tan estúpida para creerle.

—¿Qué?

Niego con la cabeza y esta vez decidida tomo el resto del líquido frío que queda en la copa y luego la dejo sobre la mesa. Con pasos rápidos me dirijo hacia el cuarto de baño de damas. Respiro con dificultad al llegar y rezo a Dios que no me dé un ataque de asma. Me vuelvo a repetir que no debería haber venido.

—¿Grace? —la voz no la reconozco y un escalofrió recorre mi espina al creer que es Virginia y que he pasado demasiado tiempo sin contactarme con ella para no reconocer su voz. Pero cuando levanto la vista del lavamanos veo aquellos ojos grises amistosos y suspiro aliviada. Es Pía quien fue una compañera de secundaria. Hablamos de cómo nos ha ido luego de graduarnos de la escuela. Me cuenta que está comprometida con Ian (también un compañero de secundaria) y que aún no tienen la fecha de su matrimonio pero que una vez que la tengan fijada yo seré la primera en tener la invitación. Nos reímos y es agradable conversar con alguien que no sea del conservatorio y que no tenga talentos artísticos. Que sea de alguna forma... Normal. Intercambiamos números de teléfono y prometemos que nos pondremos en contacto.