Incomodo.

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-¡¿Entonces no son tus hijos!?- Por la sorpresa la mujer de cabellos canosos y rubios casi se ahogaba con el té Earl Grey*.

-Mamá, cuidado- El rojizo-naranja daba leves golpecitos a la espalda de la mujer, mientras uno de los gemelos sostenía la tasa de té de la mujer. La mujer recupero el aire y miro nuevamente a los invitados. Al francés ya lo conocía, el chico----Que ya no era tan "chico"---- había ido una vez de visita junto con otros dos muchachitos el día de su graduación universitaria, los únicos que les eran desconocidos eran los dos jovencitos--- Que a simple leguas se podía decir que eran americanos----que se mantenían a cada lado de su hijo, ambos parecía intimidados por la parecencia de sus hijos mayores, y no podía culparlos, todos y cada uno de sus hijos mayores, miraban al par de chicos con ojos juzgadores, ¡Casi se los comían con la mirada! "Pobres niños" Pensó Elizabeth, mirando compasiva a los pelirrubios.

-¿Mamá, te encuentras bien?- La mujer dejo de mirar a los jovencitos, para mirar a su pequeño retoño. El joven se veía más maduro y grande que en la última ocasión en que lo vio. Y aun que cualquiera que hubiera visto a aquel adulto en su niñez, y se atreviera a decir que ya no quedaba nada de lo que alguna vez fue un niño delgado, inocente e imaginativo, se equivocaba por completo.... Porque ella que era su madre, podía ver a traves de aquel rostro maduro, con algunas ojeras bajo los ojos, a causa de fatiga, y aquel cuerpo fuerte y pose altanera, que aun habían rastros de su pequeñín dentro de aquel adulto maduro; rastros como la mirada que se suavizaba al verla o al ver al par de jovencitos que se encontraban a sus lados, y aquellos ojos profundos, que a simple vista parecían ser indiferentes, pero si se miraban con el corazón, se notaba un mundo escondido entre tinieblas, que resguardaban una dulzura impensable.

-Sí, estoy bien corazón- respondió la mujer después de un par de minutos de silencio- ¿Podrías decirme entonces quienes son estos jovencitos, si no son tus hijos? - Ahora las miradas se concentraban en el ojiverde.

-Son mis protegidos, y por el tiempo que ellos quieran, seré su tutor- No se notaba rasgos de confusión o titubeos en el tono de voz del adulto, solo convicción y sinceridad, nada más, nada menos. - No voy a decir palabra alguna de cómo llegaron a mí, si ellos quieren contarse los, yo no me opondré. Yo no soy quien, para revivir aquellos viejos recuerdos. - Su madre lo mira durante unos segundos, como meditando algo, posterior mente sonrió y se levantó del sillón que compartía con Glen y los gemelos de pelo anaranjado.

-Creo que no nos hemos presentado correctamente- decía a la vez que sonreía cariñosa a los muchachos ojiazul y ojivioleta- Mi hombre es Elizabeth Tudor Kirkland, pero desde ahora pueden llamarme Abuela- Los presentes miraron en shock como la mujer acariciaba los cabellos de los muchachitos. Nadie decía nada, y no era porque no hubiera nada que decir, si no que no sabían cómo decirlo. - Es de mala educación no presentarse- Señalo la mujer, causando un respingo de los chicos.

-¡Mucho gusto! Me llamo Alfred F. Jones Williams- Respondió sonriente el ojiazul, quien parecía darle igual que los ojiverdes estuvieran todavía shockeados- Él es mi gemelo, Matthew Jones Williams- Presento al tímido ojivioleta.- Es un placer conocerla, Abuela- El chico sonreía contento, sin dar se cuenta que los hermanos mayores de su tutor estaban a un paso de matarlo, por tomarse tantas confianzas con su querida madre.

La mujer lo vio maravillada. El chico poseía un aura cálida como el mismo sol, y con aquella sonrisa, que parecía estar hecha para transmitir confianza y carisma, lo hacían un arma de dulzura lista para encantar a cualquier persona, y entre ellas a ella, quien ya se sentía maravillada por tal jovencito peculiar.

¡Y qué decir del ojivioleta! podría ser tímido el chico, pero le sonreía con una dulzura derritiente, su sonrisilla dulce junto con aquella dulce carita de ángel la hacían sentir como si verdaderamente estuviera viendo a sus propios nietos. Dos jovencitos adorables y apretujables para ella sola.

De policías y ladrones. Hetalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora