Epílogo

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Así es como termina ésta historia. Sólo me resta agradecer a quienes se han dado el tiempo de leer mi fanfic, en especial a quienes me han dejado sus comentarios y sus votos, mil gracias de corazón. Nos leemos pronto! ^^



Dean y yo nos embarcamos en la difícil tarea de combinar su vida de músico y mi vida de estudiante. Rentamos un pequeño departamento cerca del campus y compartimos los gastos. Cuando llegaron tiempos difíciles, él consiguió un trabajo en un taller mecánico y yo un segundo empleo en la biblioteca de la ciudad. A veces nos veíamos muy poco durante días, a veces lo único que deseábamos era dormir lo más que se pudiera y en época de exámenes finales él tenía que lidiar con mi estrés y hasta con mi mal humor.

Sin embargo, eran tantas nuestras ganas por estar juntos que superamos todo eso, supimos llevarlo a buen término y obtuvimos una dulce recompensa cuando llegaron las vacaciones. La mayoría de las veces sólo volvíamos a visitar a nuestras respectivas familias y visitabamos el búnker, del cual nos apropiamos poco después. Lo convertimos en una guarida, incluso invitamos a los chicos de la banda de Dean para que pudieran ensayar. Nos gustó tanto que decidimos empezar a remodelarlo, poco a poco ya que se requería de mucho dinero, pero se nos ocurrió que, con el tiempo, quizá hasta podríamos vivir ahí. Esa no hubiera sido una buena idea para nadie, pero nosotros estábamos dementes así que no nos importaba. Convertimos al búnker en nuestro segundo hogar e incluso nos refugiamos varios días en él, tras el viaje que hicimos después de mi graduación. Recorrimos varios estados, viajando sobre el Impala, cuyo aspecto había mejorado muchísimo gracias al cuidado y los arreglos hechos por Dean.

Por supuesto, también visitamos a Sam, quien estudiaba en Stanford junto con su novia, Jess. Los cuatro nos llevábamos muy bien, Sam era un chico muy amable y comprensivo que no tuvo ningún problema en aceptar que yo fuera el novio de su hermano; su novia Jess también fue muy agradable conmigo.

Años después, tras la graduación de ambos, Sam y Jess nos hicieron sus padrinos de bodas. Fue un gesto maravilloso y por supuesto que no nos íbamos a negar, aunque tampoco fue fácil enfrentarse a toda esa gente sin que juzgaran mal el hecho de que una pareja de chicos fueran los padrinos en una boda. No obstante, al final las cosas salieron bastante bien, la fiesta fue amenizada por la banda de Dean y en la noche todos los que decidieron quedarse bebieron y bailaron al ritmo de baladas cursis o agitaban la melena con buen rock.

Casi a la medianoche, Dean abandonó su puesto de guitarrista y me pidió que me sentara un rato con él. Tomó mis manos entre las suyas, sentí que estaba muy nervioso y me preocupé. Cuando me miró a los ojos supe que tenía algo importante que decirme y sentí un gran temor.

-Cass...

-Dean, ¿qué pasa? -pregunté angustiado.

Soltó un resoplido y luego volvió a decir mi nombre, completo esta vez:

-Castiel...

-¿Qué? -pregunté, más alterado- Si vas a empezar con tus bromas de...

-¿Quieres casarte conmigo?

-¿Qué? -pregunté de golpe, con una sonrisa anunciándose en mis labios.

-Dije que si quieres...

-¡Sí, sí, obvio que sí!

Lo abracé, lo besé, casi lo derribé de la silla donde se encontraba.

Si algo me encanta de nuestra historia es que, sin importar las vueltas que da la vida, nuestro destino sigue siendo el mismo: estar juntos. Y sin importar cuán perfecto pueda ser un final, siempre habrá nuevos comienzos.

Besos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora