—Sí eso es lo que quieres.

—¿Y si te dijera que lo pensé mejor y no iré? —Sonrió grande, volviendo a tomarme de la cintura para pegarme a su cuerpo.

—¿Verdad? Eso es fantas...

—Era sólo una pregunta. Iré —bufó, soltándome—. Oye, no quiero que te enojes, de verdad.

—Entonces no vayas. Pareces buscar siempre el peligro.

—Sólo quiero arreglar las cosas, nada más. —Escaneé su rostro. Sonreí al ver la resignación y la molestia allí—. Te amo ¿Lo sabes? —Asintió juntando su frente con la mía.

—También te amo y por eso te protejo —susurró antes de besar la punta de mi nariz.

—Lo sé y lo aprecio. —Abrí mis ojos para encontrarme con los suyos que me miraban fijamente. Sonrió.

—Vamos, se te hace tarde.

—¿Te quedarás por ahí? —Asintió—. Bien, me siento más tranquila de saber que estás cerca, por si pasa algo.

—No dudes de eso. Aunque no me veas, te vigilar. —Reí, haciéndome para atrás.

—Eso se escucha demasiado acosador. —Sonrió, abriéndome la puerta del auto.

—Lo sé.

Alan refunfuñó por todo el camino mientras intentaba convencerme de no asistir a esa pequeña reunión con Braham. Poco después llegamos al lugar acordado.

—Recuerda que te estaré viendo. —Se inclinó para besarme—. Espero que todo salga mal, con sinceridad —habló aún sobre mis labios. Lo fulminé con la mirada—. ¿Qué?

—Sabes «qué». —Abrí mi puerta. Escuché como reía—. Te amo. Te llamaré cuando salga.

Pasé la calle hasta el café. Desde afuera podía a Braham esperando. Enserié en mi rostro y volví mi cabeza para ver al Alan seguía aparcado, pero no lo estaba. Tomé un respiro antes de entrar y sentarme frente a él.

Poco a poco alzó la mirada.

—Hola.

—¿De qué querías hablar?

—¿Puedo disculparme? Todo lo que te dije es cierto, espero que lo creas.

—Lo sé, no hay nada que me haga creer lo contrario. Pero, aun así, ayudaste a lo que sucedió con Alan.

—Pero también gracias a ello, estamos aquí, de otra no te hubiera conocido.

—¿De que sirvió conocerme? —Me detuve al reparar en la camarera. Pedí un café—. Mira, Braham, todos merecen una oportunidad, pero no creo que pueda volver a confiar en ti.

—Es entendible, pero...

—Dime cinco razones por las que debería darte otra oportunidad para ser mi amigo y puedes darte por bien servido: a Alan no le di esta oportunidad.

Rascó su cabeza.

—Bueno, es un poco difícil. Quisiera tenerte como amiga... ya te dije de los deseos escondidos de cada vampiro: El mío es no quedarme sólo, de no tener una pareja o lo que sea, por lo menos me gustaría tener una amiga. También sé que no tienes muchas personas de confianza, me gustaría poder ser una de ellas. Tengo mucho tiempo, quisiera gastarlo con alguien, además... Tendré que irme del pueblo, sé que muchas cosas van a suceder fuera, y me gustaría tener alguien a quien contárselas. —Se quedó callado.

—¿Esas son todas tus razones? —Asintió. Frente a mí pusieron mi café con leche—. ¿Cómo es eso de que te tienes que ir?

—No me puedo quedar sabiendo que arruiné todos los planes de los vampiros. Soy un traidor a mi raza, tienen precio sobre mi cabeza, mucho más por haber ayudado a los licántropos.

Lunas escarlataWhere stories live. Discover now