—¿Me disculpas tú a mí? —Mi rostro se contrajo, de nuevo, por el llanto que salió de mí. Me tiré a él, teniendo cuidado de no lastimarlo mucho y lo abracé, llorando en su hombro como una niña pequeña—. No puedo decirte que no sigo molesto contigo, tendrás que hacer pasar las malas emociones.

Lo miré con mis pestañas mojadas por las lágrimas. Su voz se había vuelto un susurro, pero, aunque sus palabras podrían tomarse con un doble sentido, no tenía el tono picante que siempre le ponía: estaba hablando en serio, y algo dentro de mí me decía que se refería a que tenía que ganarme su confianza de nuevo.

—Yo no tengo nada que perdonarte, Alan, solo que no me hayas contado sobre Evoleth, y lo de la cadena, y que no me hayas contado cómo te sentías antes.

Resopló.

—¿Solo eso? —comentó con ironía, aunque me alegré de que su voz tuviera un tinte de diversión. Lo miré cuando me pidió hacerlo—. No sé qué te hicieron pensar, ni qué te dijeron de ella. Evoleth fue una buena amiga cuando era niño, la conocí en la escuela, pero no teníamos nada más en común. Yo entrenaba en una zona diferente a la suya, mi grupo de amigos era diferente al suyo. Ni siquiera con ella fue mi primer beso, Abril, dejé de hablarle mucho antes de cumplir once años o por esas fechas.

—No quiero hablar de ella. —Afianzó su abrazo.

—¿Quién te entiende? Acabas de decirme que te hablara de ella.

—Antes, ahora no hay caso. —Sentí un beso en mi coronilla. Me refugié aún más en su pecho.

—En cuanto a lo otro, la cadena siempre funcionó mientras estabas conmigo, nunca te iba a dejar desprotegida, Abril, lo sabes.

—¿Crees que los vampiros pudieron desactivarla? —Suspiró y negó.

—Una protección solo puede ser desactivada por un hechicero o hechicera. Ni siquiera un brujo puede hacerlo. En el caso de tu cadena... se suponía que solo quien la hizo podía desactivarla.

Fruncí el ceño, pensativa, aunque a mi cabeza no llegaba una respuesta a la nula magia que tenía la cadena en ese momento. Había dejado de ser una protección para volverse solo un adorno.

—Aun tienes que explicar algo —dije, aunque presentía cuál sería su respuesta.

—Dudabas de mí, Abril. No te iba a decir que tenía dudas con nuestra relación porque en seguida concluirías que se debía a que no eras mi compañera, ¿o me equivoco? —Para mi pesar, tuve que darle la razón. Sus ojos se fijaron en mi brazo marcado, una mínima sonrisa apareciendo en sus labios mientras comenzaba a acariciar la fina línea que se dividía en dos antes de volverse a unir. La misma figura que tenía en su brazo izquierdo mientras yo la tenía en el derecho—. Ahora no puedes dudar que sea tu pareja. La vida quiso enlazarte a mí y por mi parte no pondré objeción.

Reí un poquito, escondiéndome de nuevo en su cuerpo. Me sentía muy a gusto Me sentía muy a gusto abrazándolo sin sentir un rechazo de su parte como los días anteriores. Dejé un besito en su cuello, dejando que mis manos se deslizaran por su piel y tocaran los contornos de las vendas que cubrían las heridas que aun debían cicatrizar.

—Es muy raro verte lastimado. Tu madre me enseñó que puedo ayudar a curarte, puedo...

—No, ni hablar —dijo, tomando mi mano ya casi cicatrizada por completo y dejando un beso en la línea resultando de la herida que Belén me había hecho para sacar mi sangre—. Mi madre me contó lo suficiente como para no dejar que lo vuelvas a hacer. No necesito que te lastimes por mí, las heridas de plata y por los vampiros quizá se demoren en sanar, pero lo harán pronto. Estando despierto es mucho más fácil concentrar mis energías en ello.

El beso que dejó en mi mano me dejó con ganas de más. No iría muy lejos, No iría muy lejos, solo quería un beso, pero de seguro cuando pudiera ir a su apartamento, dejaría que las cosas llegaran a más. Iban a ser dos meses sin tener algún contacto más... íntimo con él y lo estaba deseando.

—¿Habrá beso de reconciliación? —pregunté en un murmullo apagado. Soltó una risa que pareció más como si solo hubiera soltado aire. Fijo mi rostro frente al suyo, sin hacer un movimiento para tomar la delantera. Entendí que quería que lo besara yo, que diera ese primer paso, por lo que no demoré en hacerlo.

Noté varias cosas al besarlo, como por ejemplo que me besaba casi con ira. No era el beso cariñoso que solía darme; no era como todos. Se notaba que todavía había un poco de incomodidad, aunque me besó con ansias.

Me recostó en la cama, pero sus manos no se movieron más allá de mi cintura. No acariciaron más piel que la de mi vientre, no dejó que sus manos se aventuraran más abajo, o más arriba, como sabía que le gustaba hacer.

Dejó pequeños besos en mis labios antes de separarse.

—¿Dónde quedó el montón de mantas con las que me dormí? —Sonrió, mostrando las comillitas que tanto me gustaban.

—No las necesitabas.

*

Estoy sorprendida de que el tiempo me haya dado hoy para traer tres capítulos en un solo día.

Tal como lo prometí, ahora que las cosas comienzan a estar bien por estos lares, comenzaré con las dedicatorias.

Siempre se me hace un poco difícil esto, porque nunca sé con quién comenzar las dedicatorias, pero intentaré ser justa en este tema. Sin embargo, esta primera dedicatoria debo hacerla a una persona muy notable en cada capítulo que actualizo: Maru. No tengo palabras para mostrar lo agradecida que estoy contigo por tus comentarios y votos, ni mucho menos para expresar lo feliz que estuve por verte también apoyando el libro por Booknet. De verdad, muchas gracias por todo: tus buenos deseos, votos, comentarios y apoyo. Muchos de nosotros no escribimos por reconocimiento, pero no se puede negar que cuando se tiene un pilar como los lectores comprometidos, las vibras aumentan mucho, al igual que las ganas de seguir, así que muchas gracias desde el fondo y el tope de mi corazón.

¡Espero que les haya gustado este capítulo! Me ha rendido tanto el día que ya comencé a escribir el siguiente, por lo que espero tenerlo listo mañana en la tarde temprana.

¡Mil abrazos para todas y todos! 

Lunas escarlataWhere stories live. Discover now