—¿Hace cuánto estás despierta? —susurró en mi oído, su aliento haciendo cosquillas en mi oreja y nuca.

Levanté mi cabeza para ver sus ojos deshinchados como muestra de que se había despertado hacía mucho más tiempo que yo. De seguro me encontraba despeinada, con el rostro hinchado por la almohada, pero Alan me devolvía la mirada como siempre lo había hecho, quizá un poco más apagada, pero al menos no me miraba con la frialdad del día anterior.

—Lo suficiente. —Tomé aire antes de girarme hacia donde se suponía que estaba su madre, pero la habitación estaba sola, a excepción de Alan y yo—. ¿Podemos hablar? ¿Bien, como se supone que debemos hablar?

Se sentó con dificultad. Vi sus heridas y me conmoví al ver que el lado izquierdo era el más lastimado... Y él se había recostado en él para poder abrazarme.

Al igual que él, me senté en la cama, a su lado, pero con mi cuerpo mirando al suyo. Sus piernas las mantuvo estiradas porque aun tenía unas cuantas heridas que debían sanarse.

—Creo que ayer te dije mucho. Te dejaré hablar. —Mordí mi labio. Mi nariz comenzó a picar a la vez que mis ojos se volvían a llenar de lágrimas.

Bajé la mirada para que él no notara eso, pero en cuanto lo hice su pulgar e índice volvieron a levantar mi mentón para que mis ojos chocaran con los suyos.

—Lo siento mucho, Alan —susurré, tomando su mano entre la mía, sin soportar la intensidad de su mirada en la mía—. Dudé de ti, te lastimé y nos llevé a una situación incómoda y fea, pero me arrepiento mucho de eso. No sabes cuánto lo hago, a pesar de que todos dicen que no fue mi culpa, sé que en parte sí lo es, por haberte dejado solo. No pienso excusarme, aunque mi mente haya estado en manos de los vampiros en algunas ocasiones, había otras situaciones que me hicieron dudar de ti, como que el collar no estuviera cumpliendo su función...

—¿El collar? —Lo miré, confusa.

—Mi cadena. —Mi voz se rompió al recordar que había pensado que él me la había devuelto sin una función—. Me la devolviste sin protección, desactivada. Intenté mirarla muchas veces para ver si seguía brillando y derritiéndose el líquido como me enseñaste, pero nunca pasó, así que pensé que de verdad no me querías y me habías dejado por Evoleth. Sigo sin entender por qué me la diste así, aunque ese no es el caso. Siento mucho haber creído en otra persona que no fueras tú y lamentó, demasiado, que todo esto haya sucedido. Pude haberlo evitado de alguna manera, porque si hubiera estado contigo no te hubieras perdido en tu mente y no hubieras sido controlado por ellos. Tenía razón cuando dije que un poder demasiado grande de persuasión era lo único que podía separarnos, porque lo hizo sin que me diera cuenta. Dudé muchas veces de mi juicio, pero eso se me olvidaba cuando estaba con Braham —gruñó así que me apresuré a agregar—: No de una manera buena, aunque estoy agradecida con él porque no dejó que murieran. —Toqué su mejilla, sollozando al imaginarlo muerto, lejos de mí. Al verme llorar me jaló a un abrazo. Con su mano en mi cintura me instó a sentarme en su regazo y lo hice, apretando mis ojos contra la piel de su cuello—. Cuando te vi así, tan mal, me sentí morir, Alan. Ha sido el peor momento de mi vida, y si te hubiera sucedido algo más grave, yo... No sé cómo hubiera seguido sin ti, porque te amo mucho, créelo, por favor.

—Lo haré solo si tú crees que yo también lo hago. —Levanté mis ojos a los suyos.

—Sé que lo haces y esta vez lo digo de verdad. No quiero que nada nos separe, no nuevo y no por errores, de cualquiera que los haya cometido. Y no quiero que te vuelvas a enojar conmigo de esa manera. Si quieres enojarte con otros, hazlo, porque sé cómo calmarte, pero no te enojes conmigo, porque te me sales de las manos y es la peor sensación... ¿Me perdonas?

Lunas escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora