Charlotte, al ver mi indecisión, me abrazó.

—Mi hermano te ama, Abril. Se niega a hablar del por qué está enojado contigo, pero no dudes que te ama.

Asentí y me bajé junto con ella.

Al entrar a la casa lo primero que se escucharon fueron algunas risas provenientes de una de las salas. Ya había mencionado que la casa de los Lee era grande: lo primero que se veía al entrar a la casa no era una sala de estar, ni nada de eso, sino un pequeño hall al que se unían las demás habitaciones.

No dejé pasar más tiempo, con cada segundo que estuviera parada sin hacer algo ahí sería más fácil que Alan sintiera mi olor y huyera. Seguí a Lotty hasta donde estaba el resto de su familia, incluso Adara.

Carraspeé para llamar la atención de Alan, quién, con renuencia, se giró hacia mí mientras yo me paraba incómodamente en la puerta, solo dando un pequeño saludo a su familia porque no podía dejar de retorcer mis dedos entre ellos.

La sonrisa que había tenido Alan se borró para reemplazarse por una mueca.

—¿Podemos hablar? —dije casi sin aliento. Comprobé que se veía mejor, aunque tenía ojeras bajo sus ojos. Cuando notó que no tenía otra opción más que hablar conmigo, suspiró, tomando las muletas que no sabía que estaba usando. Salió de la habitación luego de lanzarme un gruñido susurrado para que lo siguiera. Intenté sonreírse a su familia antes de hacer el mismo camino.

Entró en una habitación en la cual nunca había estado. Sólo había un escritorio de madera lustrada, dos sillas y una biblioteca enorme que cubría toda una pared. No tardé mucho en saber que era el estudio u oficina de su padre. No era una habitación cercana a la sala en donde estaba su familia, así que me relajé un poco al saber que, si discutíamos, nadie escucharía. Además, según lo que me había comentado Alan hacía tiempo atrás, las habitaciones no permitían que salieran muchos sonidos de ellas, como una manera de defensa por si debían esconderse o planear algo en poco tiempo.

Alan se recostó en el escritorio, esperando, pero yo también lo hacía, con la esperanza de que me dijera la razón de su enojo. Sin embargo, al ver que de mi boca no salía palabra alguna, arqueó su ceja. Sus labios estaban apretados, sus hombros tensos y espalda recta: estaba en una posición clara de defensa.

—¿Y bien? ¿No querías hablar?

—Quiero hablar, pero pensé que tenías algo que decirme...

—Si tuviera algo que decirte te hubiera dicho que vinieras. —Su falta de afecto y palabras me enojó. Me crucé de brazos, frunciendo el ceño.

—¡Solo quiero que me digas qué está pasando! No entiendo por qué estás actuando de esa manera conmigo. Me estás lastimando y...

—¿Y ahora eres tú la que se enoja? ¿La lastimada? —escupió entre dientes. Se había enojado aún más de lo que de por sí había estado—. No te pedí que vinieras, así que si te enojas o si te ofendes es tu problema.

Parpadeé sorprendida porque Alan nunca en su vida me había hablado así, tan seco, enojado y... feo.

—Alan, no estoy aquí para discutir ni tratarnos mal. Somos novios...

—¿Novios? —me interrumpió tirando las palabras con sarcasmo e ira—. No recuerdo en qué momento te pedí volver o te dije que lo haríamos.

Auch.

—Alan... —Intenté hablar, pero él continúo, su cuerpo moviéndose hacia el frente, sus manos agarrando la madera del escritorio al punto de resaltar las venas.

Lunas escarlataحيث تعيش القصص. اكتشف الآن