Primera parte: Un comienzo y una despedida

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—Bien, ahora que tengo vuestra atención y parece que vais a empezar a comportaros como personas y no como animales... El de la gorra azul—dije mirando fijamente a un chico que tenía los pies en la mesa—¿No te han enseñado educación en casa?—el chico me miró molesto y bajó los pies, le seguí mirando hasta que con una mueca de hastío se quitó la gorra—. Si te la vuelves a poner me la quedo. Me llamo Shion y desde ahora voy a enseñaros Lengua y literatura. ¿Alguna preguntó?

—¿Es una mujer?—preguntó un chico de la última fila.

—Dime tu nombre y te respondo—le pedí de buenas maneras.

—Marcos.

—Marcos, tu pregunta carece de importancia. No importa lo que sea siempre y cuando haga bien mi trabajo—respondí a la vez que me acercaba a una mesa en la que había dos chicas riendo, sonreí de lado—. Soy un hombre y he decidido dejarme el pelo así de largo como tú has decidido perforarte la oreja izquierda y ponerte un pendiente de oro, que seguramente es falso, lo que no sé aún es si de verdad eres un malote o un pijo sin remedio que intenta ir de guay—había llegado a donde las chicas, estaban mirando fotos de chicas en bikini y criticándolas por no tener un cuerpo perfecto—. Dadme el móvil—ordené, las chicas obedecieron y yo guardé el aparato en el bolsillo—¿Alguna preguntó estúpida más o puedo explicar ya qué vamos a hacer este curso?

***

Necesito un cola cao.

Fue lo que pensé nada más llegar al despacho después de haber dado aquella clase, cogí el móvil, le puse una nota indicando a que clase pertenecía y quién era la dueña y lo metí a la cesta. Desde el primer día me había dedicado a requisar móviles y en la canasta habría unos treinta. Dentro de poco tendría que comprar una para cada curso. Cogí aquella manía de unos de mis profesores y desde entonces la seguía teniendo, solo que por aquel entonces nos entreteníamos con las piezas sueltas del mosaico que había en el suelo de la clase.

Alguien llamó a la puerta y tras dar permiso Jessica entró por esta. Me preguntó si estaba ocupado, la dije que no pues hasta la última hora no tenía clase y me invitó a tomar algo en la cafetería del instituto. La seguí hasta allí y una vez sentado en una de las mesas, la cuestioné por sus clases pero la charla no duró mucho ya que la jefa de estudios, una mujer alta, flaca y vestida siempre con un traje de falda hasta la rodilla, medias y zapatos negros, llamada Ravena, nos interrumpió pidiéndome explicaciones.

—¿Puedo saber por qué tengo a unos treinta padres en mi despacho protestando porque sus hijos e hijas no tienen móvil?— tenía los brazos cruzados en el pecho y me miraba molesta.

—¡Joder!—exclamé ganándome una mirada reprobatoria por parte de Ravena. No les esperaba hasta mañana—. Solo he seguido una de las normas del colegio. Los hijos e hijas de esos padres los estaban usando y mejor no te digo para ver qué porque te asustarías—respondí sonriendo.

Vi que iba a replicar pero Jessica se adelantó.

—La norma indica que los padres deben venir a buscar el móvil de sus hijos y pedírselo al responsable de la asignatura y que yo sepa tú no lo eres—mi compañera bebió un sorbo de su café y sonrió a la jefa de estudios que se marchó diciendo que fuese a mi despacho lo antes posible porque tenía visita—¿Vas a subir?

—¿Y dejarte sola con ese café que huele a muerto? Ni hablar—respondí sonriente—, que se esperen, que estoy descansando después de aguantar a sus hijos.

Sikamaru

—Miriam—llamé a la profesora de física con la que solía compartir un café a media mañana—¿Qué pasa?—pregunté señalando a una gran cantidad de gente que salía del despacho de Raven.

Sin saber lo que somos (Homoerótica)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu