4. Regreso

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Ojalá pudiera decir que la soledad en mi vida fue compensada con los pocos meses que podía ver a William al año, pero no fue así, ya yo había cumplido 14 años, iba en octavo grado y no lo había visto desde que partió.

Sentía como si estuviera viviendo una eternidad, sin él los días volvieron a pasar lentamente, era como vivir un día, y que a partir de ese, los siguientes se repitieran, haciéndome sentir aburrido, cansado, y despertando en mi un sentimiento de ansiedad, me desesperaba tanto no tener algo por lo que vivir, mi mayor sueño seguía siendo ser su novio, pero su ausencia hacia que esa pequeña luz de esperanza fuera consumida poco a poco por la oscuridad.

Traté de seguir mi vida, como imaginé mi antiguo vecino lo hacía con la suya, pero no importaba qué tanto me esforzara, nadie quería hablar conmigo, todos creían que era raro por usar mi cabello "como niña" y por no tener amigos, cuando me acercaba a ellos siempre retrocedían.

Algunos niños empezaron a molestarme en la escuela, por esa razón muchos de los otros no querían acercarse a mí, había obtenido una muy mala reputación, los pocos con los que logré intercambiar palabras alguna vez se alejaban de mi con el tiempo, me sentía como un fenómeno.

Trataba de no mostrarle la situación en la que estaba a nadie, porque nadie podía hacer algo por cambiarla, a menos que pudieran traer a William a mí, y convertirlo en mi novio. Disimulaba todo con una sonrisa, en casa pretendía como si estuviera bien, en la escuela a nadie le importaba, entonces no tenía que fingir nada.

Más de una vez mi mamá quiso "salir de la rutina", sugería salir de viaje, pero yo la rechazaba, aunque quería eliminar todo recuerdo de William por romper su promesa y olvidarse de mí, cada vez que pensaba en acceder a vacacionar, venía a mi mente la idea de que él podría venir y no encontrarme y me hacía echarme para atrás.

Era imposible olvidarlo, quería hacerlo, me sentía patético preocupándome por eso cuando habían pasado muchas vacaciones y él ni me tuvo en cuenta, pero la poca esperanza en mí no desaparecía, seguía pareciendo una estrella en un cielo nocturno despejado.

Gasté más de una tarde mirando por mi ventana hacía la de él esperando verlo entrar e iluminar mi vida con esa perfecta sonrisa que poseía, pero no sucedía, estaba completamente enamorado de él, esa era la única razón para aferrarme a su recuerdo e ilusionarme con la idea de que tenía buenas razones para no venir y que pronto llegaría a decírmelas todas para demostrarme que aún le importaba.

Siempre trataba de no ser visto por sus padres, si en el peor de los casos, él no quería volver a saber de mí, no quería que alguien le recordara mi existencia.


Me encontraba sentado en mi cama jugando videojuegos, con la salida de nuevas consolas y nuevos televisores de mejor tecnología, había mejorado mis implementos, aun así me aburría de jugarlos, con tanto tiempo libre después de hacer las tareas, jugaba mucho y pronto me dejaban de gustar.

Mis vacaciones habían comenzado dos semanas atrás, esos meses era cuando más recordaba a William y cuando mi depresión aumentaba, después de mirar a través de la ventana y no verlo decidí ir al parque a comer un helado, como solía hacerlo junto a él.

Me senté en una banca solo, mirando como los niños jugaban hasta que terminé mi helado, el sol avisaba que el día estaba a alrededor de 1 hora y media de terminar, cuando de repente llegaron unos compañeros de clases y se colocaron en frente de mí.

-Miren, pero si es el niño que parece niña.- Bufó Gustavo.

-¿Eres marica?- Preguntó otro niño.

Mi Antiguo VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora