3. Promesa

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Con ayuda del tiempo las vacaciones llegaron, William y yo teníamos mucho tiempo para gastar juntos, aunque no siempre, algunas veces prefería salir con sus amigos mayores o con su novio, pero no me molestaba, la mayor parte del tiempo estaba conmigo, después de todo yo era su vecino, eso me hacía sentir superior a mi "competencia".

Se ganó la confianza de mi madre con esfuerzo, por lo tanto nuestras opciones al salir habían incrementado, ya no siempre íbamos al parque, algunas veces me llevaba a cine, a comer helado, comidas rápidas, me daba paseos en su auto, entre otras actividades.

Se comportaba conmigo como un hermano mayor, pero no el tipo de hermanos mayores que molestan a los menores, sino de los que sienten gran apego y cariño.

Cada vez me volvía más dependiente, mi necesidad por estar con él crecía, y no era de sorprenderse, él llegó y me notó cuando nadie más lo hizo, su atención me reconfortaba.

Ya William se había graduado de la escuela, yo quería ir a su graduación, pero el insistió que no lo hiciera, me dijo que sería muy aburrido, que después haríamos algo los dos solos, que no me preocupara.


El tiempo seguía avanzando rápidamente, yo no podía notarlo, los días a su lado pasaban en un abrir y cerrar de ojos.

Nos dirigíamos de nuevo hacia el parque para que yo jugara un rato, pero esa tarde fue diferente, él no se dedicó a observarme mientras me tiraba de la resbaladilla, estaba en una banca hablando con una señora que nunca había visto antes y un niño que la acompañaba.

Luego de que conversaran un rato, se acercó a mí en compañía del niño con el que hablaba antes, parecía un poco menor que yo.

-Mira, Chris, te presento a José.

Retrocedí sintiéndome un poco intimidado, no tenía ni idea de por qué estaba haciendo eso. José me extendió su mano, no quería dársela, pero en la mirada de William se notaba lo mucho que quería que lo intentara, así que le correspondí.

-¿Recuerdas que nunca jugamos en el balancín porque yo peso mucho? Con José podrás hacerlo, ¡vayan y jueguen un rato!- Exclamó para luego alejarse de nosotros.

Yo seguía invadido por la pena, no sabía qué decir para romper el hielo, José me señaló el balancín indicándome que jugáramos en él, yo accedí sin decir una sola palabra.

Nos balanceábamos de arriba abajo, José parecía divertirse, yo seguía nervioso.

-¡Oye! ¡¿Cuántos años tienes?!

-9, ¿y tú?

-Yo tengo 7.

Empezamos una conversación de niños, preguntándonos tonterías y hablando de caricaturas, me estaba desinhibiendo un poco, era claro para mí que socializar no era difícil, lo difícil era dar el primer paso, pero si yo no tenía que darlo, todo estaría bien.

-¿Y por qué utilizas el cabello como niña?

Esa pregunta me molestó, como usara yo mi cabello no era su asunto, sin embargo, él no estaba siendo grosero, solamente era curiosidad, por lo que decidí calmarme.

-Porque me gusta.- Respondí.

-Pero pareces una niña.- Rio.

Aunque en su tono de voz parecía una broma, yo lo tomé como una burla y no dudé dos veces en empujarlo haciéndolo caer en el suelo.

William, quien nos miraba desde una banca corrió preocupado hasta donde estábamos, no sé por qué en mi mente creía que vendría por mí, tal vez pensé que el pensaría que ese niño me había hecho algo malo como para que reaccionara de esa manera.
Para mi sorpresa, llegó y ayudó a levantar a José sacudiendo la arena de su ropa y haciéndome a mí a un lado.

Mi Antiguo VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora