2. Inocencia

15.3K 1K 462
                                    

Fue cuestión de semanas para que el lazo entre William y yo se fortaleciera, nos veíamos casi todos los días. Mi madre se sentía contenta por mí, aunque no le agradara mucho la idea de relacionarme con un adolescente, la felicidad que yo demostraba cuando estaba al lado de él, hacía que para ella valiera la pena.

Todo iba de maravilla, sin embargo, unos días atrás él empezó a evadirme un poco, ya no llegaba a casa a verme, si quería verlo yo tenía que llegar a la suya, y muchas veces obtenía rechazo como respuesta, siempre con la excusa de que al día siguiente si jugaría conmigo.

Después que me mintiera un par de veces, ya estaba consciente de que si se negaba a estar conmigo, el día siguiente también lo haría, pero yo no quería creerlo, solo llevábamos un poco más de un mes siendo amigos, me rehusaba a creer que se hubiera aburrido de mí tan rápido, prefería creer sus mentiras que aceptar una realidad.

Traté de no dejarme llevar por mi imaginación, o quizá me engañaba a mí mismo pensando en que si en realidad éramos amigos, debíamos confiar uno en el otro, esa fue una de las tantas lecciones que me enseñó.
Evité reflejar la tristeza dentro de mí por la falta su sonrisa en mi día a día, sorprendentemente me había acostumbrado a ella demasiado rápido

Pensé que estaba siendo algo paranoico en cuanto a lo que estaba sucediendo, pero sentí que mis temores y mis esfuerzos por no dejarme llevarme por la imaginación se fueron a la caneca de la basura aquella tarde.

Yo tomaba una siesta sobre mi cama cuando me levanté, tenía mucha sed, decidí bajar por un poco de jugo de manzana, justo cuando pasé al lado de la ventana, pude ver algo con el rabillo del ojo, y me giré para observar perfectamente lo que ocurría en la habitación que podía ver a través de ella.

Había un chico dándole la espalda a la ventana, y delante de él, William, muy juntos, no podía ver que estaban haciendo, pero supuse que se estaban besando en la boca por la forma en que giraban sus cabezas, nunca había presenciado en persona ese tipo de actos en mi corta vida, era obvio, sólo era un niño, pero esa era una ocasión especial, ni siquiera en televisión había visto a dos hombres haciendo eso, era algo nuevo para mí.

Mientras miraba sorprendido, el chico se dirigió al cuello de William, entonces abrió sus ojos y me vió mirándolos, se alteró de inmediato y empujó al chico, se dirigió a la ventana, con una nerviosa sonrisa agitó su mano para saludarme, yo no supe qué hacer, aún estaba atónito, acto seguido, bajó las cortinas de su ventana quitándome la posibilidad de ver lo que pasaba detrás de ella.

Lo primero que se me vino a la mente, fueron todas las veces que me rechazó, ¿acaso lo hacía para tener más tiempo para estar con él? Había olvidado que a diferencia de mí, William tenía una vida social, ese chico debía ser algún viejo amigo, me sentí como un idiota, no sé cómo pude pensar que de verdad sería una prioridad en su vida cuando conocía a muchos otros chicos antes de conocerme a mí. Pensé que la razón para que estuviera uniendo sus labios a los de ese chico estaba en alguna lección de amistad a la que yo todavía no llegaba.

No pude evitar sentirme molesto por la escena, deseaba mucho ser el mejor amigo de mi vecino, era la primera persona con la que me entendía, pero si tenía otros amigos además de mí, y que además tuvieran una amistad más antigua con ellos que la que tenía conmigo, me haría difícil convertirme en su favorito.

Las palabras de mi madre volvieron a atormentarme, tal vez ella estaba en lo correcto, nunca sería el preferido de William, yo era sólo un niño, él preferiría gastar su tiempo en buenas conversaciones y no escuchando las tonterías de un pequeño mocoso llorón como lo era yo.

Nunca me sentí tan mal como me estaba sintiendo en ese momento, estaba molesto de ser yo, de no ser alguien común, de que no se me diera fácil ese asunto de socializar, solo así tendría amigos, pero lo que mi mayor deseo era al menos tener 18 años para poder estar bien con William, y así tener el privilegio de que esos labios, con los que dibujaba su perfecta sonrisa, se posaran sobre los míos y no sobre los de ese estúpido chico.

Mi Antiguo VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora