―De verdad, Sebastián, ten cuidado, has estado tanto tiempo enamorado de esa mujer, esperando, que tengo miedo que puedas salir peor que con Elena.

―¿Peor que con Elena? Eso es casi imposible.

―Casi, pero no imposible, y si la dama de hierro te está dando cuerda, te está ilusionando solo para jugar contigo, sacarle celos a su ex, o cualquier otro motivo que no sea el querer estar contigo... ¡Son dos años, Seba!, en lo que no has mirado a otra mujer que no sea Monserrat.

El empresario bajó la cabeza, sabiendo que lo que su amigo decía era verdad.

―Estoy enamorado de ella.

―Lo sé y es precisamente eso lo que me da miedo.

―No tienes por qué tenerlo.

―Ese es el tema, tengo que tenerlo, sobre todo si esa mujer te está dando alas para cortártelas después que hayas agarrado vuelo. El golpe puede ser fatal.

―Espero que no sea así.

―Yo también espero lo mismo. ―El abogado miró su reloj―. Bueno, yo me voy, ya están legalmente unidos, aunque todavía no son marido y mujer ―bromeó.

―Cuando me case con Monserrat, serás mi padrino ―prometió Sebastián.

―Ella a mí no me quiere nada y no creo que le parezca buena idea.

Iba a replicar cuando golpearon la puerta y esta se abrió.

―Hola, Sebastián. ―Monserrat entró con una gran sonrisa, la que se congeló al mirar a Felipe―. Hola.

―Hola, Monserrat ―la saludó el abogado, tan parco como ella.

―¿Y tú? ―el empresario, por el contrario, estaba gratamente sorprendido.

―Te venía a buscar para ver si no tenías nada qué hacer, pero... ―Se volvió a mirar al abogado―. Debí llamar antes, lo siento, nos vemos otro día ―apostilló, se notaba nerviosa.

―Por mí no te preocupes ―se apresuró a contestar Felipe―, yo ya me iba, solo vine a dejarle el contrato firmado.

―¿De verdad? No quiero molestar.

―No, no, para nada, lo único que te pido es que lo cuides, no le des falsas esperanzas si no quieres nada serio con él ―le advirtió al tiempo que le extendía la mano.

―No te preocupes, Felipe, cuidaré muy bien a tu amigo.

―Felipe... ―censuró Sebastián.

―Tranquilo, Sebastián, si yo fuera tu amiga, también me preocuparía, no soy el mejor partido, eso lo sé ―replicó Monserrat con sarcasmo.

―No se trata de si eres el mejor partido o no, Monserrat ―aclaró Felipe―, se trata de si mi amigo saldrá o no lastimado, si tú solo quieres jugar o si de verdad va en serio. Y eso es lo que me preocupa, durante dos años no has hecho nada por acercarte y... si tienes otras razones para ilusionarlo ahora, no creo que sea justo para mi amigo, no puedes jugar con él.

―¡Yo no quiero jugar con él! ―exclamó ella a la defensiva.

―Es lo que parece.

―¿Por qué? Yo no le he hecho ninguna promesa.

―Le das alas, que es peor.

―Basta los dos ―intervino el empresario―. No discutan como si yo no estuviera presente.

―Él empezó.

―Ella empezó.

Dijeron al mismo tiempo. Sebastián se echó a reír.

Quiero estar contigoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin