17. De espectros y realidades

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¡¡Hola, bellezas!! ¿Qué tal están? Aquí otro capítulo. ¡Muchas gracias por seguir leyendo! Me alegran muchísimo. <3 

¡Bienvenido a la lectura!

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De haber sido modelos para una pintura gris, tétrica y triste, Asheleen e Ignacio (que seguían uno al lado del otro en el sofá), serían la personificación inmejorable de todas las emociones cuasi negativas sobre la tierra. La fémina había sacado la cajita de retazos de tela que Anton le había dado y se encontraba estrujando uno con especial fuerza y concentración.

Ignacio aún seguía con los dedos entrelazados y la mirada perdida en algún punto de la patética casucha, tratando de asimilar toda la información que acababa de recibir de buenas a primeras. El silencio debió atraer al dueño de aquella casa, pues el sonido de las ruedas de su silla volvió a escucharse en la lejanía del pasillo hasta que se hizo estridente, o al menos, así le parecía a él.

—¿Está listo? ¿Lo sabes todo? —Se dirigió al hombre, y este le miró como si quisiese calcinarlo con la mirada.

—¿Cómo es que yo no te conocía? ¿Cómo es que ni siquiera Asheleen lo hacía? —preguntó levantándose del sofá.

El aludido se acarició la barba de días y suspiró por lo bajo.

—Conocí a Asheley cuando asistimos a la universidad. Aún no te conocía, Ignacio. —Se encogió de hombros como si fuese lo más natural del mundo.

—Me jode que parezcas saber todo de nosotros mientras que estamos en desventaja —intervino Lena con un austero ceño marcado.

—Asheley gustaba de hablar mucho, lo sabes —soltó con un dejo de nostalgia—. Así que probablemente me sé toda su vida.

—¿Cómo sé que no fuiste tú quién la mató? —Ignacio dio un paso hasta el desconocido, pero este no se inmutó.

Asheleen observó el intercambio con un creciente dolor de cabeza. Se sentía extrañamente mareada, tal vez por el ambiente, el recordatorio de lo que había pasado hace tantos años o por toda la situación en sí. Nada tenía sentido y a la vez todo se entrelazaba, como una clineja que pasaba sus cuerdas una por debajo de la otra sin dejar ni una hebra por fuera, entretejiéndose a costa de sus nervios y convicciones. ¿Cómo se había construido todo aquello? ¿Por qué el pasado debía volver a echar raíces en sus vidas?

—¿Cuál es tu nombre? —cuestionó Lena, dándose cuenta de que no sabía ni siquiera lo esencial del misterio que rodeaba la vida de su hermana.

¿Cómo había sido capaz de saber que moriría si todo había parado antes de que ella se fuera a los dieciocho? Sus padres todavía vivían en aquel entonces, y de haber pasado algo más, ella se hubiese enterado. ¿Qué era lo que había reactivado toda aquella situación paranormal?

—Me llamo Gadriel —contestó él—. Entiendo por todo lo que están pasando, de ver...

—¡No lo entiendes! —exclamó Ignacio, furioso por segunda vez—. Perdí a mi futura esposa por eso que nadie sabe qué es. Tengo pesadillas, la he visto en mis sueños, llamándome... —Había comenzado con un tono fuerte, pero a medida de su perorata balbuceante, perdía la determinación y todo se volvía un susurro más claro.

—No tienes idea del infierno que hemos vivido... —Apoyó Lena—. Todo esto es una masa que va ganando volumen y velocidad con cada día. —Exhaló y apretujó los dedos contra su cuero cabelludo.

—Les recomendaría un exorcismo, pero... nunca pude meterme en la cabeza que de verdad murió alguien en esa casa y su alma anda penando. No soy muy supersticioso —dijo Gadriel mientras masajeaba su entrecejo.

Ignacio lo observó como quien contempla el nacimiento de un bebé extraterrestre. ¿No era él el que parecía más supersticioso y extraño de los tres?

—¿Qué se supone que estás insinuando? —Asheleen fue la primera en reaccionar, temiendo que confirmara sus recientes pensamientos.

—Vamos, no me imagino a un espíritu vagando por los rincones y haciendo estragos... porque ustedes llegaron aquí por algo más que el asunto principal, ¿no? —El tono incrédulo se hizo notar mientras intentaba evadir el tema de la muerte de Asheley.

Después de todo, había sido una gran amiga para él.

—¡A eso me refiero! —Ignacio le señaló con el dedo acusador—, ¡siempre pareces saber todo! — escupió con la sospecha atorada en la garganta.

Gadriel mostró una expresión dudosa y contempló los ojos de Asheleen con mucho más análisis.

—Eso quiere decir que... no sabes lo que vivió tu hermana en el último año, ¿verdad? —Lena prestó atención con los ojos muy abiertos—. Y tú. —Señaló al hombre de ojos verdes—, ¿tampoco sabes lo que vivió tu prometida el último año? —Se pasó la mano por el rostro, como intentando quitarse una densa sustancia imaginaria.

—¿Qué se supone que vivió? —La muchacha se levantó y agitó las manos hacia él, harta de no enterarse de nada.

El muchacho de ojos marrones y cabello desaliñado se reclinó en la silla y entrelazó los dedos cuan magnate en fase de negocios. ¿En qué caverna había vivido el novio y que tan despreocupada había sido la hermana gemela como para no notar nada raro?

—Supongo que lo mismo que viven ustedes ahora. —Empezó tratando de alcanzar un vaso sobre la mesa—. Volvió a recibir regalos. Flores de todo tipo y de todas las especies. Animales muertos, sangre. Todo a las tres de la mañana —confirmó con un tono muy lúgubre.

Asheleen observó a Ignacio con sorpresa y una pizca de incertidumbre, como tratando de leerle la mente con todas sus fuerzas para saber lo que estaba pensando. La teoría del asesino encubierto iba cobrando cada vez más adeptos, y tenía que admitir que era muchísimo más fuerte que apoyar a la idea de que un ente paranormal.

La pregunta real era: ¿quién? ¿Quién querría ver muerta a su hermana y a ella? Ahora, ¿quién había matado a Dante y a sus amigos para exponerlos en la rama de un árbol?

—¿Cómo es posible que no hubieses sabido esto? —habló la fémina hacia Ignacio con un tono cargado de impotencia.

El aludido negó lentamente con la cabeza, tratando desesperadamente de buscar alguna frase coherente para intentar explicar todo lo que estaba pasando. ¿Cómo no había podido darse cuenta de ello? ¿Lorena y Karina sabrían algo? ¿Tal vez la señora Oleane?

—Yo no le atribuiría todo esto a un ente paranormal... lo haría a una persona muy real, de carne y hueso. Un asesino —siseó Gadriel mientras miraba hacia el suelo.

Asheleen no pudo hacer más que darle la razón; pero entonces... ¿Qué eran esos extraños sueños que la acongojaban? Su hermana siempre era la protagonista, hablara o no, recordándole lo despegada que había sido.

¿El asesino era real o era espectral? ¿A qué se estaba enfrentando?


Fragancia Mortífera ©Where stories live. Discover now