5. Los pétalos de una Rosa

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¡Bonito día, bellezuras! Aquí les traigo un nuevo capítulo. ¡Gracias por sus opiniones! Las valoro mucho. <3 ¡Bienvenidos a la lectura!

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Los dedos le temblaban mientras su cuerpo se tensaba a cada paso que daba. Asheleen no tenía demasiada idea de quién o qué podría estar tocándole la puerta a esas horas de la madrugada; y aun sabiendo que en aquel pueblo todos se conocían, no creía que los demás tuvieran el suficiente candor para brindarle una mano amiga en medio del oscuro cielo sobre su techo. No para ella, que se había vuelto prácticamente una extranjera con viejos y desgastados recuerdos.

Tan nerviosa como estaba, la muchacha tomó el pomo e inspiró aire con gran resolución. Una vez la habían intentado robar, pero eso había sido en una ciudad superpoblada muy lejos de allí. ¿Quién iba a robarla a ella cuando todos dormían casi con las puertas abiertas? Sería realmente problemático verse envuelta en dicha situación.

Asheleen giró la muñeca y el frío exterior la recibió con una bofetada al alma, lo que la hizo cubrirse los brazos y frotarlos mientras veía hacia todos lados.

Nadie. En la calle no se veía ni un alma.

Ella frunció el ceño con la alarma del peligro encendida. Habían tocado el timbre una sola vez, y ella había tenido el cerebro demasiado entumecido como para reparar en que se tardó demasiado en abrir la puerta; sin embargo, también podía recurrir a la primera opción que había pensado. Sin pensarlo demasiado, Asheleen ladeó el rostro para cerrar la puerta, no obstante, algo captó su atención de refilón.

La mujer volvió la vista hacia el suelo empedrado de su recibidor exterior. No sabía cuántas había ni cómo fueron a parar allí, lo cierto es que había rosas, rojas, blancas, de todos los colores, derramando sus pétalos frente a su puerta y a través de la escalinata. Sintió su corazón retumbar al observar toda aquella tétrica escena y sus pies la obligaron a salir de la casa presa de la creciente sospecha. ¿Quién había hecho eso? ¿Por qué estaba todo aquello allí?

Giró la cabeza hacia todos lados hasta dar una vuelta a su cuerpo, desesperada por lo que estaba viviendo. Había tenido ese extraño sueño donde soñó con alguien que no conoció y no se presentó durante todo el velatorio, y para añadir más suspenso, ahora tenía ese especial presente frente a su puerta. Caminó un poco y se agachó junto a la rosa blanca más cercana, notando en todo momento la tensión en el ambiente que parecía resonar a kilómetros.

La deshojada rosa estaba llena de gotas rojizas, que por supuesto, Asheleen no iba a tomar como si fuese sangre, porque no lo era, ¿verdad? A pesar de que algo en su interior se mecía con temor, la muchacha no dejó de escudriñar el desparpajo de flores que llenaban todo a su alrededor. Marchitas o no, las rosas allí a sus pies le parecían horribles, como la antesala a una pesadilla fantasmal.

Se aquietó los cabellos de la coronilla y bajó por la escalinata con las piernas temblorosas. Alguien debía estarle haciendo una mala broma, no encontraba otra explicación coherente que le definiese tal acto peculiar y fuera de tono. Debía recoger todo ese desparpajo y hacer como que nada había pasado. Sí, eso debía.

Dando una media vuelta, la fémina volvió sobre sus pasos mientras veía hacia todos lados, tratando de captar algo que le diese algún resquicio de lo que había pasado; pero la calle seguía tan sola como deberá estar a esas altas horas de la madrugada.

Tú eres la única loca que está afuera, Lena; se dijo arrugando los labios.

Tomando de nuevo el pomo, la mujer se dispuso a entras en casa nuevamente, no obstante, lanzó un chillido en cuanto se fijó en la puerta. Había un ramo de rosas pintadas de negro guindado junto a una nota, pero aquello no era lo más impactante.

Lo más resaltante era el olor de aquel ramo. Olía a muerte, como si hubiesen crecido dentro del cuerpo de un cadáver pudriéndose, como si la peor fragancia del mundo toqueteara los pétalos con demasiada vehemencia. El aroma penetró en sus fosas nasales, y ella tuvo deseos de vomitar antes de cubrirse la nariz con el antebrazo.

¿Qué clase de psicópata podía hacer eso? ¡Por dios!

Estiró la mano con reticencia y tomó la nota pegada, alejándose lo más que podía de toda aquella escena espectral. Clavó los grandes ojos en la garabateada escritura y el aire se volvió espeso, con la sangre corriendo por sus venas en cámara lenta esperando por detenerse de una vez por todas.


«Espero que disfrutes mi especial cosecha.

Te quiere, tu hermana muerta.».


Asheleen tembló, y el mundo tembló con ella. Arrugó el papel entre sus dedos con la respiración entrecortada y llamó a la calma. No pasaba nada, nada pasaba. Aquello era una broma cruel que terminaría descubriendo tarde o temprano. Nadie podía usar el nombre de Asheley de esa manera tan macabra.

Volvió a entrar a la casa y se apoyó de la puerta, resintiendo el olor y casi saboreando aquella fragancia mortífera del ramo de rosas.

Necesitaba una bolsa negra y un poco de fuego.

Luego, todo volvería a ser como siempre había sido.

Por supuesto...


Fragancia Mortífera ©Where stories live. Discover now