Con mucha tristeza, decidí darme por vencido, todo era finalmente evidente, la última pieza del rompecabezas había encajado, si los últimos días mi "amigo" no me prestaba atención, era porque para él su verdadero amigo tenía más importancia, no supe qué hacer, a nadie podía hacerle una pataleta por lo sucedido, mi madre me lo advirtió y preferí arriesgarme, a pesar de ser pequeño entendía eso.

Cerré la puerta de mi habitación con seguro, bajé las cortinas y me acosté en mi cama a llorar, esa fue la primera vez que lo hice escondido, y la primera vez, que pensándolo bien, tenía una buena razón para hacerlo.


Al día siguiente, cuando llegué de la escuela, empecé a jugar videojuegos, ellos me ayudaban a mantener mi mente entretenida. Poco tiempo después tuve que dejar de jugar para hacer las tareas a petición de mi madre, quien prometió dejarme jugar todo el tiempo que quisiera cuando terminara.

Tenía mi vista puesta sobre mi cuaderno de matemáticas tratando de resolver unos problemas, cuando escuché a alguien entrar en la habitación.

-Hola, ¿será que puedo pasar?- Preguntó William con una sonrisa en su rostro esperando que me emocionara al verlo.

Algo dentro de mí quiso correr hacía él y abrazarlo fuerte, pero me negué a hacerlo, no había olvidado lo sucedido y todas las conclusiones sacadas el día anterior, luego de verlo volví a poner mi mirada en mi cuaderno.

-Tu mamá me dejó entrar, dijo que estarías muy feliz de verme.

Ahora él estaba sentado en la cama frente a mí, pretendía que lo mirara y aceptara su presencia, pero estaba obligándome a no ceder.

-Chris... perdona, no quise hacerte sentir mal, lamento no haber venido antes a jugar contigo, pero aquí estoy, ahora podemos jugar, tenemos toda la tarde.

De nuevo se estaba mostrando preocupado, ese tono en su voz estaba llevando al suelo mis esfuerzos por mantenerme distante, no soporté más tiempo, gateé hasta él y lo abracé llorando, el reaccionó inmediatamente abrazándome también y acariciando mi cabello como siempre.

-Tranquilo, tranquilo, no volverá a pasar, no llores, ya estoy aquí.

-No te olvides de mí.- Pedí mientras las lágrimas brotaban de mis ojos.

-Yo no te olvido, ¿por qué dices eso?

-Porque tú eres grande, yo soy pequeño, no sé de cosas de niños grandes, te vas a aburrir de mí.

-No, ¿cómo se te ocurre? Para mí eres como el hermanito menor que siempre quise tener, nunca me voy a aburrir de ti.

-¿Por qué no venías a jugar conmigo?

-Estaba ocupado, escucha, Chris...- Se separó de mí y me secó las lágrimas mientras me miraba.- no podemos jugar todos los días, soy un niño grande, tengo muchas tareas, y son muy largas, pero yo no te olvido, siempre vendré cuando tenga tiempo libre, ¿te parece?

Aunque deseaba verlo todos los días, sin excepciones, prefería un millón de veces verlo así fuera un sólo día a la semana que no verlo más.

-Está bien.- Respondí feliz por tenerlo de nuevo conmigo.

Por petición suya, caminamos al parque para comernos un helado, sus planes siempre eran ir fuera de casa, no le gustaba ni en lo más mínimo que gastara mi tiempo encerrado y mucho menos jugando videojuegos, eso era lo que más le agradaba a mi madre de él.

-¿El niño que estaba contigo ayer también es tu amigo?- Pregunté sin poder contener mi curiosidad.

Él dejó de lamer su helado, no había que ser muy inteligente o mayor para darse cuenta que quería pasar por alto esa situación.

Mi Antiguo VecinoWhere stories live. Discover now