Me acomodé mejor para responder, pero no pude hacerlo.

No pude hacerlo porque mi respiración se cortó.

No pude hacerlo porque un infinito dolor inundó mi cuerpo.

No pude hacerlo porque dejé de estar dentro de mí.

Ya no veía la oscuridad de mi habitación, pasé a estar viendo algo parecido a una piscina. No podía respirar, no al menos hasta que el agua se fue, y en su lugar apareció la vista de algo hondo, todo lleno de agua.

Tosí, aunque en realidad no fui yo quien lo hizo.

—Maldito hijo de puta —escupió Alan, alzando la mirada hasta encontrarse con un chico rubio.

El mismo chico que estaba cuando Alan peleó con Braham en esta cosa que parecían carreras ilegales.

Él era un vampiro ¿Qué hacía Alan con vampiros?

El chico sonrió. Una sonrisa vacía, fría y macabra.

—No creo que estés en condiciones de decir eso. —Un puñetazo aterrizó en su estómago.

Sé que tanto Alan como yo nos doblamos de dolor.

Alan volvió a toser y era increíble la manera en la que yo lo sentía en mi propio cuerpo.

—No hay manera de que alguien se dé cuenta que desapareciste. No pronto, al menos ¿Ahora ves las consecuencias de vivir metido en un mundo ajeno con una chica? El amor es una porquería, por eso no nos falta.

Sus ojos se volvieron a alzar y me maravilló la manera en la que seguía en pie a pesar del dolor que estaba sintiendo.

Pero me sorprendí al ver a Evoleth allí, con sus ojos heridos, mirando al chico que había dicho lo anterior.

Alan volvió a toser, esta vez dolió todo mucho más. Sé que escupió sangre, que alguien lo tenía por detrás, apretando algo que le hacía apretar los dientes para no gritar de dolor.

Sé que yo, en mi cuerpo, comencé a llorar porque dolía muchísimo, dolían mis manos, mi cuerpo también se sentía débil, como si en cualquier momento él estuviera a punto de caer.

Alan... mi Alan.

—Tal parece que por el que hiciste todo esto no valió de nada —dijo hacia Evoleth, jadeando. De nuevo su cabeza fue sumergida en el agua, volviendo a lo de antes, con la diferencia que tragó un poco.

Tosí mirando como poco a poco mi habitación volvía a estar frente a mí.

¡No!

No quería salirme de su cuerpo aunque doliera, necesitaba saber más, necesitaba saber qué le hacían.

—¡Abril! —Sentí dos voces: una de mi hermana... otra que llamaba con lo que parecía ser agonía: Alan.

—No puedo respirar. —América intentó darme aire, sin saber que no era por mí, sino por Alan.

—Abril, fue un sueño, tranquila. —Negué, cayendo en cuenta que mis mejillas estaban mojadas. Seguía sin poder respirar.

—No lo es. No lo es, Mer y Alan está mal... Mi teléfono, pásame mi celular. —Lo busqué desesperada pasando mis manos por toda la cama, pero caí en ella, llorando, cuando sentí un dolor en mi rostro que me pasmó.

Cerré los ojos, sin poder aguantar el dolor que sentí.

Mi móvil apareció frente a mí, gracias a América. Lo tomé desesperada y marqué el número de Axel, apretando los dientes para intentar aguantar el dolor que sentía.

Lunas escarlataWhere stories live. Discover now