—Abril, lo siento mucho. —Mi hermana se sentó a mí lado para abrazarme. Negué.

—No puede ser cierto, Mer, no puedo estar embarazada. —Miré de nueva la prueba, la cual mostraba dos rayas, una más visible que la otra, pero dos, al fin y al cabo.

Mordí mi labio, presa del pánico.

Aunque intenté respirar para tranquilizarme, el miedo fue tanto que tuve que correr, de nuevo, al baño para empujar fuera de mí algo que no tenía: comida.

No tuve miedo de poner mi mano en mi vientre. Fue una reacción inconsciente al verme sacando al diablo y al espíritu santo de mí.

América llegó a mí, para acariciar mi espalda, mostrándome su apoyo y preocupación.

No podía estar en embarazo. Eso se me hacía imposible, pero las dos rayas parecían no equivocarse.

Quería que todo fuera mentira.

Sollocé limpiando mi boca.

—Dios, América que voy a hacer, siempre pensé que tendría un bebé dentro de mí cuando estuviera establecida con mi pareja, pero ahora seré madre soltera; todavía no he terminado mis estudios y... ¿Qué haré? —dije entre hipidos—, solo tengo dieciocho años. ¿Qué le diré a mamá y papá?

—Un embarazo siempre puede pasar, aunque te cuides, Abril... ¿Cómo le dirás a Alan? —susurró, metiendo un mechón de cabello detrás de mi oreja. Negué al verme entre la espada y la pared—. Tienes que decirle algo, es de ambos.

—Es que no es posible que esté en embarazo, América: Tengo esto en mi brazo que se supone no falla. Además, yo...

—Nada, Abril, tienes los síntomas que... Tienes mucho de lo que las embarazadas tienen.

—Sí, excepto un bebé —repliqué. Pasé mis manos por mi rostro, angustiada.

—Me estás preocupando, Abril... ¿Qué piensas hacer? —Tomé una respiración temblorosa.

—Si estás preguntando sobre qué pienso hacer con el bebé, si hay bebé, lo tendría, no sería capaz de hacer otra cosa, pero... —Volví a sollozar—. No quiero estar en embarazo en estos momentos, América. No quiero.

Me estaba volviendo loca. Estaba alterada, comiendo mis uñas que trataba de mantener siempre un poco largas, pero en ese momento casi que las tenía casi hasta la madre. Comenzaban a doler. Además, estaba temblando como un chihuahua.

Debía hacerme otra prueba, no podía confiarme solo de una, así que me levanté de un salto y corrí hasta la sala principal.

—¿Qué estás haciendo, Abril?

—Dijiste que podíamos ir al pueblo, para estar segura de que no lo estoy... o estoy. Iré a la clínica, pediré una muestra en sangre.

—Abril, estás...

—¡Mierda, América! ¡No puedo estarlo! -grité en medio de otra nueva ronda de sollozos, interrumpiéndola. Se sobresaltó al escuchar la palabrota de mis labios. Yo nunca decía groserías. —lo siento, pero no lo creo y si esta prueba sale positivo, no queda de otra que hacerme a la idea, pero no estoy embaraza, es imposible.

Seguí buscando mis llaves.

—No te iba a decir que estás embarazada, Abril. Estoy contigo, es bueno asegurarse. Lo que iba a decir es que estás muy alterada, necesitas calmarte. Estás en pijama, no has comido nada y estás alterada, no puedo permitir que manejes así.

—Porque esto me está matando, si no lo sé rápido no me calmaré... Entiéndeme, por favor. —Suspiró.

—Ve, busca tus papeles y cámbiate, yo iré preparando el auto,

Lunas escarlataWhere stories live. Discover now