CAPITULO VIII. parte tres.

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-¿Querés que te acompañe? -Le pregunto Bruno recostado en una toalla sobre la arena, bajándose un poco los anteojos de sol para mirarla.

-No, está bien, vuelvo en menos de un minuto. -Declinó ella la oferta.

-Ahí está mi billetera. -Apuntó Nacho hacia un sector en el pareo de Paula, apartando la mirada del partido para mirar a Micaela. -Pagá con eso. -Dictaminó, reprimiendo las ganas de acompañarla.

Micaela estuvo a punto de negar con la cabeza y desobedecer la orden de su amigo, cuando notó que ella había olvidado su propia billetera, lo que significaba que no tendría dinero para pagar las bebidas. Nacho volvió a fijar la vista en el partido, y Francheska volvió a abrazarlo por detrás, dejándole un beso en la zona del omóplato derecho. Micaela, enfurecida por aquella escena, tomó enseguida la billetera de su amigo, y se fue hacia el puesto más cercano que vendía bebidas con pronunciados pasos que dejaban huellas en la arena.

-Dame un agua saborizada de naranja y agua mineral. -Pidió amablemente Micaela al vendedor, a pesar de su fastidio.

-Acá tenés, son cincuenta pesos. -Le respondió él señor, pasándole las dos botellas.

Micaela abrió la billetera de Nacho para sacar la plata y no sólo divisó lo típico, dinero y tarjetas de crédito, sino que también encontró un preservativo. A decir verdad, aquello también era típico en la billetera de un hombre, sobretodo en la de Nacho, pero no podía dejar de prestarle atención. Cuando reaccionó, agarró cincuenta pesos, pagándole al vendedor y abandonando el puesto sin siquiera decir gracias. Sumida en su enojo, Micaela sacó el preservativo de la billetera y lo tiró con fuerza hacia unos arbustos que se encontraban a lo lejos. Sabía que el límite de su amigo llegaba hasta ahí; no era capaz de estar con una mujer sin protección, a pesar de morirse de ganas. Automáticamente se sintió tonta. Se estaba comportando de manera infantil, ¿cómo podía haber hecho eso? Era obvio que aunque el preservativo no estuviera en su billetera, si Nacho tuviera ganas de estar con Francheska, era tan simple como salir de la casa, caminar unos cuantos pasos en dirección al kiosco de la esquina y volver a comprar.

Micaela estaba muy irritada, y el haber llegado al sitio donde estaban todos y encontrar a Francheska buscando el rostro de Nacho para besarlo, sólo aumentaba su enojo.

-Acá les dejo las bebidas. -Avisó ella, dejando las botellas y la billetera de Nacho debajo de la sombrilla sobre el pareo de Paula. -Me voy a recostar un ratito porque me duele la cabeza. -Mintió. -Y antes de que me digas algo... no. -Negó con la cabeza mirando a Bruno. -No quiero que me acompañes, quedate acá que el día está divino y vos viniste para disfrutar. -Agregó. -Yo seguramente más tarde vuelvo. -Finalizó.

Todos la despidieron con un saludo o deseándole que se sintiera mejor; ella agradeció y volvió a la casa de los mellis. Allí se encerró en el dormitorio en el que ya se había instalado el día anterior, agarró una almohada, se la puso sobre la cara y gritó con todas sus fuerzas. Necesitaba descargarse, y no había nadie con quien pudiera hablar de todo lo que le estaba pasando. Sentía ira, ganas de llorar, por otro lado ganas de agarrar de los pelos a Francheska, y luego agarrarse de los pelos así misma para entender qué era lo que verdaderamente sentía, o hacerse entrar a sí misma en razón.

Nacho, por su parte, en la playa, había vuelto a reprimir ganas de acompañar a Micaela. Sin duda bajo cualquier otra circunstancia, lo habría hecho, pero esta vez no correspondía. Sin embargo, luego de una hora, todos empezaron a sentir hambre, así que los chicos empezaron a levantarse para ir a comprar algo de comer. Los mellis y Gonzalo fueron en dirección a un lugar para comprar unos sándwiches. Nacho notó enseguida la ausencia de algo en su billetera cuando la abrió para pagar la comida, miró hacia sus costados para ver si no se le había caído, pero no encontró nada. Se quedó pensando por un rato y enseguida ató cabos, recordando que la última en haberla tenido en sus manos fue Micaela.

-No tengo efectivo, voy a buscar a casa y vuelvo. -Mintió Nacho.

-Yo tengo, no te preocupes. -Ofreció Rama.

-Bueno, pagá y lleven la comida pero igual tengo que ir a buscar mi celular porque me lo dejé en la mesita de luz. -Recordando que se lo había olvidado allí esa mañana, y utilizando aquello como excusa.

-Bueno, andá tranquilo. -Respondió Gonzalo, no del todo convencido.

Nacho ignoró la actitud de su amigo y enseguida se encaminó a su casa, una vez que llegó, abrió la puerta para entrar, y luego la cerró detrás de él. Después de un suspiro, se encaminó al dormitorio en que sabía que Micaela estaría. Tocó la puerta.

-¿Quién es? -La voz de Micaela desde el otro lado de la puerta se oyó.

-Yo. -Habló él, sabiendo que ella reconocería su voz.

-¿Qué querés, Nacho? -Cuestionó ella, abriendo la puerta luego de par de segundo de silencio.

-¿Podemos hablar?

-¿Puede ser en otro momento? No me siento bien ahora...

-¿Tiene que ver con esto? -Retrucó él, levantando la billetera para mostrársela.

-¿Qué? -Mica quedó petrificada.

-Creo que sabés a qué me refiero. -Nacho lo confirmó al observar el rostro de su amiga palidecer. -¿Por qué hiciste eso? -Indagó.

-Ay, no sé de qué hablás. -Corrió ella la mirada, alejándose de la puerta que hasta ahora había estado sosteniendo para obstruirle el paso a él evitando que entrara.

-Dale, Mica... -Insistió él, entrando a la habitación al quedar el camino libre, y cerrando la puerta. --Somos grandes y sabés que te conozco.

-¡Está bien! -Exclamó resignada. -Está bien, lo saqué y lo tiré. -Reconoció. -¿Querés saber por qué lo hice? Porque no la soporto, es una tarada.

-No hables así, Mica.

-¡Es la verdad! Ni siquiera puede estar o hablar un segundo con los demás, quiere estar todo el día encima tuyo, es insoportable. -Se descargó. -No sé cómo haces para aguantarla.

-¿Y eso a vos por qué te molesta? -Interrogó él. -En todo caso es un problema mío.

-Ya sé, tenés razón. -Resopló y se llevó las manos a la cara. -No sé por qué, pero me molesta. Te juro que no tolero ver que se te tire encima todo el tiempo. -Confesó. -Intenté aguantármelo pero no puedo, no la puedo ni ver. Sinceramente, no sé qué es lo que me pasa; no quiero que estés con ella.

-Te mentí. -Admitió él en un arrebato de sinceridad.

-¿Qué? -Preguntó ella sin entender.

-Que te mentí... me acuerdo de todo.



Hola chicas, mil disculpas por no actualizar durante tanto tiempo, pero me fui de viaje y paramos en lo de una amiga que no tiene wifi, así que era imposible conectarme ; recién volví anoche.

De todas formas les cuento que entré en época de parciales en la facultad, por ende hasta el 15 de julio voy a estar estudiando a full. Igual voy a subir todas las veces que pueda!!!

En fin, les dejo esta parte :) gracias por la paciencia, sus votos y comentarios. Saludos!!

Perks of being friends {Nachoela}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora