자신을 잃고

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15:27 PM.

Jungkook había llegado del trabajo, y se encontraba algo exhausto. Ser enfermero era algo complicado, personas enfermas o lastimadas pero no le importaba, le gustaba ayudar.

—¿Han arreglado la casa?

Preguntó Yoongi para entablar una conversación, mirando hacia los alrededores de la casa.

—No tanto, Jimin sólo la ha decorado.

Yoongi, el chico de cabellos grises sonrió ladinamente. Claro que conocía a Jimin, se habían hecho amigos pero algo ocultaba Yoongi. Y eso eran sus sentimiento e intenciones con el novio del pelinegro.

Se habían conocido al principio en esa casa. Yoongi se había lastimado la mano y para no ir al servicio del hospital, se dirigieron a su hogar donde la pareja de Jimin le ayudaría.

Bendito fue aquel día en que cruzó la puerta de la casa de su amigo, verlo ahí parado apoyado a la escalera, aquella posición tan despreocupada, sus labios curvados en una sonrisa. Para Yoongi, Jungkook era lo más parecido a un dios griego, ningún rasgo de imperfecciones, tan perfecto. O quizás si tenía una imperfección, y ese era... Su pareja.

No le cabía en la cabeza como aquel hermosa creación estaba con una bata de enfermero y no posando ante una cámara, siendo un modelo. Aseguraba que si lo llegase a ser, le lloverían los fotógrafos, incluido él.

—¿A que hora llega Jimin?

Preguntó el chico de cabellos grises mientras tomaba asiento esporádicamente en el sofá junto a Jungkook.

—Supongo que en unas horas más.

Respondió con desdén mientras se rascaba la cabeza sutilmente.

Y ahí estuvieron unos minutos que parecieron infinitos, el silencio inundaba la habitación y lo único que podía escucharse eran sus calmadas respiraciones y la resonancia del televisor.

Un incómodo silencio y ambos sabían porque.

Un incidente, que no debería haber ocurrido para Jungkook. Su mejor error para Yoongi.

—Quiero besarte.

Soltó repentinamente, no era su intención pero era inevitable, lo necesitaba.

—Bésame.

Respondió inconscientemente, sabía que estaba mal, no debía hacerle eso, no a Jimin.

Y así fue como se fundieron en sí mismos, como un cazador a una presa, Yoongi era el cazador y Jungkook la presa, débil en esos momentos. Sus labios se devoraban con deseo, tal era la pasión que no se detuvieron cuando el aire les hizo falta en sus organismos. Con risas juguetonas, sin uso de la razón, subieron las escaleras para nuevamente encontrarse en sus bocas. Si los labios eran una tentación, su cuello sería su perdición. Y así fue. Ensordecedores gemidos y jadeos inundando la habitación. Encerrados en una burbuja de ambición, sin contacto con el exterior.

Aquel momento sin interrupción fue cuando el cuerpo de Jimin fue adentrándose a la habitación, deteniéndose al ver dos cuerpos moviéndose desenfrenados por el deseo. Nadie se percató de ello, ni siquiera cuando él abandonó aquel infierno que para ellos era el paraíso.

Jungkook gruño fuerte, el chico de cabellos grises había logrado su cometido, marcarle. Las prendas incomodaban y así fue como desaparecieron, perdiéndose a la velocidad de la luz y sin saber donde se habían desmoronado. Más contactos y fricción entre ellos, perderían la cabeza a este paso.

Yoongi sonreía gustoso ante el placer que estaba adquiriendo y que se apoderaba de su cuerpo. Por otro lado Jungkook tenía un lado de su mente en medio del regocijo y el otro en medio de recuerdos, hermosa recuerdos que se perderían.

AVEUGLE ¡! VMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora