En el que Adrien roba un libro

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—¿Viste la reacción de Adrien, Tikki? Dijo que soy una gran amiga... —La chica contemplaba su pared cubierta de fotos, suspirando de cuando en cuando.

—Sí, sí, Marinette, lo dijo —respondió Tikki por octava vez, riéndose después.

—No puedo creer que quiera ayudarme con lo de la fiesta de Alya. Los dos haciendo algo... ¡juntos! Es tan maravilloso.... —Daba vueltas en su silla por toda la habitación.

—Claro, Marinette, pero como no hagas ahora los deberes no vas a ir a muchas fiestas —advirtió el kwami a su feliz amiga.

—Tienes razón. —Se empujó a sí misma sobre la silla hasta quedar frente al escritorio—. Haré los deberes y después empezaré a diseñar el regalo.

Sin muchos más rodeos, Marinette se puso manos a la obra en sus tareas, mientras en otra zona de París Adrien tomaba una decisión peliaguda.

—Plagg, tengo que volver a abrir esa caja fuerte.

—Tú estás loco, chico —decía el pequeño ser, zampándose un trozo de camembert—. Si haces eso, tu padre lo descubrirá y no podrás ir a esa fiesta de cumpleaños, y menos hacerla aquí.

—Esto es más importante. Además... No tiene por qué saber que alguien ha abierto la caja, o que lo haya hecho yo —dijo con una sonrisa maquinadora y la mano en la barbilla.

—Uy, uy, uy... Me huele a un mal plan... —comentó Plagg negando con la cabeza.

—¿Seguro que no hueles a queso? Plagg..., ¡transfórmame!

Gabriel Agreste se disponía a salir de su despacho. Cuando ya estaba fuera, algo detuvo su paso. La puerta de la sala donde Nathalie trabajaba se encontraba entreabierta, y dentro de esta se oía un ruido extraño. Se acercó sigilosamente y asomó la cabeza a la habitación.

—¿Se puede saber qué es esto...? —Entró al ver una figura tras el cuadro de su esposa. La figura se dio la vuelta y sonrió, como esperando aquel momento.

—Buenas tardes, señor Agreste. Lamento la intrusión... ¿Le importa que le coja esto prestado? —dijo con ligera arrogancia Chat Noir, alzando aquél extraño y grueso libro entre sus manos. Gabriel expresó terror e ira en su mirada. El chico de traje de cuero hizo una reverencia y le guiñó el ojo—. No es nada personal, después de todo soy un gato. ¡Hasta otra!

—¿¡Cómo!? —El hombre se aproximó hasta Chat Noir, pero en apenas un segundo escapó por la ventana. El señor Agreste miraba a través de ella y hacia su caja fuerte con impotencia. Se acercó al cofre de sus secretos y lo cerró frustrado. Una vez la pintura de su desaparecida mujer quedó de nuevo en una posición normal, contempló el retrato apretando los dientes.

Mientras, el superhéroe lo miraba con culpabilidad desde el exterior de la ventana agarrando con fuerza el objeto robado. Suspiró y desapareció de allí.

Saltó de aquí para allá hasta llegar a algún lugar para ocultarse mientras el tiempo de su miraculous se acababa. Bajó hacia la acera, y desde allí se escabulló hasta un callejón. Segundos después, su anillo expiró por completo y el kwami de orejas gatunas salió disparado hasta caer sobre el libro que Adrien aún sujetaba.

—No sé si ha sido una buena idea hacer esto... —murmuró el joven, frunciendo el ceño y mirando hacia abajo.

—Te lo dije. ¿Dónde está mi queso? —respondió Plagg, tumbado sobre la cubierta del libro con aire agotado.

—Lo hecho, hecho está, supongo... —Suspiró, ignorando a su pequeño compañero—. Da igual. He de enseñarle esto a Ladybug.

—Ahora a buscar a Ladybug... ¿No te cansas, muchacho?

🐞 MLB: La venganza de VolpinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora