—Buenos días —entra con sus rizos sujetos a un moño elegante.

—¿Qué estás esperando? —digo abriendo los brazos. Marisol deja la bandeja en mi mesita de noche antes de abrazarme.

—Pensé que nunca ibas a despertar. Estaba tentada a despertarte con un vaso de agua helada.

—Ya quisieras —respondo haciéndonos reír a las dos. Ella se sienta a mi lado. Veo hacia la ventana y no hay mucha luz entrando por las cortinas—. ¿Gabriel se quedó toda la noche?

—Toda la noche, Sotomayor —dice Marisol.

—Es una lindura.

—Como él te dice, es una monada.

Su acento es tan tierno —murmuro.

—Lo que será tierno es el reporte que nos llegará de dirección si no te apresuras y vamos al colegio.

—Lo haré, pero tú y yo necesitamos hablar.

—Lo sé, lo sé. Prometo contarte cada detalle, pero vete a bañar y después hablamos.

Y eso es lo que hago. Me baño, desayuno a toda prisa y cuando el bus está en la entrada somos las últimas en subir y el motor ya está en marcha.

—¿Entonces...?

Marisol gira hacia mí. —¿De verdad quieres hablar de esto en el bus?

—Después no tendremos tiempo.

—Puedo llegar en la tarde a la biblioteca y ponerte al día.

Niego. Tal vez Elliot aparezca. Tengo que hablar con él a solas. Tenemos palabras por cruzar. —Estaré muy ocupada con un trabajo de investigación. No me dejarás terminar.

—Anoche te conté el resumen. Estaba tan nerviosa que salió a toda máquina —nos sostenemos de los asientos cuando el bus da un giro con fuerza—. La cuestión es que madre Estefany habló conmigo hace tiempo. Gabriel, o mejor dicho el padre de Gabriel, llamó preguntando por ti. Ya eres mayor de edad, entonces ellos asumieron que te habías ido de casa, pero no sabían las verdaderas razones. ¿Gabriel lo sabe ya? ¿Le contaste todo? —asiento—. Bueno, en aquel entonces él no sabía nada y madre Estefany se negó a decir palabra sobre ti, pues nunca los habías mencionado. Las llamadas llegaban seguido, pero siempre era lo mismo. Hasta ese día que leímos las cartas. Supe que estaban diciendo la verdad, y después de entrar a mi habitación a reflexionar, decidí hablar con madre Estefany. Hablé con Gabriel y él me contó sus planes de pedir un intercambio estudiantil. Y me aseguró que no era solo por verte, sino porque extrañaba su verdadero hogar.

—¿Hablaste con él?

—Sí, hablé con él. Y allí fue cuando todo esto empezó. ¿Te recuerdas de la fiesta de bienvenida? —afirmo—. Bueno, ese día pensé que Gabriel iba a encontrarse conmigo para hablar sobre ti. Pero en realidad, él envió a Santiago. Él hizo el papel de intermediario. Ambos, Santiago y Gabriel, estuvieron de acuerdo que era demasiado pronto para que se reencontraran.

—¿Esa fue la primera noche que sabías de Santiago?

—¡Me quería morir cuando me dijo que Gabriel lo había enviado! —se ve molesta—. Pensé que me había sacado a bailar por interés y resulta que él era el mensajero —ahora se ríe—. Pero supongo que fue un ganar-ganar, ahora estamos juntos.

—No me lo creo —sacudo la cabeza—. Parece de película, Marisol. Todo esto —muevo mis manos para enfatizar—, parece sacado de un guión de película.

—Solo sé que Gabriel vino aquí para ayudarte. Y no huyó cuando todo se complicó. Y... —mira hacia la ventana cuando hablar—, es lo más conveniente para ti.

Una última vez (Reescribiendo)❌Onde histórias criam vida. Descubra agora