- Oh, hermano - contestó Aro con aspecto apenado ante la afirmación de Cayo.

- ¿También vas a defender esa alianza, Aro? - inquirió Cayo -. Los Hijos de la Luna han sido nuestros acérrimos enemigos desde el alba de los tiempos, les hemos dado caza hasta prácticamente extinguirlos en Europa y Asia, y a pesar de ello, Carlisle le dispensa un trato de familiaridad a esa inmensa plaga, sin duda en un intento de derrocarnos más adelante, los que sea con tal de proteger su corrupto estilo de vida.

Aro se cubrió el semblante con una mano fina y delicada. Daba la impresión de estar avergonzado por el comportamiento del otro anciano.

- Estamos en pleno mediodía, Cayo - declaro mientras señalaba a Edward -, resulta claro que no son Hijos de la Luna, no tiene relación alguna con tus enemigos del otro lado del mar.

- Aquí crían mutantes - replicó el anciano bruscamente.

- Ni siquiera son hombres lobo - algunos miraban a Jacob interrogante -. Aro puede explicártelo todo si no me crees.

- Mi querido Cayo, te hubiera pedido que tocaras ese punto si hubieras compartido conmigo tus pensamientos - murmuró Aro -. Aunque esas criaturas se consideren licántropos, en realidad no lo son - hizo un ademán con sus manos - "Metamorfos" los describe mejor, la elección de la figura lupina es pura casualidad. Podría haber sido un lobo, un halcón o una pantera cuando se realizo la primera metamorfosis. En realidad te aseguro que estas criaturas no tienen relación alguna con los Hijos de la Luna, únicamente heredaron esa habilidad de sus ancestros. La continuidad de la especie no se basa en infectar espécimenes de otras, como ocurre en el caso de los hombres lobo.

Cayo fulminó a Aro con la mirada. Estaba irritado y en el ambiente flotaba algo más, una posible acusación de traición.

- Conocen el secreto de nuestra existencia - espeto el otro sin rodeos.

- También ellos son criaturas del mundo sobrenatural, hermano, y tal vez ellos dependan del secreto más que nosotros, además, es difícil que nos pongan en evidencia, ten cuidado, Cayo; los alegatos capciosos no nos conducen a ninguna parte.

Cayo respiro hondo y asintió; luego, ambos ancianos intercambiaron una larga y significativa mirada. Los cargos falsos no les iban a ayudar a lograr que sus propios testigos se pusieran de su parte. Aro le aviso a su compañero que debían pasar a la siguiente estrategia.

- Deseo hablar con la delatora - anunció de pronto Cayo, y se volvió para mirar a Irina.

La vampira no prestaba atención a la conversación de los lideres Vulturi. No apartaba la vista de sus hermanas y en su semblante crispado se leía la agonía del sufrimiento. El rostro de Irina dejaba bien claro que sabia que su acusación había sido infundada.

- Irina - bramó Cayo, molesto de tener que dirigirse a ella.

Ella alzo la vista, al principio sorprendida y luego asustada.
Cayo chasqueo los dedos.
La vampira avanzo con paso valiente desde el limite de la formación Vulturi para presentarse de nuevo ante el anciano caudillo.

- Has cometido un grave error en tus acusaciones, o eso parece - comenzó Cayo.

Tanya y Kate se adelantaron, presas de la ansiedad.

- Lo siento - respondió la interpelada en voz baja -. Quizá debería haberme asegurado de lo que vi, pero no tenia ni idea - hizo un gesto de indefensión hacia nosotros.

MI DESTINO ERES TÚWhere stories live. Discover now