Capítulo 3.

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Narra Sophie.

Me había ido de Londres hace dos años, cuando nos fuimos a vivir juntos. Hoy me quedaría a dormir en casa de mi padre. Obviamente sin Jack. Sería muy incómodo estar con él, acá. Sabiendo las cosas que tengo, y pasaron. Recordar las veces que me golpeó, haría deshacerme del poco cariño que se había ganado, y sinceramente esa no era la idea, en absoluto. Miré el reloj, doce una. No tenía sueño, ni podía dormir. Por más que lo intentase. Ahí recordé las palabras de mi mamá, nostálgicas. «Siempre cuando estés mal, incómoda, triste, o no puedas dormir, ve al árbol». Íbamos incluso en la madrugada, cuando tenía siete y las pesadillas y el maldormir continuaban conmigo. El día había pasado rápido, y en todas estas horas, anduve... rara. Me encontraba nerviosa, anciosa, melancólica. Extrañaba mi vida antigua, o esos tres meses que fui tan feliz, que la tristeza había desaparecido, reemplazada por buenos y hermosos momentos. Quería volver a tener diecinueve, no quiero seguir creciendo. Y no quiero que llegue el día en el cual yo tenga que mentirles a mis hijos diciéndoles que siempre estuve enamoradísima de Jack. Odiaba mentir. No sé en qué parará ésto.

Me acomodé unas veinte veces en la cama, tratando de encontrar una forma cómoda para dormir. Sin resultados, era inútil.

Me paré de la cama sin hacer ruido, corriendo la puerta para que no sonase, sin antes, obviamente, vestirme.

Vi a nube, oh... No la sacaba desde que dejé a Harry, de ahí que no la conduzco. Pero esta vez preferiré caminar.

Al llegar, me puse delante del viejo árbol. Intentando tranquilizar mis pensamientos, pero en vez de eso, mi primer beso invadió mi mente. Aún lograba recordar el sabor de los besos de Harry.

Ni siquiera he visto a Liam, Zayn y Louis, ninguno de ellos. Mi vida dio un giro de 360 grados el día en que me casé. El «cambio» que exigió mi padre no sólo se basaba en olvidar a Harry, si no, cortar la conexión con cualquiera de los que me rodeaban si es que no eran amigos de la familia. Y con la única que hablaba era Lena.

La noche estaba más que hermosa, diría yo. La luna estaba gigantesca, y emitía una luz que lograba alumbrar demasiado.

Una vez que logré «estabilizarme», salí rumbo nuevamente a casa. Las calles estaban vacías, silenciosas, tanto que, cualquier sonido extraño sería capaz de provocarme un paro cardíaco. Mensajeé a Lena, avisándole que estaba de vuelta en Londres, y que me quedaría por unas dos semanas, o una. Le envié otro mensaje, pero a Liam.

«Te extraño tanto, demasiado. Quiero verte, abrazarte. Fui una tarada en tanto de no comunicarme contigo. Necesito hablar contigo, no sabes cuánto te he necesitado. -Sophie xx».

Sabía que seguramente estaría dormido. Así que no me importó que no respondiese. Seguramente mañana lo hará.

Esta vez, caí rendida a los brazos de Morfeo, tratando de analizar, y con muchas ganas de ver a mi mejor amigo. Espero que pudiese perdonar lo imbécil que fui, y que aún guardase, aunque sea un gramo de cariño a mí.

***

Amanecí tranquila, y lo primero que me fijé fue en mi celular; ningún mensaje, ninguna llamada, ningún Liam, nada de nada.

Eran las diez y media, y supuse que todos estarían levantados. Al bajar me encontré una nota «Salimos con tu padre. Te amo. -Jack».

Tomé un vaso de jugo de naranja y nada más, no desperté con apetito. Me tiré un rato al sofá, y minutos después tocaron la puerta. Jack, supuse.

Al abrir la puerta, me nacieron tremendas ganas de abrazarlo, ¡Liam!, me pondría a llorar. Me entregó un ramo de flores, para luego, lanzarme sobre él a abrazarlo, lágrimas de mi parte salían, lo abrazaba tan fuerte que por un momento creí que lo ahorcaría.

-Oh Liam, perdóname por favor, fui tan tarada, tan ciega, te extrañé más que nada.-Dije en su hombro-Perdóname, perdóname.

-Hey, pequeña-Me tranquilizó-, todo está bien. Te comprendo. No hay nada que perdonar, ¿Sí?

-¡¡Te adoro!! ¡¡No sabes cuánto!!-Lo abracé nuevamente.

-Yo más-Dijo acariciando mi espalda.

-Jamás terminaré de agradecerte, jamás, jamás, jamás.

-Me estás sobrealagando...-Rio.

-Te lo mereces. ¿Y Lena?

-Se quedó atrás, dijo que debía comprar urgentemente. ¿Sabes?, estoy enamoradísimo de ella, a ti jamás terminaré de agradecerte que me la presentases, jamás, jamás, jamás.-Me imitó.

-¡Aw! ¡Te felicito!

-¿Y tú con... ése?

-Hum, nada...

-Me debes una explicación de por qué dejaste a mi mejor amigo, y el por qué de muchas cosas, muchas.

-Ven.-Lo llevé a mi habitación.

Y comencé a explicarle. Sobre el día en que mi padre amenazó con golpear a Harry si es que no me separaba de él y ellos. Que tuve que ir a su loft a decirle cosas feísimas, romperle el corazón, y sentirme una put* al verlo llorar, luego, que tuve que resignarme a lo que el destino me había elegido, y que tenía que fingir, que tuve que fingir meses, que no existió noche durante ocho meses en que no llorase, recriminándome, arrepintiéndome, sintiéndome la peor persona del mundo, preguntándome si Harry me extrañaría, si estaría con otra, y más cosas que ocuparía un testamento entero diciéndolas.

-¿Aún lo amas?

-Hm... No.

-¿Segura?

-Dos años me bastaron para superarlo.

-Él sufrió también mucho. Pasó meses emborrachándose, tratando de olvidarte, diciéndome repetidas veces que eras la mujer de su vida, «Ahora nunca sabrá que yo la amé primero», y muchas cosas más.

-¿Él... él ahora está bien?

-Emparejado. Y, bien, supongo yo.

Emparejado. Ojalá ella haya sanado el dolor que yo dejé. Ojalá.

-Él no sabe que volviste-Continuó.

-Mejor, Liam. No quiero ser un tormento. No le digas, por favor.

-Está bien... Sophie.

-Me alegra saber que una chica sane el dolor que le dejé.

-No creas que lo hizo. Quizá aún no te supere.

-Él de seguro sí pudo.

-Sophie, no entiendes. Ese hombre estaba más que enamorado de ti, jamás lo vi así por una mujer, te amaba más que a él mismo, y eso ya es mucho. Nunca lo vi llorar, y por ti, estuvo a punto de derramar lágrimas de sangre.

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