EL TESORO DEL CAÑON DEL MEZQUITERELATO

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Compadre, yo estoy muy malo, en esta cárcel de Mazatlán, Estado de Sinaloa no tardan mucho en sacarme con los pies por delante porque ya estoy viejo y mis achaques no tienen remedio. Este balazo que la Acordaba me dio en el merito hijar, no sé cómo no me causó la muerte de una vez, sino me dejo padeciendo para siempre, curándome nada más con árnica y hierba de la golondrina, encerrado en esta cárcel donde ya apesto. A la mejor no amanezco y antes de partir para el otro mundo, necesito que usted que sabe escribir apunte lo que le voy a decir, antes que se acabe la vela o yo me muera.

Mire compadre, en primer lugar, yo no me llamo Miguel Mojica Alvarado como estoy registrado en este presidio, ni nombre de pila es Marcial Romero Gallegos, al que le dicen en el Estado de Durango "El Mocho", y soy originario de San Miguel del Tezontle, ranchito que ya desapareció y estaba cerca de la Punta de Levario. Yo nací en el año que los Indios Apaches tocaron la ciudad de Durango, quemaron el rancho que le digo, mataron a mi padre y a mi madre se la llevaron llevándome a mi chiquito, de pecho. Crecí entre los indios robando y matando gente, vivíamos en cuevas de la sierra y en la cresta de las montañas. Nuestra guarida estuvo siempre en unas cuevas grandes de un picacho del cerro que le llaman El Lobo y la mayor parte del tiempo la pasábamos trepados en un crestón que le llamaban los corralitos, porque en él había unos corrales de piedra donde nos repechábamos del aire. Desde ese lugar divisábamos los atajos de las mulas de las conductas de plata y oro que pasaban por el camino real que va de Guanacevi a Durango. Así nunca los atacábamos cuando iban, si no cuando venían de la ciudad, porque casi a nosotros nos interesaba más el que comer que el oro y la plata. Una vez al jefe que se llamaba Cirilo, le dijeron que las mulas traían puro oro de las minas de los López del Mineral de Topia, de San Andrés y de Guanacevi y desde la Sierra de la Candela los trajimos a una vista hasta que llegaron al arroyo de San Francisco, cerquitas de un punto que le llaman Salcido. Allí les caímos y no quedo uno vivo, con fierro en la mano los atravesamos de un lado a otro y ni las manos metieron. Eran veinte hombres que cuidaban una docena de mulas con cuatro arrieros. No quedo nadie vivo y arriamos al atajo arroyo arriba hasta un cerrito que le llaman el Cogujón del Toro. En este punto descargamos las mulas y los tejos de oro junto con las jarcias y apareos, los acercamos en el lomo por una patilla hasta ponerlos derecho a la cueva que se llama El Divisadero de los Pájaros. De allí con reatas de cuero crudo, los subimos a pulso hasta la cueva y ahí los guardamos. Esa cueva está a medio reliz, se ve desde abajo pero nadie puede llegar a ella, solo los pájaros, por eso se le llama Divisadero de los Pájaros. Esta grande, tiene como veinte varas de largo y como diez de ancho. Para poder llegar, necesita uno colgarse de arriba del Crestón de los Corralitos con reatas de cuero a una distancia para abajo como de veinte varas. A mero arriba, junto al filo del reliz, hay una seña de piedras clavadas formando un cuadro y el centro del cuadro da al centro de la cueva.

Para mayores señas como a veinte varas del voladero, sobre una piedra, está un agujero que quiere decir que en esa dirección rumbo al sur, está la cueva a medio reliz. En ese escondite hay mucha plata y oro en greña y otro tanto en monedas nuevecitas recién selladas. Estoy seguro que allí está toda esa riqueza, porque la última vez que quisimos atacar el mineral de San Dimas, porque en el camino real de Durango ya no había negocio, nos fue muy mal, a todos los mataron nomas yo me salve pero quede mal herido y me agarraron en San Ignacio cuando trataba de salir a la costa y me tuvieron un tiempo preso en San Ignacio y luego me cambiaron aquí a Mazatlán, donde ya casi tengo cuatro años. Yo esperaba que me mataran luego, pero parece que se les olvido o más bien no saben quién soy ni de dónde vengo, porque cuando me agarraron les dije que me llamaba Miguel Mojica Alvarado y con ese nombre he corrido desde ese momento.
Si un día, usted puede regresar a Durango busque el Cañón del Mezquite y fíjese que en la puerta estén unos corralitos de piedra y un cerro verde boludo que ya le dije se llama el Cogujón del Toro y, cuando el sol despunta en la mañana, la punta de la sombra de ese cerro da al Divisadero de los Pájaros donde está un tesoro que usted no se imagina. En la puerta de la cueva, luego entrando encuentra a simple vista muchos esqueletos de los hombres que cada vez mandaba Cirilo a cuidar el tesoro y ya no les echaba la reata para subir y se quedaban en el lugar sin comer ni poder salir y se morían de hambre. Los zopilotes se encargaban de descarnar los cuerpos porque ni siquiera los ardillones pueden llegar a ese punto. Si un día logra sacar algo, no se olvide de repartir algo de todo eso a los pobres y también dar algo de todo eso a los pobres y también dar algo a la iglesia catedral de Durango a donde Cirilo tenía pensado entregar todo ese tesoro. Mire usted, también navegar y tantas hambres pasar para no aprovechar nada, porque el gobierno siempre anduvo detrás de nosotros hasta que nos acabó. Ahora lo que quiero es descansar en paz y para poderlo conseguir, a alguien le tengo que decir todo lo que le acabo de confiar a usted, mi compadre Simón Bustillos.
Ándele compadre apúrese a escribir porque el cabo de la vela se acaba y yo no me muero agusto si usted no me promete que va a sacar ese enorme tesoro que no me dejara descansar mientras siga escondido.
Marcial Romero Gallegos murió esa noche del día cuatro de marzo de 1884 y la revelación de su secreto rodo de mano en mano entre todos los presos de la prisión. Simón Bustillos el compadre de Marcial no creyó en la confesión de su amigo, que ya que se encontraba totalmente privado por la fiebre que se lo llevo y considero que fueron desvaríos de la calentura y visiones que se presentan en el momento supremo de la muerte. El original del documento se perdió y una mala copia del mismo la conoció el autor de este libro en casa de don Margarito Favela en la población de Contraestaca Sinaloa.
Las referencias son exactas, el Cañón del Mezquite existe y en un reliz cortado a pique como de sesenta metros de altura, se divisa un agujero que puede ser El Divisadero de los Pájaros. En la parte superior del crestón se localiza el agujero sobre una roca, lo cual hace suponer que es el lugar exacto a que se refirió en su confesión Marcial Romero Gallegos cuando estaba a minutos de su muerte

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