LA MUERTA QUE SALIÓ DE SU TUMBA

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En la década de los años setentas del siglo xx, tuve la oportunidad y el alto honor de hacerme amigo personal de Don Jesús de la torre Rodríguez, quien trabajo por más de 46 años consecutivos en el panteón de Oriente de la ciudad de Durango.

Fue un hombre serio, honrado a carta cabal, responsable y muy trabajador.

Platicaba que desde joven se había incorporado como trabajador a lista de raya al servicio del Municipio, institución que lo llevo primero a prestar servicio como peón de raya y después como peón de raya en la nómina, al servicio del panteón de Oriente de la ciudad de Durango.

Platicaba que en tres ocasiones había sido panteonero o hablando con propiedad, administrador del cementerio de día y de noche; circunstancias que le daba mucha autoridad moral en esa área de la administración pública, porque conocía perfectamente la historia del inmueble y sus detalles de todo a todo.

En alguna ocasión le pregunte que si le tenía miedo a los muertos y el, con mucho aplomo y seguridad me contesto:

- No profesor, no le tengo miedo a los muertos por que ellos, cuando por alguna circunstancia se hacen presentes con nosotros los vivos no nos hacen nada, porque su espíritu esta hecho de algo que parece ilusión, porque así como se ven, así desaparecen sin hacer ningún ruido y sin dejar ningún rastro.

- Mire profesor:

- Una vez, siendo panteonero me ordenaron que deberíamos de sepultar al día siguiente un cadáver en una fosa que ya estaba ocupada de tiempo atrás.

- Para ello, deberíamos sacar los restos de la persona que ocupaba la fosa para colocarlos fuera de la fosa o a los lados de la caja nueva o bien sepultarlos en otro lugar o incinéralos.

- Trabajamos toda la tarde porque estaba muy difícil levantar las fosas del monumento para destapar la fosa del entierro y, todo debería estar listo para las 10:00 horas de la mañana del día siguiente.

- Yo me fui muy tarde y en toda la noche no pude dormir, pensando en que se nos podía caer encima el pesado monumento de cantera.

- A las 5:00hrs de la mañana me vine de mi casa y como vivía por la calle libertad, lo cual me permitió venirme a pie.

- Venía por la calle 5 de febrero, y al llegar a la esquina del panteón, divise en la mera esquina, estaba parada sobre la banqueta una señora alta vestida de negro.

- No le vi la cara, porque ella miraba hacia el oriente y yo venía del poniente.

- Unos diez pasos antes de llegar a donde ella se encontraba parada, la mujer inicio la marcha hacia el panteón dándome la espalda.

- El caminar de ella se me hizo raro, porque parecía que se deslizaba sobre unos patines, avanzaba sin moverse ni hacer ningún ruido.

- Yo traía la llave de la puerta y ya muy intrigado, abrí rápidamente y cuando yo entre, ella ya había entrado y se conducía por el corredor del enfrente hacia el interior del panteón.

- Me fui rápidamente detrás de ella pensando que era un hombre que se había vestido de mujer para entrar u violar tumbas.

- Ella seguía caminando sin voltear atrás y, todavía deslizándose sobre la tierra sin caminar y sin hacer ningún ruido y fue mi mayor sorpresa, mirar que se dirigía a la tumba que habíamos abierto la tarde anterior.

- Como en la tarde, nosotros habíamos dejado la fosa destapada para que ventilara, porque le hace uno daño respirar el gas que contiene las tumbas tapadas y al mirar aquello, no me quedo duda y dije por mis adentros:- este es un desgraciado que vine las alhajas que pueda tener el muertito que vamos a sacar y sin más me abalance con mi pistola en mano para atrapar al saqueador de tumbas y, le tire el brazo a la mujer, tratando de sujetarla por la espalda y, fue mi mayor sorpresa, sentí que no abrazaba a nadie, que era puro aire, la mujer desapareció en aquel instante y todo era profunda quietud y silencio.

- Estuve a punto de desmayarme estaba sudando a chorros, mi cuerpo entero temblaba de pies a cabeza y me dio tanto miedo, que pensé que en ese momento regresarme de inmediato a la casa y nunca más ni por un rato, volver a poner un pie en el panteón de Oriente.

- Sin embargo reflexione que no podía quedarle mal a municipio, ni con mi esposa, ni con mis hijos y me di valor para seguir trabajando desempeñando la función que yo había aceptado por mi propia voluntad.

- Cuando me repuse del susto llegaron mis compañeros a los cuales no les mencione nada de lo ocurrido muncho menos lo del susto sin embargo ellos me notaron algo porque uno de ellos levaba media botella de mezcal t me ofreció un trago. La tome de inmediato, me tome todo el mezcal de un solo trago y nos pusimos a trabajar.

- A nadie platique lo que me acababa de pasar.

- Al sacar el ataúd y destaparlo, ya estaba saliendo el sol y con la luz, pude mirar con claridad que el cadáver que debíamos sacar era precisamente el de una mujer alta vestida de negro como la que yo había visto es mañana.

- Antes de moverla, les pedí a mis compañeros que fueran a traer agua, mi propósito era quedarme solo con el cadáver para mirarlo bien.

- Entonces mire con sorpresa que la calavera vestida de negro con sus manos huesudas, recobraba forma humana con carne sobre los huesos.

- Sin decir nada, léñate los ojos al cielo, le pedí al señor perdón y paz para aquella anima, luego me dirigí a ella y le pedí perdón por lo que había pasado en la madrugada y al mismo tiempo, le prometí no moverla de su ataúd, ni sacarla de su tumba.

- Mis compañeros y yo, en corto tiempo trabajamos muncho. Cavamos para hacer la fosa más profunda acondicionándola con losa de madrera y colocar el ataúd con el cadáver que contenía, se le pusieron losas encima y un nuevo féretro se puso sobre las losas aquellas como lo había ordenado e jefe del ayuntamiento.

- A nadie le platique nada de lo que había pasado y nos fue muy bien por qué parte de la compensación que nos dio la presidencia por servicio extra llego una señora vestida de negro muy parecida a la cara que yo ya encarnada nos dio las gracias por no haber movido el cadáver y nos entregó una gratificación a cada uno que reprendo un mes de sueldo para quien. Sin preguntarle nos dijo que ella era su hija de la persona que habíamos respetado su ataúd y su tumba.

- Esto me demostró que los muertos, tienen su personalidad de ultratumba y exigen respeto de los vivos al cual tiene derecho al mundo de la eternidad.

- Cuando Don Jesús tenido de contarme este relato quede sorprendido de su honestidad y le prometí no manejar nombres.

IZ���UZؔ

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