La visita a los 7 templos

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En el Durango antiguo, en los albores del transporte urbano existió un servicio llamado "carros de ruta", eran automóviles que ya en ese entonces eran autos viejos de los años 30's y junto con los camiones rojos, eran los únicos transportes urbanos del Durango antiguo, estos autos cubrían 2 rutas diferentes, la que iba de la plaza de armas a la estación de ferrocarriles y la de san Agustín al panteón de oriente.

Don José era chofer de uno de estos carros de rutas, por muchos años había prestado este servicio, era un hombre maduro, amable y comprometido con su trabajo, sus ingresos no eran demasiados tomando en cuenta que el servicio costaba 20 centavos y no eran muchas personas las que podía llevar su auto, pero era suficiente para mantener a su familia.
Ese año se celebró la semana santa en los primeros días de abril, y el jueves santo don José cubrió la ruta de san Agustín al panteón, que por ser la ruta más larga solía ser la que más pasajeros tenia, era la ruta fuerte, sin embargo al ser semana santa, una gran cantidad de personas que llegaban en el tren a la ciudad y la ruta de la estación a la plaza era mucho más solicitada, debido a esto los ingresos para don José habían sido paupérrimos pues en la ruta que le toco tuvo pocos pasajeros.
Después de terminar la última vuelta un poco después de la 9 de la noche, bajaron los pocos pasajeros que llevo y se dispuso a regresar pues la zona del panteón en ese entonces estaba bastante aislada del resto de la ciudad, por lo cual emprendió la marcha de regreso, la calle estaba sola y oscura solo se escuchaba el ronco sonido del gran motor del vetusto automóvil, de repente, alumbrado por las luces del vehículo pudo ver a una solitaria mujer por la barda del panteón a unos metros de la puerta principal, ella le hacía señas con una de sus manos pidiendo que se detuviera, al ver la premura y la vehemencia con la que agitaba su mano con verdadero apuro y tomando en cuenta que no era ni el lugar ni la hora para que una mujer caminara sola, decidió detenerse sin apagar el motor, la mujer abrió la portezuela del auto y tranquilamente se sentó en asiento del copiloto, si voltear a ver a don José le dijo: "'¿fuera usted tan amable de llevarme a la catedral? Le pagare a usted este servicio especial de manera más que generosa..."
Don José pensando que esa mujer de mediana edad, de aspecto elegante, no representaba ninguna amenaza y bien podría ser una buena "liebre" es decir, un trabajo rápido y bien remunerado, por lo cual le contesto amablemente "claro que si señora, con gusto la llevare". Se encaminaron rumbo a la catedral y ya estando ahí, aun había personas saliendo del templo, la dama bajo del auto y le dijo: "espéreme un momento por favor" y descendió del auto, don José no la perdió de vista para que no se alejara, pero la dama no entro al templo en el atrio de la iglesia se arrodillo y comenzó a rezar, mientras lo hacía don José la observo detenidamente, estaba vestida con un elegante abrigo de color negro y una mascada color verde olivo que le cubría la cabeza, pues en ese entonces era la usanza que las mujeres se cubrieran la cabeza al entrar a un templo y que los hombres se descubrieran en caso de traer algún tipo de sombrero o gorra.
Cuando la elegante dama concluyo de rezar, se levantó y lentamente regreso al auto y le dijo:
"ahora haga favor de llevarme al templo de san Agustín", sin mediar palabra don José se encamino a donde se lo solicitaron y al llegar al templo sus puertas ya estaban por cerrar, la dama repitió la operación, bajo del auto se hinco en el atrio y rezo una estación más, cuando regreso le pidió al chofer que la llevara ahora al templo del sagrario, el cual estaba ya con las puertas cerradas por lo cual la señora no pudo entrar al atrio y ahí en la entrada se arrodillo y rezo la tercera estación, de nuevo subió al auto y fueron al templo de san juan de dios, después al templo de Analco, luego a Santa Ana y en todos los templos se repetía la escena de manera idéntica, rezaba la estación y regresaba cabizbaja al automóvil, ninguno de los 2 mediaba más palabras que la indicación del nuevo destino y la breve y siempre afirmativa respuesta de don José. Finalmente llegaron al templo de los ángeles, ya a esas horas de la noche la calle estaba desierta y el silencio circundante permitía que el chofer escuchara claramente los rezos de la dama, con voz trémula, casi como un lamento, no podía evitar un ligero escalofrió por tan misteriosa pasajera, una vez que termino sus rezos de nuevo regreso al auto y dijo "lléveme de regreso al lugar donde me encontró, he terminado mi manda".
Cuando llegaron de nuevo a la puerta principal del panteón de oriente, la mujer saco de entre sus ropas una pequeña pluma fuente y debido a su pálido brillo era evidente que era de plata, la cual era usada solo por personas de elevado poder adquisitivo, pues su alto costo la hacía prohibitiva para la mayoría de las personas de la época, en un trozo de papel escribió unas líneas, apoyada sobre la tabla donde don José portaba el permiso de circulación como carro ruta, una vez que la misteriosa dama termino de escribir, se quitó un anillo de oro cuajado de brillantes, enrollo la nota y la deslizo dentro del anillo para que este quedara a manera de cintillo, ahora por primera vez en todo el trayecto la dama volvió la cabeza y miro fijamente a don José y él pudo ver su rostro blanco, muy pálido y su expresión impávida y algo melancólica y la dama le dijo:
"Aquí tiene este anillo que le dejo en prenda llévelo usted a la dirección que esta anotada y entrégueselo al señor de la casa junto con la nota, el anillo por si mismo vale una pequeña fortuna, pero es imperativo que lo regrese, yo sé que es usted un hombre honrado y yo le estaré eternamente agradecida por el gran favor que acaba de hacerme, muchas gracias y que dios lo bendiga".
La dama extendió la mano y le entrego el rollo con el anillo y cuando el chofer sintió el rose de esa mano fría se estremeció hasta la medula y solo atino a responderle "no se preocupe señora se hará como usted dijo"
La dama bajo del coche y don José miro solo por unos segundos el anillo y lo guardo en el bolsillo interno de su saco y cuando volvió la mirada quedo estupefacto al ver que la dama había traspasado la puerta del camposanto y caminaba por el pasillo principal mientras se perdía en la oscuridad, al ver esto el hombre arranco el carro y con un chirrido de llantas salió rápidamente del lugar, el terror lo estaba invadiendo ¿Cómo era posible que hubiera entrado al panteón sola y sin abrir la reja? ¿Quién era aquella misteriosa dama? Para conservar la calma y evitar algún percance, don José respiro profundo y bajo la velocidad, pensaba cientos de cosas tratando de encontrar una explicación lógica, quizá ella aun le faltaba por rezar una última estación en el panteón y tal vez viva cerca por lo cual ya no era necesario su servicio, quizá el velador abrió la puerta solo un poco y la cerró de inmediato cuando entro la dama en los instantes que él se descuidó, pensando así se tranquilizó un poco hasta llegar a su casa y encontró despierta y preocupada a su mujer debido a la demora, don José le conto con detalle lo sucedido y juntos leyeron la carta, la cual estaba dirigida a un médico muy famoso en esa época cuyo nombre me reservo por respeto a su familia, tenía su domicilio en la parte norte de la calle Francisco I Madero y la nota decía:
"Por favor paga al portador del anillo $200 pesos como pago simbólico pues con nada saldare la deuda por el gran favor que me ha hecho, sabe mi amor que ahora puedo descansar tranquila habiendo pagado la última manda, cuida mucho a nuestros hijos y trata de ser feliz pues yo los estaré mirando y los espero con los brazos abiertos, quiera dios que falten muchos años para vernos de nuevo pues aun te queda mucho por hacer, perdóname por no estar a tu lado."
Cuando el matrimonio termino de leer don José se sintió desfallecer por la impresión, recostado en su cama no daba crédito ni encontraba explicación a pesar de todo logro conciliar el sueño y durmió profundamente fatigado por la carga emocional y pensando que se aclararía todo por la mañana, en cuanto despertó se alisto y se dirigió al domicilio indicado, fue el propio doctor quien le abrió la puerta y don José le conto brevemente lo sucedido mientras le entregaba la nota al leerla tapo su boca con la mano sin dar crédito a lo que estaba sucediendo, lo invito a pasar a la casa, le pidió que se sentara y el doctor entro en una de las recamara y regreso al cabo de unos minutos y le dijo a don jose:
"no hay duda, el papel pertenece al cuadernillo personal de mi mujer (mientras le mostraba el cuaderno al chofer) y la letra la reconozco, es de ella" dijo el médico mientras se quebraba su voz y afloraban lagrimas a sus ojos y continuo diciendo "este anillo fue con el que nos comprometimos y la enterramos con el cuándo falleció hace ya 5 años"
Don José escuchaba atónito y asustado el relato del doctor, lo saco de su estupor cuando en propia mano el anfitrión le entrego $500 pesos y le dijo "por favor reciba este dinero que es lo que mi difunta esposa quiso que se le pagara, el resto se lo doy de mi parte por hacernos este gran favor y ser usted un verdadero caballero al cumplir con su palabra y realizar así la última voluntad de mi mujer, supongo que ha leído usted la nota y por ella sabrá el gran amor que nos unió"
En efecto don José leyó la nota y no habría de olvidarla nunca, aunque en ese momento sentía un miedo inmenso por lo que había pasado y al mismo tiempo mucha lastima para la triste dama que regreso de entre los muertos para cumplir con su promesa y despedirse de su familia.  

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