Parte sin título 46

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Para algunos que conocieron el Durango antiguo recordarán que por la calle Constitución esquina con Gómez Palacio frente al templo de Santa Ana se encuentra una mansión señorial que data del siglo XIX, cuyos propietarios representantes de la más rica y añeja aristocracia de Durango, vivieron ahí por muchos años. Pero como sucede en muchos casos, los negocios del padre y del abuelo no marcharon bien y tuvieron que venir a menos, sin embargo seguían conservando esos aires de grandeza y señorío que siempre los caracterizó.

La casa de que les hablo pertenecía a la familia Domínguez Escarpiza, en la época que sucedieron estos acontecimientos que a continuación les platicaré vivía solamente una hija del señor Leopoldo Domínguez, de nombre Esperancita, que muy poco se le veía por la calle y casi siempre estaba recluida en su recámara viviendo de los recuerdos y de los viejos tiempos de pompa y poderío, por lo regular se la pasaba tejiendo prendas de vestir que nunca terminaba.

En una ocasión en que se encontraba sola en la enorme casa, cuya puerta principal daba al jardín de Santa Ana (hoy conocido como jardín Hidalgo) se había recluido en su habitación para tejer y más que nada ver pasar el tiempo, cuando de pronto se fijó que a un lado de su cama se encontraba un hombre vestido todo de negro, la primera reacción que tuvo fue fijarse en la puerta de la recámara y comprobó que esta se encontraba totalmente cerrada, por lo que dedujo que no podía tratarse más que de un ser de otro mundo, un aparecido o como vulgarmente se les llama un fantasma. Sí se sobresaltó, y se le puso la piel de gallina, no podemos decir que no haya tenido miedo, eso sería tanto como mentirles, pero me imagino que salió a relucir en esos momentos su condición de dama de la alta sociedad y tenía que demostrar que había sido preparada para eso y más. Les puedo asegurar a ustedes que Esperancita era la primera vez que tenía una experiencia de ese tipo, puesto que ver un fantasma no es cosa de todos los días.

El fantasma aquel iba impecablemente vestido con un traje negro y sobre sus hombros descansaba una capa negra de terciopelo con la que se cubría la cara, lo que sorprendió a Esperancita o tal vez la calmó un poco fue que el fantasma tenía una voz muy agradable, se notaba muy correcto en sus expresiones, a ella le habían platicado de niña sus amigas que los fantasmas hablaban con una voz que más bien parecía venir de ultratumba, pero este personaje no, su forma de expresarse era correcta y educada.

Aquella noche que fue la primera vez que se apareció en la recámara de Esperancita, el fantasma a manera de presentación le dijo que se llamaba Bernabé, o mejor dicho, se llamó en vida Bernabé.

Cuando la mujer empezó a tener algo de confianza, el fantasma le explicó a detalle cuál era el motivo de haberse presentado esa noche en su recámara, entre otras cosas le dijo:

- "Hace aproximadamente seis años que dejé este mundo, pero cometí el grave error de morir intestado, lo que ha traído como consecuencia que mis hijos se estén peleando entre sí por la herencia. Demasiado tarde me he venido a enterar que mientras los trámites de la herencia no estén arreglados yo no podré descansar en paz y mi alma seguirá vagando sin encontrar el descanso eterno.

- Bueno, don Bernabé, yo lo entiendo perfectamente bien y hasta le perdono que se halla metido sin permiso a mi recámara, pero lo que no entiendo o mejor dicho no comprendo, ¿por qué precisamente me escogió a mí para contarme sus penas?

- Mire, Esperancita, antes que nada le pido mil perdones por el grave atrevimiento de haberme presentado, como usted bien lo dice, sin permiso alguno en su recámara, pero quiero decirle que no todas las personas tienen la suficiente sensibilidad para percibir la presencia de espíritus o seres del más allá, no se imagina qué trabajo me dio encontrar una persona como usted para poder manifestarme.

- De modo que como usted dice, yo tengo sensibilidad para hablar con fantasmas, pero lo que usted posiblemente no sabe es que en estos momentos tengo toda la piel chinita de miedo.

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