PRIMERA PARTE. CAPÍTULO 1.

3.1K 40 2
                                    

ABU ESTÁ PREOCUPADA por mí. No solo porque mi hermana Bailey muriera hace cuatro semanas, ni porque mi madre no se haya puesto en contacto conmigo en dieciséis años, ni siquiera porque de pronto no piense más que en el sexo. Está preocupada por mí porque a una de sus plantas le han salido manchas. Abu cree, desde hace casi los mismos diecisiete años que tengo yo, que esta planta de interior en particular, que es bastante sosa, refleja mi bienestar emocional, espiritual y físico. Yo también he llegado a creerlo. Al otro lado de la habitación donde estoy sentada, Abu, con su metro ochenta de altura y su vestido floreado, se cierne imponente sobre las hojas llenas de manchas negras.

—¿Cómo que puede que esta vez no se recupere?

Se lo pregunta al tío Big: arborista, fumeta oficial y, por si fuera poco, científico loco. El sabe un poco de todo, pero de plantas lo sabe todo. A cualquier otra persona le puede parecer raro, incluso disparatado, que Abu me mire fijamente mientras formula esa pregunta, pero al tío Big no se lo parece, porque él también me mira fijamente.

—Esta vez sufre una enfermedad muy grave. La voz de Big retumba como desde un escenario o un pulpito; sus palabras siempre llevan carga. Dicho por él, hasta un «pásame la sal» suena en plan Diez Mandamientos. Abu se lleva las manos a la cara, preocupada, y yo vuelvo a garabatear mi poema en el margen de Cumbres Borrascosas. Estoy acurrucada en un rincón del sofá. No me apetece hablar, antes prefiero llenarme la boca de sujetapapeles.

—Pero si esta planta siempre se ha recuperado, Big, como cuando Lennie se rompió el brazo, por ejemplo.

—Aquella vez las hojas tenían manchas blancas.

—O el año pasado mismo, cuando se presentó a la audición para clarinetista

solista pero tuvo que conformarse con segundo clarinete otra vez.

—Manchas marrones.

—O aquella vez...

—Esta vez es diferente.

Levanto la vista. Siguen mirándome detenidamente, un dúo de gigantes, todo tristeza y preocupación. Abu es la experta en jardinería de Clover. Tiene el jardín de flores más increíble del Norte de California. Sus rosas rebosan más color que un año entero de puestas de sol, y su fragancia es tan embriagadora que las gentes del pueblo aseguran que respirar su aroma puede hacer que uno se enamore en el acto. Pero, a pesar de todos sus cuidados y su reconocida mano para las plantas, esta planta parece seguir una existencia paralela a la mía, ajena a cualquier esfuerzo de Abu y a su propia condición vegetal. Dejo el libro y el bolígrafo encima de la mesa. Abu se inclina hacia la planta, le susurra algo acerca de la importancia del joie de vivre, luego avanza pesadamente hacia el sofá y se sienta a mi lado. Después Big se une a nosotras, dejando caer su cuerpo corpulento al lado de Abu. Los tres, todos con el mismo pelo rebelde en lo alto de la cabeza, como un ajetreo de relucientes cuervos negros, nos quedamos tal cual, mirando al vacío, el resto de la tarde. Estos somos nosotros desde que mi hermana Bailey se desplomó con una arritmia mortal, hace un mes, mientras ensayaba para una función local de Romeo y Julieta. Es como si alguien hubiera aspirado el horizonte mientras mirábamos hacia otro lado.

El cielo está en cualquier lugarWhere stories live. Discover now