- En serio que no sé por qué te doy este trabajo. Un omega hombre aquí adentro, qué pesadilla. Si no fuera porque tu padre hizo las mejores fiestas de mi adolescencia te juro que no... ¡Jennifer! ¿Qué es eso de pintarte las uñas en el trabajo? ¡Madura, por dios! ¡Esto es la alcaldía! ¡No un centro de belleza!

Harry aprovechó la interrupción en el discurso de Ely para escribir cosas que recordó que había estado diciendo antes. Le sudaban las manos de lo nervioso que estaba porque no creía poder aprender tantas cosas en unos minutos.

- Ay, las omegas – dijo casi en un suspiro Ely dirigiéndose al chico – ¿Por dónde iba? La correspondencia, si. Es tu tarea básica, si no cumples con eso te quedas afuera. Si te piden que entregues algún paquete deberás encargarte de llevarlo al correo y regresar. ¿Puedes con eso? – Harry asintió así que Ely siguió caminando mientras explicaba – Las chicas que trabajan aquí son secretarias de los concejales o algunas pasantes. En el piso de abajo están los pasantes hombres... Te puse aquí porque, ya sabes, creí que te sentirías más cómodo.

Harry se tragó la rabia que crecía en su interior, odiaba la gente que tenía ese prejuicio por los hombres omega. De hecho, odiaba ser un omega porque la sociedad los trataba como objetos. De todas formas si abajo iba a estar rodeado de alfas no había sido una mala idea la de Ely. El beta volvió a parar de caminar frente a uno de los cubículos y giró la silla que estaba frente al pequeñísimo escritorio.

- Esta es tu oficina – prosiguió el beta con un tono juguetón – Cuando no tienes trabajo te quedas aquí. Aunque dudo que eso suceda... - carcajeó un poco pero Harry no pudo seguirle la corriente porque estaba aturdido todavía – Y lo más importante, no molestes al alcalde. Si tienes correspondencia para él vienes a mí, ésa es mi oficina – le señaló una de las puertas de roble – Sólo si él te llama vas, sino no. Con el hijo lo mismo. No tiene ningún cargo pero suele pasarse por aquí – por el tono de frustración que puso de repente supo que no le gustaba nada – En fin, eso es todo. Lo que te pidan tus superiores lo haces. Y no confíes en las secretarias porque querrán darte su trabajo para sacárselo de encima. ¿Entendido?

- Si – pudo articular Harry por primera vez después de terminar sus anotaciones.

- Hoy ya otro se encargó de entregar la correspondencia. Quédate aquí que te llamaran para pedirte algún envío por interno – le señaló el teléfono que estaba junto a una computadora sobre el escritorio – Cualquier duda tocas a mi puerta. Vale, ya me tengo que ir porque he perdido demasiado tiempo. Suerte en tu primer día, novato.

El beta le dedicó una sonrisa algo más sincera y se fue caminando rápidamente de allí. Harry se sentó en su silla giratoria desgastado, había sido muy difícil seguirle el ritmo al viejo amigo de su padre. Miró el escritorio prácticamente vacío y pensó que al terminar su horario tendría que ir a comprar cosas para tunearlo.

- ¡Hola novato! – lo saludó una chica rubia alegremente parada detrás de la pequeña pared de su cubículo – Soy Cara, me dijeron que el nuevo chico de los recados aparecería hoy. Eres tú, ¿no?

- Creo que sí – respondió Harry algo intimidado, no le gustaba no entender cómo funcionaban las cosas allí – Soy Harry.

- Un gusto Harry. ¿Ely fue muy duro contigo?

- No. Es sólo que no pude entenderle mucho, habla muy rápido – contestó el omega más relajado porque se había dado cuenta de que la chica era beta también. Bien, podría manejarlo si todos por ahí eran betas u omegas.

- Es así siempre – la chica esbozó una bella sonrisa que hizo que él se la devolviese al instante - ¿Qué te ha dicho que tienes que hacer?

- Traer la correspondencia o llevarla cuando me lo pidan.

- Si pero también van a pedirte otros trámites de seguro. Y fotocopias o esas cosas tendrás que acostumbrarte a hacerlas. Ven, voy a mostrarte dónde se hacen.

Cara se levantó de su asiento y le indicó que diese la vuelta por el final del pasillo de cubículos para seguirla. Harry la siguió por el camino que llevaba hacia el ascensor, lo reconoció porque volvió a ver los cuadros colgados.

- Guau, de verdad eres alto – la rubia lo miró con admiración y él no pudo evitar sonrojarse un poco – Bueno, te iba a decir que todo lo que te pidan el secretario o el tesorero lo hagas sin chistar. Pero los pedidos de los concejales... si puedes evitarlos mejor, porque en realidad no es tu trabajo. Les estarías haciendo un favor.

Harry agradeció que esta chica se hubiese cruzado en su camino porque sino no sabría nada de eso y habría quedado como un idiota. Luego llegaron hasta el fondo donde había una puerta abierta. Era un cuarto pequeño con tres fotocopiadoras, varios ficheros y arriba estantes llenos de libros y papeles.

- ¿Sabes usar una fotocopiadora? – preguntó la joven apoyándose en una pared vacía.

- No – respondió Harry avergonzado, tenía tanto que aprender que se sentía un inútil.

- No te preocupes. Yo te enseño – lo reconfortó Cara con una amplia sonrisa.

Horas después el omega ya había aprendido cómo manejar las tres máquinas y algunos otros consejos que Cara le había dado. Resultó ser una chica muy simpática, cuando se despidió de él para volver a su cubículo pensó que probablemente se harían buenos amigos. Cuando empezaron los llamados para que enviara correspondencia fue recogiendo los sobres que tiraba cada concejal por debajo de sus puertas. Como se notaba que eran todos alfas despreciables, siquiera podían tomarse el tiempo de darle los sobres en mano.

Cuando juntó más de diez pedidos, como le había sugerido que hiciese Cara para no tener que hacer tantos viajes hacia el correo, se dirigió hacia el ascensor con su bolso lleno. Se sentía orgulloso porque estaba sobreviviendo a su primer día mejor de lo que pensaba. Entró solo al elevador, apretó el botón de planta baja y se acomodó algunos cabellos que se le habían soltado del rodete cuando se vio en el espejo. Las puertas se estaban cerrando cuando una mano hizo que se frenaran con gran estrépito.

Harry alzó la vista asustado por el ruido de las puertas. Divisó a la figura que estaba por entrar junto a él. Era un alfa no muy alto, supuso que unos años mayor que él, vestido con un traje demasiado entallado para su especie. Su flequillo caía hacia un costado por encima de unos ojos increíblemente azules. Y lo único que Harry pudo pensar era que además de que se veía imponente por su mirada penetrante es que era jodidamente sexy.

Se miraron a los ojos durante unos leves segundos hasta que el alfa entró en el ascensor y se posicionó a su lado sin decir nada. El omega se puso nervioso porque estaría con un alfa en un lugar muy pequeño pero este olía tan bien que hacía que se relajara. Entrelazó sus manos sobre su vientre y se quedó mirando el piso mientras el ascensor empezaba a bajar. No podía estar seguro pero presentía que el hombre le estaba clavando la mirada con esos ojos tan imponentes que había visto segundos atrás. Inspiró profundamente para tranquilizarse más pero fue peor porque el olor del alfa se abrió paso en sus fosas nasales.

Por dios, huele realmente bien.

No. Su omega se sentía atraído por un alfa. ¿Desde cuándo no le generaban repulsión o miedo? Estaba jodido. Fueron los segundos más interminables de su vida. Sólo eran tres pisos, rezó porque llegaran a la planta baja.

Uno, dos, tres, cuatro. Demonios, no lo mires porque será peor. Cinco, seis...

Y se abrieron las puertas del ascensor con un sonido de "clinck". El alfa salió disparado sin siquiera voltearse a mirarlo y él tuvo que apoyarse en el espejo para empezar a caminar. Cuando lo consiguió ya no había rastros del aroma que lo había atraído. Salió del edificio cuando ya estuvo más sereno. Ahora le tocaba olvidar lo que había sucedido y rogar por no cruzarse seguido al alfa de los ojos celestes.

Asistente (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora