El instante más largo

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Como invocados por su pensamiento, sus caras se materializaron frente a ella, luciendo unas sonrisas genuinas y cálidas, tan puras que no podían ser reales, no en la realidad en la que estaban. Aunque tal vez ya no estaba en la que creía. Los ojos de ellos brillando, sin miedo alguno. Le ofrecían sus manos, la invitaban a algún lado. No le era posible saber cuál, pero sí que era con ellos. Y se suponía que eso bastaba.

Sin moverse de su sitio, fuera cual fuera ese, extendió su mano para tocar las suyas, que se cerraron suavemente, y aunque no podía sentirlas en sí, eliminaron todo dolor que hubiera en su cuerpo. No recordaba una calma así, quizá porque nunca la había experimentado, pero aunque su cuerpo lo pedía, no estaba segura de que ese fuera su cuerpo, ni que ir hacia adelante estuviera bien; lo desconocido había probado ser de poca confianza.

Se disponía a retroceder, pero se tomó una eternidad en hacerlo, o tal vez sólo fue otro segundo. O el mismo instante, que seguía sin pasar. Y de pronto las manos eran una sola, y el dolor volvió a ella, más fuerte que nunca. La bulla le aturdía un poco, pero la atraía lentamente, como si la llamara desde otro plano, ¿Cómo era eso posible? Se entregó a la sensación, dejó que la llevara a donde fuera, presa de la agonía y la promesa de que pronto iba a terminarse, cada vez sentía menos, cada vez era menos ella.

Fuera de la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora