Capítulo| XXV

1.6K 112 5
                                    

Capítulo XXV| Lizzie

—¿¡Dónde has estado Chaparra!? ¿Sabías que tenemos privilegios en los baños por ser VIP?—me dice con una sonrisita. Ya estaba ebria, se veía notoriamente. Además Brayden la sostenía del brazo para evitar alguna caída, lo que ella trataba de quitárselo de encima.

—Debo llevarla a casa, pero no puedo dejarte aquí sola. —Me comenta Brayde, sin que yo pudiera responderle a Alice. —Kendall me dijo que te llamaría. No demorará en llegar

Mi sonrisa se me cae de golpe. —Sí, digamos que no respondí—digo con una sonrisa nerviosa. —No te preocupes por mí, puedo volver a casa sola.

—También estás ebria. No creo que...

—Escucha Brayden, puedo defenderme sola. Kendall puede irse a la mierda. —balbuceo. Escucho un bufido y después una maldición de su parte.

—Ven acá. —Me ordena. Sin soltar a Alice, Brayden me guía hacía otro pasillo que está antes de llegar a los baños. Yo lo sigo en regañiza y entramos a una oficina. Era un poco pequeña pero lo perfecto para moverse y tener dos muebles pequeños una mesa de escritorio con una computadora y una silla giratoria. Al lado derecho se encontraba un dispensador de agua junto con una mesita con una cafetera. Muy sutil para ser la oficina de Kendall.

—Kendall vendrá pronto. No hagas una estupidez. —Me advierte. Después él se va dejándome encerrada en este cuatro por cuatro.

¡Maldición! Hubiera preferido el cuarto de baño y el jacuzzi.

Decidí acostarme en el mueble para dos personas; sabía que Kendall demoraría en llegar y para ser francos; estaba cuarenta por ciento mareada, necesitaba acostarme. Mis pies sobresalen del mueble azul metálico, pero no me importó. Me acomodé encogiendo mis piernas.

Revisé si Kendall había respondido mi mensaje pero solamente estaba en visto. Él me ha ignorado y yo creyendo que iba a caer rendido a mí. ¡Pero que ilusa! No debo darme por vencida, se que no tiene el corazón de acero y una parte de él me ha dicho que está dispuesto, al menos que yo lo acepte; aunque hay un problema. Yo no voy a aceptarlo hasta que él lo haga.

¿Cuánto más debo esperar a que Kendall aparezca? Mi paciencia estaba acabando y cuando me pongo impaciente soy demasiado insoportable. Decidida a tratar de abrir esa puerta y largarne de una vez por todas de aquí, se me ocurre quitarme un pasador de cabello que por suerte llevaba puesto y abrir esta puerta. Me levanto del mueble en el que me encontraba y me dirijo hacia la cerradura para quitarle el seguro. ¿Qué tan difícil puede ser? En las películas no demoran ni tres minutos haciéndolo; en mi caso, ya llevaba haciendo esto casi diez minutos y parece que esta técnica no está funcionando. ¡Auch!

Me di un golpe en la cabeza, lo cual significa que alguien ha abierto la puerta.

—Kendall. Al fin llegas. —digo enderezando mi cuerpo y haciéndome a un lado al darme cuenta quien había entrado era él.

—¿Qué intentabas hacer? —me interroga con sus dos brazos cruzados y una ceja arqueada. Se veía molesto, pero mi problema no es. Yo no tengo porque pedirle permiso para visitar los lugares a los que vaya y si no me quiere aquí ya me hubiera puesto una restricción en su maravilloso club.

—Escapar de aquí, ¿no era obvio? —respondí de lo más desinteresada. Sabía que no solo se estaba refiriendo a mi intento fracasado de esta huida. Una parte de mi cree que el vídeo lo trajo a su propio club.

—Sabes que no me refiero a eso—juguetea acercándose. Mi cuerpo empieza a reaccionar y los nervios a notarse. —¿Intentabas seducirme? ¿Creías que no me iba a dar cuenta que estabas aquí con solo cubrir el letrero del espejo?

Seduciéndote ©Where stories live. Discover now