25. Déjame ser tu amor por siempre

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—Además de cantar bonito, ¿no tienes alguna otra cualidad que tu padre haya escondido? — preguntó Peter con una sonrisa socarrona, burlándose de mis talentos ocultos.

Seguíamos con nuestro paseo por la ciudad, nos estábamos dirigiendo cerca de los muelles del lado este de la ciudad y en realidad me pareció extraño que me llevara en esa dirección.

—Sé bailar — respondí sonriendo de lado.

Peter se giró unos segundos hacia a mí y me miró casi incrédulo.

—¿De verdad?

—Pero el baile que yo práctico es diferente, no es un baile moderno, es especial.

—¿A qué te refieres?

Sonreí aún más.

—Te he dejado intrigado — lo señalé y él soltó una carcajada­­—. Me refiero al charlestón, al swing, bailo al ritmo del jazz.

—Oh, ya veo — exclamó enarcando una ceja —. Ahora que nos bajemos del auto debes hacerme una demostración. Estaría dispuesto a que me enseñes unos pasos.

—¿Seguro?

Él asintió energéticamente y me sonrió.

Perdí de vista los muelles, ahora nos encontrábamos entre calles silenciosas y poco iluminadas. Comenzó a extrañarme más, la sonrisa que había mantenido hacia un par de segundos estaba desapareciendo.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté con curiosidad.

—Quiero mostrarte algo —me sonrió con malicia pero luego esa sonrisa se convirtió en un gesto apaciguador. Yo le respondí con otra sonrisa, pero no comprendía que era lo que quería mostrarme, ahí no había nada interesante que yo recordara.

Las callejuelas estaban desiertas, era tarde y además era un día festivo. De repente el lugar me pareció familiar, como si yo hubiera estado ahí antes. Esa sensación hizo que mi cuerpo se estremeciera.

Peter se metió en una de las estrechas calles y pude notar que la calle estaba cerrada, más adelante se podía ver el mar. Los edificios de ahí eran un poco más altos, y había algunos callejoncillos entre estos. Fruncí el ceño, reconocía ese lugar. Podía recordar la camioneta de mi padre siendo emboscada por los policías, yo estaba tirada en el suelo de la camioneta, echa un ovillo; recordaba el haber tenido mucho miedo.

—Aquí es —dijo de repente Peter, sacándome de mis pensamientos.

—¿Aquí? —pregunté incrédula —. ¿Qué hay aquí?

—Ya te lo muestro, ven —dijo apagando el coche y abriendo la puerta.

No esperé que Peter abriera mi puerta y me bajé de inmediato, el frio y la brisa del mar me golpearon enseguida. No había llevado abrigo así que inconscientemente me abracé a mí misma. Peter notó como, inútilmente, intenté taparme así que se quitó su chamarra y me la puso sobre los hombros. Me dio un beso en la mejilla y yo sonreí.

—Solo será un momento —dijo Peter y tomó mi mano para guiarme.

Estaba casi segura que era el mismo lugar donde había ocurrido esa tragedia, aquel día. Peter me guio hasta uno de los callejones que se encontraban entre los edificios, ahí el aire helado ya no nos pegaba directo. Miré hacia arriba y a mi alrededor, también ese lugar me traía recuerdos. ¿Dónde estábamos y por qué me había llevado ahí?

—¿Puedes sentarte? —preguntó tomando mi vestido, preocupado porque me ensuciara.

—Sí, claro —contesté. Entonces me recargué en la pared y me dejé caer en el sucio suelo. Peter se sentó a mi lado —. ¿Qué es este lugar, Peter? —pregunté aun mirando hacia todos lados.

Peligrosa { #1 Saga Peligrosas }Where stories live. Discover now