7. Revelaciones

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Abrí los ojos de golpe pero los volví a cerrar cuando la luz me pegó en el rostro. Con los ojos cerrados comencé a analizar en donde me encontraba. No estaba en el suelo, debajo de mí podía sentir la suavidad de las telas adhiriéndose a mi cuerpo. Pronto pude darme cuenta que me encontraba sobre una cama, una bastante cómoda que se antojaba pasar el resto del día justo ahí, enredada en las sábanas. Me estiré un poco pero eso hizo que en la cabeza me estallara una punzada de dolor. Apreté mis párpados y me obligué a permanecer quieta por lo menos hasta que el dolor bajara. No fue hasta unos momentos después, cuando me adecué a la luminosidad de la habitación, que volví a abrir los ojos poco a poco. Estaba en una habitación pequeña, las paredes grises cubiertas por adornos minimalistas intentaban hacerlo un lugar acogedor. Escuchaba la regadera, ruido que provenía de una de las puertas cerradas que tenía la habitación. Me giré con cuidado hacia mi izquierda para encontrarme con la cama vacía pero deshecha. Fruncí ligeramente el ceño, entonces un pensamiento se cruzó por mi mente. ¿Qué había hecho la noche anterior?

Me asomé por debajo de las sabanas y me relaje al ver que aún estaba vestida, llevaba aún mi vestido morado. Quise recordar los sucesos de la noche anterior pero había perdido la conciencia mientras bailaba. Me masajeé las sienes, tratando de recordar, pero nada aparecía. No, no, nunca había perdido la conciencia de esa forma, siempre había pequeñas lagunas, pero esta vez era una súper laguna porque sólo recordaba el inicio de la fiesta. Estaba asustada. ¿Había hecho algo malo? ¿Algo ilegal? ¿Hablé de más? No sabía que pensar.

Entonces la puerta de la regadera se abrió dejando ver a un Hayden de pecho desnudo, cubriéndose su parte inferior con una toalla que se ajustaba a sus caderas. Al darse cuenta que estaba despierta me sonrió.

—¿Cómo te sientes? —cuestionó, dándome una sonrisa de lado.

—No...— traté de decir pero la voz no me salió. Estaba enronquecida.

Hayden rio amargamente y se sentó a mi lado.

—La pasaste bien —me dijo un poco serio —bailaste mucho, bebiste bastante y cantaste como si estuvieras en un concurso, con toda y una buena interpretación.

—No hice nada malo, ¿verdad? —dije con un hilo de voz.

Él vaciló pero después negó.

—Dime la verdad, Hayden —pedí.

—No — su ceño se frunció y apartó la mirada, algo me decía que estaba molesto pero seguía negando que no había pasado nada malo.

Me levanté de la cama, mareada y con nauseas, de mi cuerpo se desprendía el olor a cigarro y a alcohol. Busqué mi pequeña bolsa en el suelo y cuando la encontré saqué mis cigarros para fumar un par de estos. Hayden ya estaba a mi lado y me ayudó a encenderlo, él colocó uno de los cigarrillos en su boca. Al dar las primeras caladas su sabor me relajó. Fui directo a abrir una de las ventanas de la habitación, ya tenía suficiente olor a cigarro en mí como para impregnarme aún más de este. Miré por la ventana, podía ver la ciudad desde ahí. Una vez más traté de recordar pero en mi memoria no había absolutamente nada.

—Bailaste mucho —dijo Hayden después de un rato, en el cual yo me había quedado mirando por la ventana.

Desde ahí podía verse el Central Park, rodeado por los rascacielos tan característicos de la ciudad y el cielo estaba despejado.

—¿Contigo? —pregunté en voz baja y manteniendo mi mirada hacia la ventana.

—No, no solamente conmigo —sentí que sus brazos me rodearon pero los aparté de inmediato, eso no sirvió porque Hayden se apresuró a tomarme de nuevo por la cintura con mucha más fuerza que la necesaria, aprisionándome contra él y obligándome a que lo mirara a los ojos — Bailabas con cualquier hombre que se te ponía en frente.

Peligrosa { #1 Saga Peligrosas }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora