Capítulo 8

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El acto se extendió más de lo que podía soportar, y mientras de lejos escuchaba el llanto y las quejas de Gerard, Peter y Ethan volvían a golpearlo. No parecían tener un patrón de movimiento en especial, sólo lanzaban golpes de puños y pies hasta que él perdía el aliento. Y en determinado momento, con sus ojos llenos de lágrimas, la nariz y la boca ensangrentadas, una mano lo tomó de los cabellos y lo alzó. Era Ethan quien miraba a través de él y con locura en sus ojos lo vio escupirle la cara. Pero poco importaba aquello, era incluso un alivio para el dolor punzante que sentía en todo el cuerpo.

— No le diré nada a nadie, no le diré nada a nadie —dijo después de escupir una mezcla de saliva y sangre—, lo juro...

— ¿Qué dices, Peter? —Ethan se giró a su amigo— ¿Dejamos que se vaya?

Peter se giró a mirar a Craig quien ahora parecía entretenido rasgando la pálida piel de Gerard con los trozos restantes de la botella mientras la parte que había usado para violentarlo seguía dentro de él. Frank lo vio relamerse los labios y luego volvió a mirarlo.

— No creo que vaya a decirle nada a nadie, ¿no es así?

Frank asintió varias veces, era lo único que podía hacer.

— Yo le creo —dijo Ethan—. Y también creo que, por su bien, no volverá a venir. ¿No es así?

Entonces negó repetidas veces también.

La mano que lo sostenía lo dejó caer y luego de dedicarle un último vistazo al cuerpo de Gerard, subió corriendo las escaleras y se marchó a través del bosque rumbo a la seguridad de su hogar. Cuando llegó a su cama rompió en llanto. A poco había estado de no volver más.

Los días siguientes los pasó con la última imagen de Gerard que su mirada pudo captar. Lo había visto tan mal, tan desvalido que difícilmente podía estar vivo para entonces. Le habían provocado terribles heridas internas, lo había visto. Y nadie podía sobrevivir a tal violencia. Gerard estaba descansando ahora, realmente quería pensar eso porque la idea de que siguiera ahí y él sin poder hacer nada lo martirizaba terriblemente.

Y aunque realmente se había convencido en pensar eso, había una parte de su cerebro que seguía creyendo que Gerard había sobrevivido, que todavía estaba atrapado en aquel terrible lugar, con aquellas terribles personas.

Pero poco tiempo había tenido de pensar en eso, porque los cinco días que habían pasado de eso, él había estado obligadamente en cama, habiendo evitado precariamente una hospitalización. Había estado a poco de fracturarse una costilla, brazos estaba en un cabestrillo por culpa de un feo esguince, se había quebrado tres piezas dentales y su nariz había resultado fracturada, además tenía ambos ojos rodeados de feos hematomas, y su propia cabeza había sido escaneada en busca de alguna fractura interna. Era un daño bastante grave para un simple accidente en bicicleta, como lo había hecho pasar. Y para su madre resultaba totalmente ilógico porque él ni siquiera tenía una bicicleta. Pero nadie había hecho demasiadas preguntas y en su triste recuperación lo habían dejado en paz.

Sus horas de sueño se dividían entre sus sueños en torno a Gerard y el terrible dolor que lo hacía retorcerse sobre la cama. E incluso ahí recordaba a Gerard, porque de estar vivo estaría pasándolo mil veces peor que él.

Estaba sumido en un sopor cuando su puerta se abrió. Se incorporó sobre su cama para recibir a su madre quien había pedido libres esos días para poder cuidar de él. Pero no fue ella quien entró, sino que era Bob. Y realmente no lucía contento de estar ahí.

poetic tragedy ・ frerardWhere stories live. Discover now