Capítulo 2

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El cambio se había ido haciendo cada vez más notable en él y todos se habían dado cuenta, claro, excepto él. Sus horas de sueño se habían reducido increíblemente y su dieta había cambiado. Sus ropas se habían sido remodeladas para emular la de sus nuevos amigos e incluso se había tinturado el corto cabello de un rojo oscuro que contrastaba a la perfección con sus ojos pardos.

En la escuela también había cambiado. En las últimas tres semanas no había estudiado nada en lo absoluto, lo cual era preocupante dado que eran las últimas semanas del año. Sus exámenes finales habían sido terribles pero gracias a sus notas durante todo el año había logrado aprobar el año y orgullosamente se había graduado de la secundaria. Aunque no había asistido a la graduación y en lugar de ir a celebrar a la pizzería con su madre, Bob y los padres de Bob, se había ido al parque con sus nuevos amigos.

Craig, Ethan y Peter se habían convertido en parte importante de su vida. Y aunque sabía que ellos no tenían una vida genial, deseaba ser como ellos. ¡Eran personas geniales! Podían hacer lo que querían y cuando querían. Podían vestir como querían y Ethan tenía el cuerpo cubierto de tatuajes geniales, e incluso había prometido hacerle un tatuaje en cuanto cumpliera los 18. Y para eso faltaban sólo unos pocos meses.

Los chicos habían seguido dándole cervezas y bebidas alcohólicas cada vez más fuertes. Le habían enseñado a fumar cigarrillos y un día, hacía menos de una semana, habían compartido marihuana con él y había sido grandioso. Todavía sentía el efecto en su cuerpo. Realmente deseaba más. Deseaba seguir aprendiendo de ellos.

Su madre estuvo gritándole por quince minutos seguidos cuando regresó a casa por la tarde. Le dijo que todos habían estado ahí excepto él y que Bob estaba realmente preocupado, quiso saber en qué estaba metido pero por más que preguntó Frank no dijo nada. Y luego simplemente tomó su chaqueta y le dijo que iba a salir, que volvería pasada la media noche.

Y se fue.

Los chicos, claramente, estaban ya en el parque y lo saludaron con un gesto de la mano cuando llegó. Peter le dio una cerveza y Craig le dio un cigarrillo y luego siguieron hablando de lo que sea que estuvieran hablando antes de que Frank se uniera. Eventualmente el tema se agotó y Ethan se giró hacia él, y dándole palmadas en la espalda dijo:

— ¡Me enteré de que te graduaste de la secundaria!

— ¿Es en serio? —Preguntó Craig, Frank sólo asintió— En ese caso tenemos que darte un premio. ¿Quieres venir con nosotros a un lugar secreto? Pero debes prometer que no vas a decirle a nadie porque si dices algo vamos a entrar a tu habitación por la noche y vamos a cortar tu garganta.

Frank abrió los ojos como platos, Craig realmente parecía ser de ése tipo de gente.

— Sólo bromea —rió Ethan y bebiéndose el último sorbo de su cerveza se puso de pie—. Vamos ya, antes de que Dayna se drogue y no nos deje entrar.

Frank apuró la cerveza y con cigarrillo en mano comenzó a caminar junto al grupo. Todos le sacaban más de una cabeza de altura, pero en cuanto a apariencia lucía tanto o más intimidante que ellos, o eso le gustaba pensar. Caminaron hasta el final del parque y luego cruzaron una malla de contención que estaba rota y llegaron al inicio del bosque. El sendero estaba trazado por entre los árboles y cada tanto habían botellas o envases de comida que claramente indicaban que era un camino usualmente transitado. Caminaron durante por lo menos diez minutos a través del espeso bosque hasta que llegaron a un claro, y entre los árboles, casi confundiéndose con el bosque detrás, había una vieja y maltrecha cabaña con escasa iluminación. Ethan se acercó a golpear la puerta y luego de unos minutos apareció una rubia y delgadísima mujer. Su rostro lucía terrible y al parecer no tenía más de cuarenta años, pero la drogadicción había hecho estragos en ella. Traía puestos unos leggins con estampado de leopardo y una camiseta negra que dejaba demasiado poco a la imaginación, aunque aquél cuerpo resultaba cualquier cosa menos atractivo. La mujer abrió la boca y dejó ver unos pocos dientes amarillentos antes de lamer su labio con gesto, al parecer, provocador.

— Ethan —dijo con voz ronca— ¿Qué te trae por aquí?

— Ya sabes a qué vengo, Day —respondió él—. Y traemos a un amiguito. Ven acá Frank —se giró hacia él y con un gesto de la mano lo llamó. Frank titubeó, pero se acercó y dejó que los ojos de la mujer lo examinaran de pies a cabeza—. Es su primera vez aquí. Déjalo entrar y sírvenos algo para beber.

La mujer se hizo a un lado sin rechistar y Craig cerró la puerta a sus espaldas, con un celular iluminaron la maloliente habitación que hacía de cocina, comedor y sala de estar. Dayna encendió una vela y añadió luz al lugar, aunque no había mucho que ver. Había una cocina a leña que había teñido todas las paredes de negro. La cocina consistía de un mueble sin puertas y un lavabo. La mesa estaba cubierta de restos de comida y de cigarrillos, la madera estaba manchada y había cortes por todos lados. Los sofás realmente daban asco y Frank ni siquiera se atrevió a sentarse en uno de ellos. Y tres puertas decoraban las vacías y sucias paredes. Posiblemente una daba a una habitación, otra a un baño y la otra... quién sabe.

Frank se quedó de pie mientras veía como sus amigos se acomodaban como si estuvieran en su propio hogar. Vio a Ethan y a Dayna compartir un cigarrillo y luego un beso. Y Craig bebió de una botella con contenido oscuro. Pero Frank no podía relajarse ahí... todo ese lugar le daba muy mala espina.

— ¿Vamos? —Craig se giró hacia Frank— Ethan, ¿Vienes o te quedas con Day?

— Vayan ustedes, yo estoy ocupado —respondió Ethan, empujando a la mujer para que se sentara en su regazo.

Peter se unió a ellos y se paró de tras de él, y juntos se acercaron a uno de las puertas. Craig la abrió y dejó ver unas escaleras que daban al sótano. Aunque el sótano olía todavía peor que la casa. Frank contuvo el aliento en lo que bajaban las escaleras y abajo vio a su amigo encender una lámpara de gas que colgaba a un costado del pie de las escaleras. Y cuando esta iluminó vagamente la instancia tuvo un duro trabajo intentando acostumbrar la vista.

Para cuando volvió a mirar saltó atrás al ver algo moverse, posiblemente una rata. Pero la cosa no se movió, sino que siguió moviéndose en el mismo lugar, sobre algo que parecía un sucio colchón sobre el suelo. Escuchó moverse unas cadenas que tenían su eje en la gruesa viga en el centro del sótano. Y luego escuchó un gemido.

Ahí había alguien.

— Yo sé que te has preguntando qué hay en el sótano del que tanto hablamos —dijo Peter, acercándose al colchón—. Bueno, es esto.

Bajó una mano y luego atrajo hacia arriba la cabeza de alguien. Su mueca era lastimera aunque poco se podía ver a causa de los múltiples hematomas cubriendo un rostro que alguna vez había sido atractivo. Su cabello parecía ser negro y largo, dándole una apariencia casi fantasmal a su pálido rostro. Estaba totalmente desnudo y ni siquiera se molestó en cubrir su cuerpo cuando Frank lo miró. Estaba increíblemente delgado y a lo largo de su cuerpo pudo ver un sinfín de heridas de dudosa proveniencia, algunas incluso parecían seguir sangrando.

Era un hombre, eso era obvio. Pero ya no parecía un ser humano. Su llanto siguió mientras Peter lo tuvo agarrado y luego lo dejó caer, y él instintivamente se hizo un ovillo sobre el colchón, sollozando terriblemente. Era un ruido incómodo y terrible. Y al parecer a Peter también le molestó porque sin alguna otra razón le lanzó una patada en la espalda que lo dejó temblando y soltando sollozos ahogados contra el colchón.

— Se llama Gerard —dijo Craig, estaba a sus espaldas y Frank tembló de pies a cabeza cuando lo escuchó—. Lo secuestramos hace unos dos o tres meses y lo trajimos hasta acá para jugar con él. Day promete no decir nada mientras le traigamos mierda para que siga drogándose. No somos los únicos que vienen... hay otros tipos que vienen en grupo a jugar con él. Aunque Day siempre cuida que no lo maten, se acabaría la diversión.

Frank se perdió en la mitad de la charla. Vio a Peter soltarle otra patada, esta vez un poco más abajo y Gerard saltó sobre el colchón y cambió de posición. Ahora estaba de cara a él y sus ojos estaban cerrados fuertemente. Con ayuda de la luz pudo ver la perfecta curva de su nariz y lo atractivo que parecía ser su rostro aún con todos los golpes. Vio su espalda y su trasero, y realmente deseó poseerlo aun cuando nunca antes había tenido esa clase de pensamientos hacia nadie real.

Gerard... su pene o el Frank que sus nuevos amigos habían creado parecía ser el que primaba en su cabeza en ése momento. Porque de ser el chico que había sido hasta hace algunas semanas, se habría escandalizado al ver aquello y en lugar de soñar en follárselo habría pensado en cómo ayudarlo a salir de ahí.

poetic tragedy ・ frerardWhere stories live. Discover now