Capítulo 5

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A partir de ese día las visitas a la vieja cabaña de Dayna comenzaron a hacerse más frecuentes, demasiado frecuentes. Frank pasaba casi todas sus tardes ahí, sentado en el sofá, bebiéndose una cerveza mientras veía a otras personas aprovechándose de Gerard. Incluso había empezado a ir sin sus nuevos amigos, sólo para pasar más tiempo ahí. Con Gerard.

Su personalidad había sufrido un cambio irreversible. Estaba mucho más silencioso y todo el tiempo estaba a la defensiva. Su madre creía que había comenzado a incursionar en el camino de las drogas, pero ella había conocido los efectos que las mismas dejaban en el cuerpo con su ex esposo, y Frank no presentaba absolutamente nada extraño. Sólo estaba retraído... había encontrado un nuevo pasatiempo.

Frank solía dormir poco por las noches. El cansancio se apoderaba de él cerca de las seis de la mañana y despertaba al medio día. En casa bebía cuanto tuviera a mano para dejar atrás los pensamientos en torno a Gerard... pero era imposible. Gerard estaba tan grabado en su mente que difícilmente iba a poder quitárselo nunca. Incluso en su hogar podía verlo, tirado ahí en su sucio colchón, con restos de otros hombres entre las piernas. Sollozando cosas difíciles de entender... Deseando la muerte de forma tan intensa que era difícil no contagiarse de ese aire suicida.

En la soledad de su habitación se había hecho cortadas en los brazos para ver fluir la sangre y mientras rojos riachuelos recorrían su pálida piel, la impotencia perdía fuerza en su interior. Era un manojo de terribles emociones y lo sabía. Pero aun así, con sus ojeras y su mal aliento a causa de los cigarrillos baratos, no podía dejar de ir a ver a Gerard todos los días.

Dayna estaba dormitado sobre su sofá esta vez, con un cigarrillo entre los dedos de rojas uñas y el cabello recientemente tinturado del mismo color. Un tipo que no conocía estaba sentado en el comedor, bebiendo algo oscuro mezcla de vino tinto y algo más. Pasó de él y fue hacia la puerta que conducía al sótano. Había ruido abajo.

Había alguien con Gerard.

En el sofá encontró tres chicas y cuatro chicos. Las chicas eran jóvenes pero ninguna lucía asustada con el espectáculo que le estaban brindando. Dos de ellas estaban demasiado ocupadas besando a sus parejas, de todos modos.

Había dos tipos con Gerard y aunque Frank quiso ir a apartarlos, no dijo nada. Se acercó al sofá y tomó asiento junto a otro tipo en el suelo. Las miradas se mantuvieron sobre él lo suficiente como para identificarlo, y luego volvieron a ver a Gerard. Uno de ellos lo tenía sujeto por los hombros mientras el otro le obligaba a practicarle sexo oral. Todo el cuerpo de Gerard estaba temblando y en cada embestida podían escucharse sus arcadas. Frank podía ver las lágrimas cayendo por sus mejillas y aunque Gerard tenía todos los sentidos comprometidos en su acción, Frank sabía que había advertido su presencia.

Le gustaba ver lo que hacían con Gerard... porque imaginaba que era él.

Más de una vez había estado a punto de acercarse a Gerard y tomarlo y hacerlo suyo tal como la primera vez, pero más de dos meses habían pasado desde entonces y no había tenido la valentía de acercarse a él ni una sola vez desde entonces. Sólo se contentaba con admirar. Ser partícipe de su diaria tortura.

El tipo terminó por correrse y quitó su enorme pene de la boca de Gerard. La mayor parte del semen había caído dentro de esta, pero terminó de eyacular en su cara y luego lo dejaron caer nuevamente sobre el colchón. Fue ahora el que lo había tenido sujeto desde los hombros quien comenzó a jugar con Gerard. Sus manos fueron a delinear su mandíbula todavía húmeda por el semen ajeno y luego, sin previo aviso, le lanzó un golpe de puño que lo hizo volver a sollozar.

Seguido a ese golpe dejó caer otro más en su abdomen y más, y más... hasta que se cansó. Su amigo se acercó entonces y con el cigarrillo que previamente había encendido quemó su pálido pecho. La herida circular quedó grabada al instante ahí, pero no estaban contentos con eso. Cerca de la viga encontraron un trozo de vidrio y comenzaron a trazar líneas por sobre su torso y posteriormente en sus brazos.

Frank podía ver la roja sangre fluir... y deseó curar cada una de sus heridas con besos. Pero no era posible. No podía. Se lo había repetido tantas veces que ya lo creía.

Realmente no podía hacer nada por Gerard.

Cuando finalmente terminaron con él volvieron a dejarlo solo y se apartaron. Fue entonces uno de los tipos que junto a sus novias estaban ahí quien se puso de pie. Era rubio y delgado. Su rostro lucía bastante atractivo y parecía ser inteligente. Pero nada de eso evitó que fuera donde Gerard y se posara de rodillas en el colchón. Sus manos lo maniobraron con tal facilidad que Frank se preguntó cuánto había decaído el peso de Gerard desde que lo había conocido. Sus piernas y marcadas costillas decían que había sido demasiado para ser sano. El sujeto lo sostuvo contra su cuerpo con un brazo, Gerard también de rodillas ante él, totalmente expuesto para dar un mejor espectáculo al grupo de morbosos sobre el sofá. Frank lo vio contraer cada uno de sus músculos cuando fue penetrado. Y luego Gerard alzó la cabeza y lo vio.

Frank se sintió avergonzado en cuanto tuvo su mirada encima. Bebió otro sorbo de cerveza pero no pudo quitárselo. Gerard lo miraba con tal intensidad a los ojos que por momentos todos los demás, con sus risas e ideas habían desaparecido por completo. Lo vio abrir la boca y dejar ir un gemido involuntario, y Frank no supo qué demonios significaba la provocación que veía en él. La sangre que corría desde las heridas de por poco le quitó la concentración, pero evidentemente no podía apartar la vista de esos verdes ojos que Gerard poseía.

Y finalmente tuvo suficiente.

En medio del acto se puso de pie y caminó un par de pasos hacia Gerard. Lo vio seguirlo con la mirada y había algo de esperanza en sus ojos... pero en último momento Frank recordó que no podía hacer nada por él, que era imposible, y entonces dio la media vuelta y se marchó de ahí. Arriba Dayna estaba practicándole sexo oral al tipo que bebía vino, pero eso le dio igual. Salió de la cabaña y corriendo se alejó rumbo a su hogar.

Sentía que Gerard seguía mirándolo.

Cuando llegó a casa descubrió que Bob estaba fuera, esperando por él. Se sentó junto a su amigo en el césped y se acostó de espaldas. Todo lo sucedido más lo ingerido estaba dándole vueltas en la cabeza.

— Hueles a mierda, Frank —dijo Bob—. Tu mamá le pidió a mi mamá que viniera a verte. ¿En qué andas metido? ¿Por qué luces como un cadáver?

— No es asunto tuyo, Bob —Frank respondió con voz ronca, cubriendo su rostro con una mano.

— Estoy preocupado por ti —insistió su amigo.

Frank escupió sobre el césped en su costado y luego se incorporó de golpe. Se giró hacia Bob y le lanzó un derechazo con tanta fuerza contra la boca que de inmediato su labio inferior comenzó a sangrar. Lo vio caer de espaldas con la sorpresa tatuada en el rostro. Pero no tenía tiempo para pedir disculpas.

— No me busques más —fue lo último que dijo antes de entrar a casa. Subió corriendo las escaleras y se encerró en su habitación.

Necesitaba ver algo de sangre. Su sangre.

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poetic tragedy ・ frerardWhere stories live. Discover now