Capítulo 3

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Relamió sus labios calurosamente cuando Ethan se unió a ellos en el sótano y le ofreció una cerveza. Realmente iba a servir para enviar su mente un poco más lejos e ignorar así todas esas cosas que su cerebro estaba gritándole. Tomó asiento en un sofá casi o más asqueroso que el de la planta superior y junto a Ethan vio como Peter cambiaba los golpes por algo más subido de tono. Lo vio masturbarse a la vista de todos y luego tomar lugar sobre el malherido chico para comenzar a penetrarlo bruscamente. Escuchó sus sollozos y sus cansados ruegos mezclados con gemidos y jadeos que no tenían nada placentero en ellos.

Peter duró bastante y cuando finalmente acabó, fue Craig quién tomó su lugar. Aunque en lugar de masturbarse él tomó a Gerard por los cabellos y lo alzó hasta dejarlo con la cabeza frente a su entrepierna. Se bajó los pantalones para dejar a la vista su grueso sexo y empujó al muchacho hacia sí.

— Ya sabes lo que pasará si intentas morder —dijo a modo de aviso, y Gerard comenzó a hacer lo suyo con movimientos rítmicos, era como si realmente estuviese haciendo el amor.

Frank dejó su imaginación volar en torno a él... quiso imaginar qué era lo que Gerard había hecho antes de llegar ahí. Quizás se había dedicado a la prostitución y ellos lo habían sacado de eso. Quizás era el novio de alguno de ellos y al traicionarlo lo habían abandonado ahí. Quizás era un chico como él, que sólo había tenido mala suerte y había terminado en manos de personas como ellos. Pero aun cuando su mente intentaba pensar de forma tan humana, no podía dejar de imaginar que era él quien follaba la boca de Gerard y luego con movimientos bruscos lo giraba para penetrarlo sin más preparación que la que su anterior torturador hizo en él.

Deseó preguntar cuántas veces lo habían follado, deseó preguntar si Gerard había disfrutado eso alguna vez. Se imaginó conversando con Ethan con respecto a cambiar el estilo de vida de Gerard aunque sin cambiar su principal ocupación. Pero no podía. No era asunto suyo... realmente no podía hacer nada por él.

— No te preocupes tanto —Peter lo trajo de regreso. Tomó una de las cervezas que Ethan había traído y se sentó junto a ellos en el sofá. Frank sintió el olor al sexo impregnado a él. Y sintió algo similar a los celos y a envidia—. Él lo disfruta.

— ¿Entonces por qué lo golpean? —soltó Frank. Vio cómo tanto Ethan y Peter compartían una significativa mirada y luego volvían a mirarlo a él.

— Es para educarlo —dijo Ethan—. Su vida era totalmente diferente antes de llegar aquí. Tenía todo a sus pies, un auto de último modelo, ya sabes, más dinero del que necesitaba. Fue Craig quien lo escogió y, bueno, después de es lo trajimos hasta acá. De primera no quería cooperar, pero poco a poco fue comprendiendo cuál era su nueva vida y míralo ahora, ni un perro es tan sumiso.

— Pero es un chico... como ustedes, como yo —suspiró Frank— ¿Por qué él?

— Porque tiene un culo delicioso —contestó Craig, todavía junto a Gerard. Frank lo vio acabar en su interior y luego lanzarlo contra el colchón antes de ponerse de pie. Luego de acomodar sus pantalones le lanzó una patada en el costado sin razón alguna y se acercó a ellos para tomar una cerveza.

— Y porque nadie iba a extrañarlo —agregó Ethan—. Lo buscaron durante dos semanas y luego dejaron de buscar. Nunca va a salir de aquí. Es nuestro.

— Pero... —intentó Frank, pero fue interrumpido por un gesto de Peter.

— Deja de hacer preguntas —dijo con voz dura—. Y danos tu palabra de hombre de que no hablarás de esto con nadie. Ya sabes, si dices algo... no vivirás lo suficiente como para vernos tras las rejas.

— Yo... entendido —respondió Frank, y luego bebió un último sorbo de su botella antes de dejarla abandonada en el suelo. Tragó pesadamente y sin poder evitarlo su vista se fue hacia el maltratado chico sobre el sucio colchón. Estaba removiéndose, intentando encontrar una posición cómoda pero al parecer era imposible.

— En fin —dijo Ethan—. Peter y Craig a lo prepararon para ti. ¿Vas a hacerte hombre ahora o después de mí?

— Yo... —Frank comenzó, y con el entrecejo fruncido volvió a mirar a los chicos— ¿Tengo que?

— Tienes qué —dijo Peter—. Para eso te trajimos.

Dejó ir un largo suspiro y sin saber bien por qué, le hizo caso a las palabras de sus nuevos amigos. Se puso de pie y con paso tembloroso se acercó al colchón. Vio al chico alzar la cabeza y por una fracción de segundo que en el interior de su cabeza se hizo eterna, sus miradas se conectaron... y supo que no podía hacerlo. Por más que lo deseara no podía... no quería ser igual que ellos. El muchacho bajó la mirada y comenzó a sollozar nuevamente, como si estuviese preparándose para recibirlo a él también. Frank tembló de pies a cabeza y con un nudo en la garganta habló:

— No puedo hacerlo —comenzó—. No estoy listo... yo, necesito ir a casa. Les juro que no le diré nada a nadie, pero necesito ir a casa.

Ethan asintió una vez y se puso de pie. Cuando Frank estaba en el pie de las escaleras miró hacia atrás y lo vio acercándose a Gerard. Pero realmente no podía hacer nada por él y repitiéndose eso subió las escaleras. Dayna estaba ahí, sentada junto a la cocinilla, fumando un cigarrillo tranquilamente.

— ¿Ya te saciaste? —dijo ella, Frank no supo qué responder. La vio ponerse de pie y acercarse tambaleante hacia él. De pronto lo tenía acorralado contra una pared. Vio sus sucios dientes sostener el cigarrillo mientras sus manos recorrían su cuerpo, una de las manos de la mujer se detuvo en torno a su entrepierna, y la vio sonreír— Cobro dos dólares por chupártela, cariño.

El humo de su cigarrillo lo hizo toser los pulmones y totalmente asustado la empujó hacia atrás y salió corriendo de ahí. El terrible olor de la cabaña se quedó impregnado a sus fosas nasales y estaba seguro que necesitaría unas tres duchas para quitarse la esencia de aquella mujer, pero sabía que no iba a poder quitarse de la cabeza la imagen de Gerard.

Sin percatarse sus pasos lo llevaron al lugar más seguro que conocía y aunque ya era bien entrada la noche, lanzó una piedra a la ventana de su amigo y éste se asomó.

— ¿Qué haces aquí? —gesticuló Bob.

— ¡Déjame entrar! —pidió en un susurro, y pudo ver perfectamente como su amigo ponía los ojos en blanco y luego se apartaba de la ventana. Un minuto después estaba abriéndole la puerta y en silencio subieron a la habitación de Bob. Frank se quitó la chaqueta y el calzado, se lanzó boca abajo en la cama de su amigo y ahogó un grito contra la almohada antes de recuperarse a sí mismo.

— Yo debería estar furioso contigo —dijo Bob, empujando la silla de su escritorio hasta su cama—. No fuiste a la graduación ni a la celebración. Tu madre estaba tan avergonzada y, hombre, te perdiste el día más importante de la historia. ¿Dónde mierda estabas?

— Si te lo digo tendré que matarte —respondió con voz afectada, Bob se le quedó mirando largos segundos antes de echarse a reír. Y aunque él intentó hacer lo mismo no logró hacer ni siquiera una sonrisa.

poetic tragedy ・ frerardWhere stories live. Discover now